De cine y más
Por: Daniel Flores L.
El doce de enero se estrenó en salas nacionales la más reciente producción del mexicano Guillermo Del Toro. La Forma del agua fue bien recibida tanto por el público lego como por los realizadores y especialistas nacionales —el sueño de cualquier artista—. Lo curioso es que dicha cinta no es un blockbuster comercial, sino una cinta de autor. Entonces, uno piensa: ¿en qué consiste la aceptación o el rechazo para este tipo de cine?
La lista de artículos escritos al respecto es interminable. Entre todos ellos, tres valen la pena leer. “La forma del agua: un cine a favor de las diferencias”, escrito por Daniel Domínguez de La Prensa Panamá rescata tres puntos: uno, el hombre que discrimina; dos, el contraste entre hombres y monstruos y, finalmente, el respeto a las diferencias.
“La forma del agua es realmente maravillosa” escrito por A. O. Scott del New York Times señala otros tres puntos: uno, los protagonistas incompletos; dos, el héroe de los freaks y, finalmente, las discretas denuncias políticas.
Por último, De dioses y monstruos, escrito por Leonardo García Tsao de La Jornada, nota tres características esenciales: uno, la obra maestra de Del Toro; dos, el cambio de forma del género y, finalmente, la poesía narrativa de la obra. Pero, ¿la aceptación de los especialistas yace en alguno de estos puntos?
Guillermo Del Toro confesó en el Master class del Festival Internacional de Cine de Morelia que después de filmar La Cumbre Escarlata (2015) atravesó problemas de salud muy delicados. Esa situación lo llevó a cambiar el modo como hacía sus pelis. En sus palabras: «quise hacer un cuento de hadas para tiempos difíciles».
Creo, en mi humilde opinión, que esta sensibilidad tan peculiar le llevó a modificar la clásica historia de monstruos de Creature from the Black Lagoon (Jack Arnold, 1954) y la clásica historia de amor imposible de La Belle et la Bête (Jean Cocteau, 1945) en la historia de amor algo posible entre un monstruo (Doug Jones) y una afanadora muda (Sally Hawkins): The Shape of Water.
Quizás la sencillez sea la clave, ya que la estructura de la historia no es compleja ni innovadora, sino clásica y lineal. La podría entender un niño, un realizador o un especialista del área (aunque por las escenas explícitas de sexo se recomienda que los niños no la vean).
La historia va, como se mencionó anteriormente, de un monstruo encerrado en un laboratorio súper secreto del gobierno, que es secuestrado por un par de empleadas de aseo. No la expongo amplia ni específicamente debido a la finalidad del texto (que no es spoilear a algún despistado).
Quizás la tecnología al servicio de la imaginación sea la clave, ya que el diseño de producción (Paul D. Austerberry) de los detallados sets y las perfectas carac
terizaciones (Luis Sequeira) hacen de la narrativa y la fotografía (Dan Laustsen) una especie de movimiento armónico, fluido. De ahí, quizás, su nombre. O quizás sea la ingeniosa edición (Sidney Wolinsky) entre tomas y secuencias acompañadas de una melódica y adecuada música compuesta por el maestro Desplat. ¿Acaso los realizadores la aclaman por estas nimias técnicas?
Finalmente, le guste a quien le guste o le pese a quien le pese, La forma del agua es un película que incita tanto a la aceptación como al rechazo, pero nunca a la indiferencia. Muestra de ello son los casi 63 millones de pesos que recaudó en taquilla tan solo el fin de semana de su estreno o los múltiples premios que ha recibido hasta ahora (el León de Oro de Venecia, la mejor dirección según los Globos de Oro, la selección de la AFI, entre otros) y las 13 nominaciones a los premios Óscares, entre las cuales se encuentran mejor guión original, mejor dirección y mejor película. Entonces, ¿qué hace que La forma del agua sea una película tan aclamada por los especialistas, tan aplaudida por los realizadores y tan querida por el público?
(*) Contacto: daniflo91@gmail.com