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Director deja la normal en caos; “no tengo culpa por los desaparecidos”

José Luis Hernández Rivera, director de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, aseguró que, antes de que termine 2015, dejará el plantel al que pertenecen los 43 estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre de 2014.

En entrevista con Excélsior, dijo que es tiempo de que otro relance la escuela, la cual está por cumplir un año sin clases, deteriorada y en cuyos salones habitan familiares de las víctimas.

“Me voy a jubilar, aquí se terminó mi etapa de trabajo. Estaré máximo (como director) hasta el 15 de diciembre.”

Afirmó que no se siente con ninguna responsabilidad por la desaparición de los normalistas, pues su obligación es ajena a la convivencia de los alumnos.

También aseguró que no ha sido llamado a declarar sobre el caso. “Nunca fue verdad que la Procuraduría (General de la República) me mandó llamar. Ni siquiera me giró algún oficio”, expuso el director de la normal rural.

Abandona normal pese a la anarquía

El director José Luis Hernández dijo a Excélsior que  llegó el momento de su jubilación, de que lo suplan y que aquí se terminó su trabajo.

Tal vez antes de que el caso de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos se resuelva, el director de esta institución ya esté fuera de Ayotzinapa. José Luis Hernández Rivera no se visualiza en su mismo cargo más allá de 2015, pues aseguró a Excélsior que llegó el momento de su jubilación y de que lo suplan.

Así como hace casi un año se escuchara decir al entonces procurador de la República, Jesús Murillo Karam, en una conferencia de prensa “ya me cansé”, el director de la Normal de Ayotzinapa (actualmente sin clases), tampoco a sus 64 años se siente con la energía para seguir al frente de ninguna actividad laboral.

“Su servidor está dentro de la jubilación y me voy a jubilar, aquí se terminó mi etapa de trabajo. Estuve muy contento con los jóvenes, pero yo estaré máximo (como director) hasta el 15 de diciembre. Siento que tengo que retirarme, porque tres años en este cargo es mucho tiempo, tiene que venir mi relevo, alguien tiene que relanzar a la normal”, considera.

Este diario publicó ayer que la escuela de Ayotzinapa se encuentra ocupada por los padres de los estudiantes desaparecidos, quienes afirman que no abandonarán las aulas hasta que aparezcan sus hijos.

Ésta es una de las pocas entrevistas que el director Hernández Rivera ha concedido a la prensa. Primero guardó silencio por órdenes de la propia Fiscalía General del Estado de Guerrero. Las autoridades estatales le prohibieron externar cualquier tipo de declaración a los medios de comunicación para evitar algún entorpecimiento en la averiguación.

“A nosotros se nos pidió que no diéramos declaraciones. Los directivos no podíamos hablar, porque no teníamos información. Éste era un problema muy serio y podíamos complicar la investigación”, afirma.

Pero pocos meses después olvidó esa instrucción del gobierno estatal de permanecer callado y decidió que aceptaría hablar con algunos periodistas, como lo hizo en el programa radiofónico de Adela Micha en Grupo Imagen Multimedia para negar todas las acusaciones que estaban saliendo a luz.

“Comencé a hablar, porque ya no era posible callarme”, confiesa.

Era imposible callarse, porque su nombre había salido entre los testimonios oficiales uno de los delincuentes detenidos por este caso de los 43 y debía desmentir las acusaciones. En un principio se rumoró que él dio la orden a los estudiantes de “introducir armas en los carros”, recuerda.

“Aquí nosotros no somos una escuela que se esté formando a nivel militar, si no ya hubiéramos desaparecido como escuela. Si ustedes investigan a todos los estudiantes que han tenido problemas con las autoridades, los detienen pero con palos y con piedras”.

Negó rotundamente esa supuesta versión de Sidronio Casarrubias, jefe de los Guerreros Unidos, sobre la posible infiltración de Los Rojos en la Normal de Ayotzinapa.

“Aquí no es un ambiente de narcotráfico”, sin titubeos asegura.

Pero una de las acusaciones en su contra que más perjudicaron su imagen fue cuando lo involucraron directamente con el crimen organizado.

“Después dicen que a mí me dieron tres millones y que yo mandé a los muchachos”, reprocha.

Otro sicario de Guerreros Unidos, llamado Felipe Rodríguez, alias El Cepillo, supuestamente dijo que uno de los normalistas, antes de ser asesinado le confesó que un sujeto le pagó a Hernández Rivera para que enviara un grupo de estudiantes a generar disturbios en Iguala el 26 de septiembre.

En esta larga y detallada conversación desde la sencilla oficina de la dirección de la normal de Ayotzinapa, José Luis Hernández se desahoga y platica abiertamente con Excélsior sobre su presunto arraigo por parte de la Procuraduría General que nunca sucedió, sobre si considera que tuvo alguna responsabilidad como director en la desaparición de los 43 normalistas y hasta de aquellos años 70, cuando en su época de estudiante fue torturado por autoridades federales.

“Nunca fue verdad que la Procuraduría me mandó llamar. Ni siquiera me giró algún oficio”, afirma.

A las órdenes de ?las autoridades

Al no recibir una sola llamada por parte de las autoridades federales y sintiéndose libre de las acusaciones que los supuestos sicarios de Guerreros Unidos hicieron, por iniciativa propia envió directamente a la PGR una carta, a través de su abogado personal, para ponerse a su entera disposición. En esa hoja añadió desde su dirección hasta sus números telefónicos con la finalidad de que lo contactaran a la brevedad, pero jamás recibió noticias de la institución.

Como en un principio José Luis Hernández estuvo alejado de la prensa, se le ha señalado de esconderse, pero a casi un año de la tragedia, contrario a lo que podría suponerse desde el primer momento que la reportera lo contactó, aceptó la entrevista.

Cuando se le pregunta si considera que tuvo alguna responsabilidad en la desaparición de los normalistas por ser la máxima autoridad del internado al que pertenecían los jóvenes, dice que no.

Una de sus primeras conclusiones a esta pregunta es que él, como director impuesto por el gobierno de Guerrero, su única obligación con los estudiantes está en el área académica y no en las reglas de convivencia entre los jóvenes después de clases, porque para eso existe un comité estudiantil.

Menciona que como los muchachos son mayores de edad, tampoco puede prohibirles la salida del plantel. Además, para un director sería imposible controlar las instalaciones de la normal con sólo dos vigilantes.

“Nosotros somos una escuela con dos hectáreas de espacio. Ustedes al entrar van a ver que hay una malla ciclónica que se ha caído de diversas partes por el tiempo. La gente del pueblo entra y sale de la escuela y meten a sus animales. Aquí sólo se tienen dos veladores en la puerta principal. Entonces uno qué puede hacer ante ese espacio enorme. Ustedes van a encontrar que las universidades son espacios abiertos, donde el joven que se inscribe si quiere va a clases o no”, se excusa.

José Luis Hernández aplaude el movimiento que los normalistas han impulsado para recuperar a sus compañeros, porque está convencido de que si no hubiera sido por ellos, tal vez el caso estaría en el olvido y lejos de la justicia.

Estas palabras las expresa con conocimiento de causa, pues cuando pertenecía a la Federación de Estudiantes en 1974, inmediatamente después de la muerte de Lucio Cabañas, las autoridades, en un afán desesperado por encontrar vínculos entre el líder guerrillero y la población guerrerense, detuvo a cientos de campesinos, mujeres, estudiantes, entre éstos a él y a sus compañeros. A Hernández Rivera lo torturaron por más de ocho días y le dejaron secuelas físicas que aún lo aquejan, pero a él ni a los otros civiles se les hizo justicia.

Características de la normal rural

La oferta educativa de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos es el estudio de las licenciaturas en Educación Primaria, en Educación Primaria con Enfoque Intercultural Bilingüe, y en Educación Física.

La Escuela fue fundada por las necesidades del pueblo guerrerense y empezó a funcionar en los diferentes barrios de Tixtla en 1926.

La primera piedra fue puesta el 30 de marzo de 1933 por el  profesor Rodolfo A. Bonilla, y el que concluyó la obra fue el profesor Raúl Isidro Burgos, de quien toma su actual nombre.

Actualmente es una institución de educación superior con modalidad de internado.

Su misión es formar licenciados capaces de enfrentar los retos que representa una educación de calidad para todos los mexicanos, contribuyendo al desarrollo integral del futuro docente, para que ejerza plenamente sus capacidades humanas y profesionales en la educación a través de la participación de todos los actores de manera ética y responsable.

 

 

Con información de Excélsior

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