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La compañía japonesa Jinen Butoh presentará Mil gotas, mil flores, una ofrenda dancística a la vida

Paradójicamente fue un desastre natural ocurrido en Japón lo que detonó un peculiar montaje que se ha convertido en una ofrenda a la vida. Se trata de la coreografía Mil gotas, mil flores, que la compañía japonesa Jinen Butoh interpretará mañana martes 09 de mayo del presente año a las 20:00 Hrs en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque.

Atsushi Takenouchi es el director y coreógrafo de esta agrupación, la cual fundó en 1980. Desde entonces ha sido una referencia del quehacer dancístico japonés.

Durante tres años (1996-1999), la compañía llevó a cabo su famoso tour Jinen, en el que hizo improvisaciones en 600 sitios específicos. Otro de sus distintivos es su constante colaboración con la compositora Hiroko Komiya, con la que se unió en 1999 para efectuar una gira de seis meses por Europa. A partir de entonces, todos los performances de Takenouchi son realizados en colaboración con la música en vivo de Komiya.

La esencia de esta agrupación se engloba en el simbolismo de su nombre: jinen, una antigua palabra japonesa cuyo significado abarca todo lo que es aún mayor que la naturaleza. Así que Jinen Butoh es bailar con el flujo del universo, donde desaparece el yo para fundirse en la experiencia de danzar y ser danzado por jinen. La compañía se ha presentado en Japón, Francia, Italia, Polonia, Grecia, Alemania, España, Estados Unidos, Canadá, Chile, Brasil, India y Tailandia, entre otros países.

Sobre la propuesta Mil gotas, mil flores, el maestro Takenouchi explica en entrevista que el detonador de la misma fue el gran terremoto y tsunami ocurridos en Japón el 11 de marzo del 2011, en honor a todas las personas que perdieron la vida.

“El montaje parte de la creencia de que todo lo que está vivo es gracias a todo lo que ha muerto. La danza agradece y honra lo que muere y lo que florece; el estar vivo frente a la muerte y al sufrimiento de miles de personas. Es una ofrenda a la vida”, refiere el coreógrafo.

En la puesta en escena, Komiya improvisa y experimenta; crea sonidos con percusiones, piedras, flautas, voz o lo que requiera el instante.

“Hay que bailar cada momento en gran esplendor, como si fuera el último aliento; como el árbol que explota en mil flores justo antes de morir; como una última ofrenda; el otoño de la vida. Hay que caminar mano con mano; la vida y la muerte en honor y agradecimiento”.

Takenouchi explica que el tsunami marcó una herida en la historia de la humanidad, y fue justo en ese momento de gran impotencia cuando se preguntó: “¿Qué puedo hacer frente a esto? Bailar. Lo único que puedo hacer es bailar. Bailar en esa tierra y para esa gente”.

Debido a su valor social, cultural y artístico, Mil gotas, mil flores ha sido presentado numerosas veces en Japón y se sigue programando alrededor del mundo como una ofrenda y recordatorio de nuestros ancestros y de una herida colectiva que requiere ser transformada en vida.

Takenouchi es de los pocos bailarines que pertenece a la segunda generación de butoh y que aún sigue presentando su trabajo. Si bien estudió butoh con grandes exponentes, él desarrolló su propio estilo, al que llamó, como a su compañía, Jinen Butoh, donde enfoca toda la profundidad de la danza en la conexión con la naturaleza y su divinidad.

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