Voces del Periodista Diario

La Villa de los Niños funciona con irregularidades; dan “sopa verdosa y pollo apestoso”

A los niños reunidos en el patio les sorprendió la habilidad de la coreana Shin Soonyoung, madre superiora del internado católico Villa de los Niños, para atizar patadas.
—Híncate y pídeme perdón— le gritaba la madre a Octavio Cruz, un indígena oaxaqueño de 16 años apodado El Koala y a quien le habían encontrado un teléfono celular.
—¿Por qué me voy a hincar frente a usted?— reprochó el menor a la monja quien, furibunda, comenzó a patearle las espinillas. Lo hacía con crueldad, de modo tal que Octavio se retorcía de dolor.
—Ni que fuera Dios— se atrevió él de nuevo y los puntapiés subieron de intensidad mientras la mujer repetía: “¡Híncate!”.
El muchacho terminó por ceder, pero sólo hincó una rodilla…
—Híncate bien— bramó la religiosa sin dejar de patear la pierna semidoblada, hasta que al fin logró cumplir su orden.
Del pasaje, ocurrido el 20 de abril, fueron testigos decenas de internos.
Dos semanas antes, la asiática había aplicado otro método de maltrato contra Silverio, adolescente de bachillerato quien en un descuido llamó monja a una de las hermanas.
“Se enojan cuando les dicen así”, coinciden los chicos.
Soonyoung lo levantó de la oreja, le zarandeó y alistó para un repertorio de cachetadas.
“Orejazos, patadas y zapes son comunes en la Villa”, cuenta Francisco, quien estudió ahí.
¿Y cablazos eléctricos?, se le pregunta.
—Algunas veces.
¿Qué otras formas de castigo?
—La superiora tiene un celular grande, lo agarra con ambas manos, lo pone de punta y lo encaja en la cabeza de los niños; a veces pega con el puño cerrado, como si fuera boxeadora.
¿Y con palos?
—Lo hacen con un palo de escoba sobre la espalda.
Y las irregularidades alcanzan la mesa…
 
SOPA VERDOSA
Los padres de Luis David son campesinos. Siembran maíz en una pequeña parcela de Acatlán, Puebla, y el trabajo en la tierra les da apenas para dar de comer a sus cinco hijos. Luis David ingresó a la Villa de Acatlán, Jalisco, en 2011 por recomendación de unas monjas de su comunidad y permaneció ahí hasta abril pasado, cuando fue ahuyentado a “cablazos”.
¿Qué pedirías a las autoridades?
—Que investiguen a la coreana y encargadas como la madre Sara López. Que las corran… Hay personas de buen corazón, pero otras nos humillan porque somos pobres y piensan que no valemos nada y hasta nos dan de comer cosas raras.
¿Raras?
—Podridas, rancias, como sopa verdosa con espuma. A unos les ganaba el hambre y se la comían, pero la mayoría la tirábamos a escondidas.
¿Tienen enfermería?
—Sí, pero no hay nada. Te duele algo y te dan pastillitas que no sabes ni para qué son.
El campo, dice, no es para él. Recién logró recuperar sus papeles y el próximo 12 de agosto realizará examen en el Tec de Acatlán. Quiere estudiar administración de empresas.
Sobre la comida, relata Luis Alejandro: “Hay cosas que a simple vista están echadas a perder, pero otras las disfrazan, como la leche: hacen atoles o la revuelven con arroz para que no se note. Un día nos dieron de premio dulces caducados hace tres años”.
En casa, interpretan sus manchas blancas en el rostro como señales de desnutrición. Él siempre se quedaba con hambre y, reconoce, llegó a filtrarse a la cocina para tomar el alimento reservado para las monjas.
“Se han dado eventos trágicos en la Villa. La mamá de un pequeño de secundaria que murió nos contactó”, comparte doña Alberta, madre de Luis. Contó que su hijo constantemente se sentía mal e iba a la enfermería, pero solo le daban paracetamol, estaba mal alimentado y empeoró. Nunca le hicieron caso. Según la señora, la falta de comida y los medicamentos caducos le generaron una sustancia perjudicial y falleció de cáncer”.
En los días posteriores al azote, Luis Alejandro no pudo acreditar el examen para el IPN. En un par de días lo intentará en un Tecnológico de Xochimilco. Su deseo es estudiar mecatrónica.
—Lo peor era el pollo, todo apestoso— describe José Antonio, otro de los agredidos. “Lo que viví en la Villa afectó mi dignidad, sentía tristeza, remordimiento y miedo”. Hoy vive en Tuxtepec, Oaxaca, en la casa de un hermano y proyecta continuar sus estudios.
 
BILLETES
Según datos internos obtenidos por Crónica, Hermanas de María reciben de parte de donadores y bienhechores por lo menos 72 millones de pesos al año para brindar estudios y comida a cerca de 2 mil menores en la Villa de los Niños de Acatlán. En promedio, para cada adolescente son cedidos entre 180 y 200 mil pesos durante su estancia de cinco años, para un total por generación de más de 360 millones de pesos.
“A la coreana no le interesan los niños, sólo quiere dinero, eso es lo que repite mi hijo menor una y otra vez. Lo importante es que mis niños están a salvo, ya no quiero saber nada de ese lugar”, refiere doña Lidia Martínez, quien, ante los abusos, logró rescatar a sus dos hijos internos ahí.
Tras la embestida de abril con cables eléctricos, algunas de las familias afectadas tuvieron contacto con uno de los benefactores de la Villa: el dueño de Laboratorios Julio —cadena nacional especializada en fotografía, electrónica y computación—. Según el testimonio de los presentes, él pidió no perjudicar a la institución y respaldó la continuidad de las monjas involucradas.
Y las historias son interminables… Poco antes de culminar el ciclo escolar, Shin Soonyoung corrió de la Villa a cuatro estudiantes más por jugar con un balón. Los confinó a la caseta de vigilancia, donde el custodio les permitió dormir. Por un par de días, compañeros y el propio hombre de seguridad les entregaban a escondidas agua y restos de comida. Pero la superiora descubrió el suministro y ordenó suspenderlo. Hambrientos, los chicos huyeron con dinero recolectado por sus amigos.
De la última generación, por lo menos 50 menores han sido corridos de las instalaciones religiosas… La desbandada atrajo la atención de la hasta ahora inoperante SEP-Jalisco, que pidió ya a las Hermanas una relación de ausencias.
Los maestros tienen prohibido contar noticias actuales del país o del mundo, y hablar de temas sociales o políticos a los alumnos, privados de cualquier medio de contacto con el exterior.
“En la Villa se viola el derecho a la identidad, porque todos son llamados por número; y el derecho a la diversidad, porque todos hacen lo mismo durante el día; se visten y se les corta el cabello por igual”, describe un reporte del Observatorio Mexicano de Infancia.
“Ha sido hasta ahora un tema impune, manejado al antojo de coreanas que imponen su justicia brutal —dice Juan Manuel Estrada, Premio Nacional de Derechos Humanos 2014—. El caso no debería quedar en una disculpa, por más que las monjas sean protegidas por cardenales o aspirantes a gobernadores. Ojalá PGR y CNDH olviden por fin la indiferencia”.
Los Datos
? 1958: se abrió la primera Villa de los Niños en Pusan, Corea del Sur.
? 1964: la congregación Hermanas de María fue fundada por el sacerdote estadunidense Aloysius Schwartz, devoto de la Virgen de Banneux, de Bélgica, conocida como la Virgen de los Pobres. Su misión: cuidar y brindar educación a niños huérfanos y de familias marginadas.
? 1989: Hermanas de María llegó a México por contactos de misioneros guadalupanos y gestiones del entonces obispo de Nezahualcóyotl, José María Hernández.
? 1993: obtuvo su registro ante la Segob como Asociación Religiosa con el número SGAR—1892—93. Fue de las primeras en solicitarlo después de que en junio de 1992 entró en vigor la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.
? 1990: comienza a funcionar la Villa de las Niñas en Chalco, Estado de México.
? 1998: arranca el proyecto de la Villa de los Niños en Acatlán de Juárez, Jalisco. 
(Reportaje de Daniel Blancas Madrigal para La Crónica)

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