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El casco cósmico de Thor

En el imaginario colectivo de las culturas vikingas y paganas, el martillo de Thor siempre fue el icono de su extraordinaria fuerza. Hoy, sin embargo, bien podría decirse que el dios de la guerra contaba con la protección de un casco cósmico.

Una espectacular imagen ofrecida por la Agencia Espacial Europea (ESA, en sus siglas en inglés) nos muestra lo que parece el último vestigio del poderoso Thor. Esta gigantesca nube de polvo y gas conocida como NGC 2359 lleva el sobrenombre de la nebulosa del Casco de Thor, ya que los brazos arqueados que parten de su bulbo central recuerdan al yelmo alado de este dios de la mitología nórdica.

Esta nebulosa tiene unos 30 años luz de diámetro, un tamaño majestuoso incluso para un dios nórdico, y se encuentra a unos 15.000 años luz de distancia en la constelación Canis Major. Sus colores neón crean una escena espectacular, pero también sirven para desentrañar un importante avance acerca de la composición de esta sorprendente estructura cósmica.

Las manchas de color azul brillante representan las emisiones en la banda de los rayos X, detectadas por las cámaras EPIC del observatorio espacial XMM-Newton de la ESA. Los tonos verdes y rojo pálido son el brillo de los iones de oxígeno e hidrógeno, vistos desde el telescopio SSRO Sur del Observatorio Interamericano de Cerro Tololo.

La intensa emisión de rayos X detectada por XMM-Newton procede de una estrella de Wolf-Rayet situada en el centro de la nebulosa, y conocida como HD 56925. Esta estrella es vieja y masiva, y está emitiendo materia a un ritmo espectacular: este astro pierde una masa equivalente a la de nuestro Sol cada 100.000 años, a través de un viento que alcanza velocidades de más de 1.500 km/s.

El aspecto caótico de NGC 2359 es el resultado de la actividad de su violento inquilino. La nebulosa está formada por un bulbo central rodeado por una maraña de filamentos gaseosos, espesos canales de polvo oscuro y brillantes llamaradas provocadas por las colisiones de la materia arrastrada por el viento estelar con el gas de su entorno. Todo esto genera fuertes ondas de choque que barren toda la región. Un caos que bien podría asemejarse al furioso temperamento del legendario dios del trueno.

 

 

 

Con información de El Mundo

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