Voces del Periodista Diario

De lo que se salvó la República

El lecho de Procusto

Por Abraham García Ibarra

El tiempo dirá si quienes imaginaron, concertaron y pusieron a caballo Por México al frente obraron con cordura al designar a su candidato presidencial para 2018 y si los votantes validaron finalmente esa propuesta en las urnas.

La prueba del ensayo y el error, en caso de un eventual triunfo frentista, calificará en última lectura la capacidad y la calidad electivas del conglomerado social.

En el fértil territorio de las hipótesis, sin embargo, puede tomarse como ventura el que el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, no haya aplicado para la candidatura presidencial de la coalición citada.

Lo que hubiera pasado si Mancera llega a Los Pinos

Ese veredicto, es de obvia explicación: La subcultura del amiguismo, del cuatachismo y del compadrazgo compromete a los políticos en ascenso a llevar consigo a su fauna de acompañamiento sin tomar en  cuenta la idoneidad, que implica probidad, experiencia y voluntad de servicio.

No es difícil imaginar a Mancera en Los Pinos rodeado por la gente que permaneció a su lado hasta el último tramo, después de coordinar un gabinete inestable, enrocar a algunos secretarios que en su función anterior no dieron señales de sensibilidad social y eficacia, y correr a funcionarios sospechosos de deslealtad “al jefe”.

Un dato amerita subrayarse: Nominado para el encargo por el PRD, Mancera se rehusó tercamente a acreditar su militancia en este partido. De esa suerte, el propio Mancera y sus colaboradores no se sintieron obligados a pasar por el escrutinio de autoridad partidaria alguna a la hora de la rendición de cuentas.

De ello resultó que, a partir de las elecciones intermedias de 2015 y en 2016, al convocarse a la Asamblea Constituyente, se dio una dispersión de contendientes, entre los que hubo no pocos acogidos en la casa de enfrente.

La actual composición de la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México es espejo de la falta de unidad de mando del jefe de Gobierno. Colocada la representación amarilla en una situación numérica insuficiente para operar con su propia mayoría y, sin más objetivo que bloquear a la bancada de Morena, urdió pactos con las del PRI y el PAN. Más adelante documentaremos el resultado.

Posicionamiento de mercadotecnia y de spots

Por lo analizado del sexenio mancerista, se puede concluir que el jefe de Gobierno careció de un verdadero tanque pensante con iniciativas  unitarias, realistas y de largo aliento. Se pretendió posicionar una imagen pública con base en la mercadotécnica y el spot.

La operación política de la Ciudad de México  fue usurpada por burócratas oportunistas de vocación clientelar, que han actuado con tacto de artillero no sólo en la relación con los gobernados, sino en la comunicación interinstitucional.

Ilustremos esa percepción: En el marco de las elecciones generales de 2018, con sucesión presidencial, en cuya pugna Mancera se puso de novio solo, y de la devastación provocada por el terremoto del 19 de septiembre, el secretario de Finanzas de Mancera, Edgar Amador Zamora, se esforzó por diseñar los proyectos de Ingresos y de Presupuesto de Egresos con delicado equilibrio.

Un factor que incidió en el cuidado de la política financiera para la Ciudad para este año, fue el acoso del Gobierno federal que, en la asignación de recursos, regateó los correspondientes a la reconstrucción de la Ciudad y se llevó entre las espuelas hasta el Fondo de Capitalidad, ya instituido.

El secretario de Finanzas de la CDMX es un profesional acreditado con creces, incluso por su experiencia en los mercados neoyorkinos. Sus propuestas a la Asamblea Legislativa para ejercicios anteriores fueron dictaminadas con relativo respeto y sin mayores cuestionamientos.

Para el 18, repetimos, Amador trabajó sobre el filo de la navaja y trató de cuadrar las cuentas, como llegó a advertirlo, para evitar déficits y costosos endeudamientos.

El masacote que fabricaron los asambleístas

El control de la Asamblea Legislativa, en sus comisiones principales, está en manos de sólo cuatro diputados: Los perredistas Leonel Luna (de Gobierno) Mauricio Toledo (Comisión de Presupuesto) y los panistas Jorge Romero Herrera y Andrés Atayde.

Al menos tres de ellos fueron delegados. Dejaron sus demarcaciones con un insoportable tufo a azufre si se trata de revisar sus cuentas públicas. (Expuestas a dictamen  a modo en la propia Asamblea, de la que son parte decisoria).

Lo que resultó  en el texto final del proyecto de Presupuesto de Egresos fue un verdadero masacote. Entre la iniciativa original, el dictamen y su publicación en La Gaceta del Gobierno de la Ciudad, se observan verdaderas aberraciones y discordancias que merecerían no sólo la fe de erratas, sino su veto.

En el obsceno manoteo de ingresos y asignaciones destacan los fondos para la Reconstrucción de la Ciudad, según su origen y destino. En las gráficas se pretendieron diluir, por ejemplo, los aportes de la Federación directos o al través del Fondo para Entidades Federativas y del Fondo para Desastres Naturales.

No deja de ser sospechoso ese manejo, habida cuentas que la Asamblea creó por sus pistolas una pretendidamente autónoma Comisión de Reconstrucción.

Lo que ya no es novedad, es la selección de iniciativas para dar el Presupuesto llamado participativo. Si en ejercicios anteriores el reparto era tendencioso a sabor de las bancadas dominantes, para 2018 exhibe en todo su esplendor sus fines electoreros, toda vez que su entrega queda al arbitrio de los delegados en funciones, algunos de los cuales pretenden ser este año diputados locales o federales.

Tope en ello, en septiembre la CDMX estrenará Constitución. Si Mancera alcanza a presidir los fastos, lo hará ya con la pólvora mojada y marchita el alma. Pero Los Pinos quedó liberado del asalto de las hordas amarillas. Algo es algo. Es cuanto.

VP/Opinión/EZ

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