Voces del Periodista Diario

De cómo el mundo aprendió a no temer y amar al VW

Hijo directo de Adolf Hitler: el auto del Destino  

De cómo el mundo aprendió a no temer y amar al VW

  

“Ein KdF-Wagen, ist ein Volkswagen”

Die Wölkischer Beobachter

Un auto de la Fuerza por la Alegría, es un auto del pueblo”.

El Comentador Popular 

 Así comentó alguna vez en la euforia del inicio de la construcción del KdF-Wagen, el periódico oficial del partido nacionalsocialista alemán, del cual, por cierto, era propietario un tal Adolfo Hitler, entonces también dueño de Alemania y el principal impulsor de la idea de “un auto del pueblo”: ein Volkswagen.

         Lo de KdF-Wagen (Kraft durch Freunde Wagen: Auto de la Fuerza por la Alegría”), por la Tod Organizatión del Frente del Trabajo que se encargaba del bienestar a la manera nazi (algunos humoristas, muy valientes, por cierto, le llamaban: alegría por la fuerza), quedó más bien como una mala broma, sólo los nazis más empedernidos le llamaban así al autito, la gente, el pueblo para el cual había sido diseñado, le siguió llamando Volkswagen, o cariñosamente: Kleinauto: Auto pequeño, autito.

         Y así como VW fue conocido luego de la Segunda Guerra Mundial hasta convertirse en el auto más fabricado de la historia, auspiciado por Hitler mismo, diseñado por el genio mecánico Ferdinand Porsche (el de los autos deportivos Porsche), no fue aceptado como pago de guerra por los Estados Unidos e Inglaterra, pero fueron oficiales ingleses los que lograron que volviera a construirse y finalmente lo pusieron en manos alemanas otra vez; simbolizó el renacimiento de Alemania, se convirtió en un icono y terminó siendo fabricado únicamente aquí entre nosotros, en los EUM.

Y en el año 2003, también aquí, el último sitio de la cucaracha, ésta fue dejada de fabricarse; el último de la línea de producción en Puebla fue enviado a Alemania donde quedará en un museo, como símbolo.

         El escarabajo, el VW clásico, el hijito de Adolf Hitler, uno de los autos favoritos del mundo y de los EUM en particular, el volcho”, ha muerto. Pero su historia, sobre todo en sus comienzos, ya es leyenda. Y esta es:

 La historia de una leyenda sobre ruedas

         Se dice que una noche lluviosa, años antes de tener el poder absoluto de Alemania, Adolfo Hitler viajaba en su automóvil Mercedes cuando el chofer rebasó a un hombre que iba inclinado sobre el manillar de su motocicleta, empapado hasta los huesos bajo la lluvia gélida. Entonces Hitler habría comentado que, si estuviera en sus manos, haría lo posible para que cada alemán tuviera un automóvil, barato, pero en realidad útil: un auto para el pueblo.

         Se ha dicho que esa noche nació en la mente de Hitler la idea de crear un automóvil popular al alcance de todos.

         Podría ser una mera falacia, algo inventado para enaltecer al Führer haciendo notar sus bondades, pero lo cierto es que realmente Hitler se aplicó a la idea de crear un auto popular Que de paso, y eso no lo decía la propaganda, también sirviera para la guerra.

         La historia del VW, sus venturas y desventuras, se deben básicamente a tres hombres: Ferdinand Porsche, el mecánico que tuvo inicialmente el sueño de un auto para todos, quien fue rechazado y recibió burlas por su diseño de cucaracha pero el cual bajo su aspecto extraño era una pequeña maravilla de avances tecnológicos; Adolf Hitler, el megalómano dictador que dio su apoyo para impulsar la idea, inventó el mito de que en diez años cada alemán tendría auto, hizo construir la fábrica inicial, y luego hundió todo con su guerra; y Heinz Nordhoff, quien al principio renuente y luego con entusiasmo y una enorme visión comercial, rescató a la fábrica y al auto desde sus cenizas y como si fuera la mítica ave Fénix, levantó todo, convirtió al VW en lo que fue e hizo arrepentirse a quienes no aceptaron la fábrica como pago y reparación de guerra.

         Ferdinand Porsche, era ya una leyenda de los automóviles cuando el primer Volkswagen apareció en las calles y carreteras alemanas, el autodidacta ingeniero había nacido el 3 de septiembre de 1875 en Maffersdorf rechts der Neisse, en lo que entonces era el imperio austro-húngaro, o sea, era austriaco, como Hitler.

Desde muy joven fue inquieto y demostró gran habilidad para la mecánica, fue ascendiendo paso a paso y logró realizar en su vida 380 diseños exitosos, algunos de ellos de los autos más bellos y veloces de su época, uno de esos diseños, no exactamente bello ni veloz, pero si el más exitoso de todos, en cuanto a número de unidades producidas, fue el Volkswagen.

         Porsche trabajó en varios sitios y obtuvo muchos galardones, incluidos doctorados honoris causa, así que ya era muy famoso e independiente cuando ganó el concurso auspiciado por Hitler para construir el auto del pueblo, derrotando a la Auto Union Deutsche Industrie (hoy simplemente Audi) y, a la Daimler Benz, la creadora del Mercedes, el auto favorito de Hitler, que debía su nombre a la hija de Emil Jellinek, quien ayudó a crear la compañía Daimler en Alemania.

Es una graciosa ironía que Hitler amara tanto al Mercedes, pues ese nombre era el de la nieta de un rabino húngaro

Posiblemente Adolfo nunca se enteró o hubiera metido a todos sus Mercedes en un garaje de concentración, seguramente con horno incluido: Steck ihn in den Hofen, jetzSnell, bringen die SS! 

Nace una estrella

Los primeros planos del Volkswagen mostraban una cosa rara, por llamarle de una manera galante: El autito era desgarbado, sus líneas curvas le daban una irresistible apariencia de insecto rastrero y cucarachero, tenía el motor atrás y una improbable maletera adelante, sus dos puertas se abrían al revés y tenía cabida para sólo dos personas; con el techo tan cerca de sus cabezas que parecería que iba a aplastarlas. Poseía una sola luz trasera, su motor producía un ruido traqueteante y carecía de ventanilla posterior.

Pero bajo esa apariencia rara se escondían varios avances técnicos trascendentales: el novísimo sistema de suspensión por barras de torsión, el consumo de gasolina muy reducido, el enfriamiento del motor por aire que eliminaba el radiador; podía alcanzar los 100 kilómetros por hora y la ligereza del auto era tal, que dos personas podrían levantarlo para que una tercera cambiara una llanta Su aspecto podía pasar a segundo término, aunque no fuera la tendencia entonces y las personas resultaran más proclives a fijarse en el aspecto y la enorme potencia, claro los precios de esos autos de aquella época, también eran tremendos.

         Sin embargo, al principio no interesó a Hitler, quizá porque herr Ferdinand Porsche no dejó hablar al Führer durante un buen rato en su primera reunión. Lo cual parecía inconcebible en aquellos días

Sin embargo, o quizá por haberlo dejado mudo, Adolfo se inclinó al principio por las compañías grandes y no por un diseñador de autos deportivos y asesor de la industria automotriz.

Pero muy pronto descubrió que las grandes compañías en realidad no estaban interesadas en producir el Kleinauto para él y lo único que hicieron fue hacerse tontos, jamás trabajaron seriamente en el proyecto.

Hitler se enojó, lo cual no era raro les enseñaría a respetar aquello de: Der Führer wünsch O sea:“el líder desea”. Y, aunque no lo dejara hablar, Hitler hizo llamar otra vez al temperamental Porsche.

         Se encontraron en el Hotel Kaiserhof (Hacienda del César), y esta segunda reunión fue mucho más cordial, ambos hombres simpatizaron: A Porsche no le interesaba la política y Hitler admiraba al diseñador, ambos eran austriacos, los dos amaban los autos y deseaban hacer realidad un sueño, los dos eran rudos y muy directos, acostumbrados a mandar sin discusión. Hubo acuerdo, pero Hitler impuso algunas condiciones muy lógicas: Der Kleinauto debía tener cabida para cuatro personas, o sea una familia alemana pequeña, debería consumir aún menos gasolina, tener ventanilla trasera, definitivamente debería ser enfriado por aire por aquello de los inviernos crudos, no sólo debería alcanzar los 100 kilómetros por hora, sino sostenerlos y además costar muy poco, debería ser aún más liviano Por cierto ¿podría ser convertido en vehículo militar ligero para tres hombres y una ametralladora?

Porsche dijo que si se podía. Hitler estaba encantado.

         El Führer dio una orden: el gobierno se haría cargo del Volkswagen, se construiría una planta especial para ello, no, mejor una ciudad completa con todos los servicios. Los alemanes desplazarían a Detroit, le iban a mostrar al mundo de lo que eran capaces

Ya se habían comenzado a construir las Autobahn, las autopistas (algunas aún están ahí), para los autos que aún no se construían; con sus enormes tramos rectos habían costado mucho trabajo y podrían albergar un buen número de Volkswagen corriendo por sus seis carriles, su firme había sido hecho muy firme, para que durara mil años, como el Reich y también (de paso y como por casualidad) para que soportaran el aterrizaje de aviones (como de hecho ocurrió hacia el final de la guerra que aún no se iniciaba), para eso eran los largos tramos rectos, por algunas de aquellas autopistas, convertidas en pistas aéreas, despegaron los Messerschmitt 262 a reacción de la Luftwaffe para dar la última pelea cuando el Reich no duró mil años, pero esa es otra historia

         Sin más los nazis consiguieron los terrenos de Fallersleben, hicieron drenar los pantanos y comenzaron a levantar la planta y su Autostadt la ciudad-auto adyacente, la cual desde 1945 al finalizar la guerra es conocida mundialmente como Wolfsburg, Albert Speer, el arquitecto favorito de Hitler, y el ingeniero Peter Koller hicieron del emplazamiento un sitio con buenas conexiones fluviales. Se pusieron ferrocarriles y se construyeron carreteras, planta y ciudad fueron hechas para durar mucho tiempo y funcionar de manera eficiente, y aquí no se equivocaron, aún funcionan a la perfección. La primera piedra de la Volkswagenwerk fue colocada por los albañiles el 26 de mayo de 1938; estaba decorada con una svástica tallada de manera que durara un milenio, e imaginamos que aún sigue ahí, Hitler presidió la ceremonia, a pesar de las graves tensiones por la futura anexión de Checoslovaquia.

Los medios propagandísticos hicieron un gran escándalo, los nazis cacarearon el huevo hasta el cansancio, la realidad fue diferente a las expectativas color de rosa. Ninguna de las personas que pagó por adelantado los Volkswagen llegó a recibir su auto, los 210 que se produjeron quedaron en manos de funcionarios nazis -el mismo Hitler tenía uno-, luego estalló la guerra y la planta fue destinada a la producción de material bélico, el Kleinauto fue convertido en dos versiones militares, que también tienen su propia leyenda: el Kübelwagen, “auto cubo” por su peculiar forma, la ultraligera y muy ágil versión alemana del Jeep —una versión civil moderna del Kübelwagen fue muy popular en los EUM con el nombre más bien chafa de Safari—, y el Schwimmwagen o Schwimmkübel, el excelente vehículo anfibio de la Wehrmacht, el cual ha sido considerado el mejor de su clase en la Segunda Guerra Mundial: tenía una carrocería estanca completamente impermeable, equipada con una hélice retráctil y era tan apto para la navegación que la Heereswaffenamt (Oficina de Armamento) trató seriamente de convencer a Porsche para que equipara al vehículo con las luces de navegación de babor y estribor que exigen las normas internacionales.

Ferdinand los mandó al diablo con un airado bufido y algunas imprecaciones impublicables.

Hasta la fecha la impermeabilidad de los volchos es materia de comentarios, aún los vehículos comunes eran estancos, mi padre, cuando quien esto escribe era aún un niño, tuvo uno de los primeros VW que llegaron a los EUM en los años 50, todos le hacían burla por lo feo del auto, hasta la temporada de lluvias, las calles de Mérida, hasta la fecha, se llenan de agua cual canales venecianos; todos los demás autos se quedaban detenidos tarde o temprano, pero el volcho de mi padre atravesaba impasible las peores inundaciones. Y era cierto que para cerrar las portezuelas debían estar abajo los vidrios, de lo contrario no se cerraban por la presión del aire.

Hundimiento y resurrección

La guerra estuvo a punto de acabar con el Volkswagen, la fábrica fue arrasada por los bombarderos aliados -incluso en una ocasión se estrelló en ella un avión británico sin piloto, el cual seguramente habría saltado antes-, porque a diferencia de otras fábricas de armamento, la Volkswagenwerk no había sido concebida para la guerra, se alzaba a la orilla de un río, sobre una llanura, completamente indefensa, era el blanco ideal para cualquier bombardero.

         Durante aquellos años la fábrica fue utilizada para hacer diversos componentes, desde alas de avión hasta bombas voladoras V-1, pasando por más de un millón y medio de ridículas estufas para los soldados alemanes en el frente ruso. Cuando terminó el conflicto era prácticamente un cascarón vacío, lo único milagrosamente intacto eran las turbinas que la proveían de electricidad. Eso, los esfuerzos de los obreros y el empeño de oficiales británicos de las fuerzas de ocupación, permitieron que la Volkswagenwerk volviera lentamente a la vida. Los primeros VW de la posguerra fueron hechos de manera prácticamente artesanal y usados por los propios militares británicos, luego la planta fue ofrecida como parte del pago por daños de guerra, pero nadie quiso aceptarla.

         Entonces comenzó la tarea de Heinz Nordhoff. Aunque él sólo aceptó el puesto por la necesidad de tener un trabajo en una Alemania en ruinas, gracias a su visión el hijo pródigo de los nazis la fea cucaracha se convirtió en uno de los vehículos más exitosos del planeta, después de Nordhoff el VW podría haber dicho a la manera del Zaratustra de Nietzsche: Was mich nicht tötet, macht mich stärker”; “lo que no me mata, me hace más fuerte”. Ni en sus sueños de grandeza más descabellados podría haber imaginado Adolfo Hitler lo que se volvió el VW Porsche por su parte si vivió para verlo, por lo menos la primera parte del resurgimiento luego de la caída.

         Organizada como cooperativa y con una agresiva campaña publicitaria, la VW se lanzó a la carga y obtuvo la victoria. Quienes vivimos los sesenta y setenta del siglo pasado no podremos olvidar jamás aquellos simples, pero maravillosos anuncios de la VW: un escarabajo con una llanta ponchada, la leyenda era simple: nadie es perfecto”; en otra un volcho lanzaba al aire una columna de vapor de radiador recalentado, la sentencia era más simple: ¡imposible!”. Y, lo que parecía ser imposible se hizo real; el patito feo se volvió cisne, humilló a su competencia, llegó al siguiente siglo y milenio y fue el auto más exitoso del siglo XX.

         Hoy, no exentos de nostalgia, le decimos adiós desde su último hogar, los EUM.

         ¡El rey ha muerto! ¡Viva el rey!

Por Héctor Chavarría para Voces del Periodista

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