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Británicos votan hoy en medio del desconcierto; no cierra la herida del ‘Brexit’

La sensación, al menos desde fuera, es de decaimiento entre los británicos, por no hablar de derrotismo, y no sólo porque hoy acuden a las urnas con los cadáveres aún calientes de las últimas víctimas del terrorismo yihadista, sino porque aún no logran cerrar la herida del Brexit que ha partido en dos a la sociedad, mientras que cunde la sensación de que no hay un liderazgo genuino en ninguno de los dos candidatos con posibilidades para convertirse en primer ministro: la primera ministra Theresa May y el líder laborista Jeremy Corbyn.

 

La maldición del Brexit

La candidata conservadora, Theresa May, llegó de casualidad al poder. Fue elegida sin mucho entusiasmo por sus compañeros “tories” durante el congreso de su partido en octubre de 2016, cuatro meses después de la dimisión de David Cameron, tras ser humillado por el triunfo del Brexit, aquel traumático 23 de junio de 2016.

La primera ministra May, que al igual que su jefe Cameron defendía la permanencia del Reino Unido en la UE, se vio forzada a apoyar el Brexit por imposición del ala dura y mayoritaria del partido, pero lo hizo con tanta convicción que se gustó en su inesperado papel de Margaret Thatcher de siglo XXI. Se plantó ante la poderosa canciller alemana Angela Merkel, que no oculta su deseo de castigar a los británicos por abandonar el club europeo, y le advirtió de que peleará a cara de perro una salida honrosa de su país.

Esa desconocida dureza de quien pretende ser la nueva “dama de hierro” quedó reflejada también cuando May negó a los nacionalistas que gobiernan en Escocia la convocatoria de un referéndum de independencia, que, de celebrarse ahora, podría desintegrar el Reino Unido, ya que lo último que desean los escoceses es romper amarras con el Viejo Continente y navegar en un barco a la deriva capitaneados, como siempre, por los ingleses.

May dijo que no hablará de referéndum mientras no culminen los dos años que tiene para negociar el divorcio con la UE, pero para ello necesita hacerlo desde una posición de fuerza, para que el acuerdo final sea lo más ventajoso para el país, de manera que los escoceses (como ya ocurrió con el referéndum de Cameron) prefieran seguir unidos al reino.

Su estrategia pasa, por tanto, por arroparse de legitimidad con una victoria contundente en las urnas, así que aprovechó su popularidad en las encuestas para anunciar, el pasado 19 de abril, que no se esperaba a culminar su mandato en 2020 y adelantaba por sorpresa las elecciones.

La jugada parecía digna de Maquiavelo: May sacaba en abril 21 puntos de diferencia a su rival, el laborista Corbyn. Sólo un milagro podría arrebatarle un triunfo por mayoría absoluta.

Pero en un tiempo increíblemente corto todo cambió.

 

Caída y auge de Corbyn

El veterano Jeremy Corbyn es, para los laboristas británicos, lo que Bernie Sanders fue para los demócratas estadunidenses: un rebelde con causa. Con muchas causas, todas relacionadas con lo que entendemos por un genuino activista de izquierdas: republicano en un país monárquico, ecopacifista, sindicalista, propalestino…

Pero a diferencia de lo que le ocurrió a Sanders, que perdió ante Hillary Clinton, el candidato menos deseado por el “establishment” laborista arrasó en las primarias del partido y tumbó a tres rivales moderados. Ganó con el 60 por ciento de los votos, gracias al apoyo masivo de los jóvenes.

Sin embargo, Corbyn no había mostrado su talón de Aquiles que quedó al descubierto cuando el entonces primer ministro David Cameron anunció la celebración del referéndum del Brexit. La mayoría de los que lo eligieron e incluso la mayoría de la cúpula del partido apoyaba la permanencia del país en la UE, pero el líder laborista siempre se mostró ambiguo, generando confusión e incluso hostilidad.

La victoria del Brexit no hizo sino redoblar la crisis interna del gran partido de la izquierda británica y los llamados para que Corbyn presentase su dimisión, por no defender con fiereza la permanencia del país en la UE. Y así, en plena crisis existencial, llegó el anuncio de May y las encuestas que anunciaban la casi desaparición del histórico Partido Laborista.

Pero en un tiempo increíblemente corto todo cambió.

 

El síndrome Trump y los atentados

El mayor error de May durante la campaña electoral británica; que explica en gran medida por qué pasó de más de veinte puntos de ventaja a encuestas que le dan una ventaja de apenas tres puntos, fue no haberse protegido del “síndrome de Trump”.

Dicha patología consiste en un rechazo casi enfermizo de gran parte de los europeos al actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El conservador holandés Mark Rutte y al liberal de izquierda francés Emmmanuel Macron lo entendieron a tiempo y no dudaron en atacar a sus rivales asociándolos con el extremista republicano. La consecuencia fue que Rutte y Macron ganaron, respectivamente, las recientes elecciones en Holanda y Francia.

El 23 de enero, May se convirtió en el primer líder europeo en visitar a Trump en la Casa Blanca. Creyó que aliándose con Estados Unidos era una manera de fortalecer la posición de Gran Bretaña ante la UE. Sin embargo, muchos británicos, lejos de considerarlo un triunfo diplomático lo vieron como la sumisión de su primera ministra al presidente de Estados Unidos más detestado que se recuerde.

Los atentados de Manchester y Londres, en plena campaña electoral, acabaron por anular toda la ventaja de la líder “tory”, especialmente cuando Corbyn le recordó que cuando era ministra del Interior sacó de las calles a 20 mil agentes de seguridad.

Hoy decidirán los británicos si castigan estos errores de su primera ministra o si apuestan por un vuelco a la izquierda y un alejamiento definitivo de Gran Bretaña de la órbita de Trump.

(Nota de Fran Ruiz para La Crónica)

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