Voces del Periodista Diario

Mujeres de todas las edades, actividades, extracción social, marcharon sobre Reforma

Algunas festejaban su día, otras pedían justicia por las muertas; otras, respeto para las vivas, y muchas, cuando se les consultaba las razones para marchar el 8 de marzo, comentaban que fue “porque una amiga me invitó”.

La Victoria Alada (las feministas se negaban a llamarle Ángel de la Independencia) esperaba hacia las 16:00 horas, paciente, la llegada de los marchistas que debían llegar hasta el Hemiciclo a Juárez. Cinco mil 500 según la SSP-CdMx.

Muchas de las mujeres asistentes van en contingentes de rancias organizaciones ancladas en otra época y en donde el patriarcado parece también haber sobrevivido al cambio de siglo. En cualquier caso, estas mujeres son de las más organizadas. Gritan “Soy guerrera”, “soy popular”, “soy mujer”, con una sonoridad, la de la voz femenina, que sólo en este tipo de convocatorias puede escucharse.

La juventud es la constante en el contingente morado, el que lleva las banderas que rezan “Ni una menos”. Es morado en las banderas, pero también en los cabellos de muchas de las jovencitas que no deben alcanzar los 25 años. Van en batucada, con tamboras, paran la marcha, hacen un coro donde nadie invade el centro y cantan, gritan: “Vivas se las llevaron, vivas las queremos”.

La fiesta no se ha hecho esperar a lo largo de Paseo de la Reforma; tambores, trompetas, banderines multicolores, silbatos, máscaras y confeti.

Una chica de escasos 20 años recibe sobre la banqueta a una amiga con un beso en los labios. No se saben observadas, así que no hay exhibicionismo ni ganas de marcar que están defendiendo el género y la diferencia: es un beso suave, de milisegundos, al que sigue una plática sobre lo que cada una ha captado con sus respectivas cámaras fotográficas.

Menos plácido es lo que cuenta Patricia a sus compañeras de contingente. Les relata cómo su padre mató a cuchilladas a su mamá y a su hermana pequeña. Dice que ya no le duele, perdonó a su padre, ése que ahora está cumpliendo su pena en el Reclusorio Sur.

Para esta mujer, de unos 18 años, marchar es su forma de alzar la voz ante lo que le sucedió. Las mantas en estas concentraciones, desde hace un par de años, han clamado “Disculpen las molestias, pero nos están matando”, en relación a las muertes violentas de las que son víctimas mujeres en situación vulnerable.

Hubo quien no perdió la oportunidad de hacerse notar, tal es el caso de la perredista Diana Sánchez Barrios. Por un momento la atención se concentró en ella y su grupo de mujeres transgénero. Un minimitín político izquierdista en apoyo hacia las mujeres “trans” que han muerto en los últimos meses.

Doña Libertad, una mujer de 66 años, sostiene una pancarta que dice: “Vivas se las llevaron, Vivas las queremos”, sus nietas desaparecieron. Su padrastro se las llevó.

La madre de las niñas se suicidó hace dos meses, después de fracasar en la búsqueda de las hijas decidió acabar con su vida.

(Nota de Ana Espinosa Rosete y Arturo Ramos para La Crónica)

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