VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George
Hace un mes, el Congreso del Estado de México emitió la convocatoria para la elección de gobernador dentro de ocho meses.
Fue una mera formalidad constitucional, pues la manada acéfala de precandidatos está desbocada después de las elecciones del pasado 5 de junio en 14 entidades de la República.
Siendo un proceso que tienen que resolver soberanamente los mexiquenses, sin embargo las dirigencias estatales de los partidos con registro nacional están engarrotadas en espera de la línea que dicten desde la Ciudad de México las nomenclaturas centralizadas y centralistas.
Por causas más que entendibles, los habitantes del Estado de México, aun los que tienen una activa vocación social, no incluyen ahora entre sus prioridades el cambio de gobernador.
Primero comer que ser cristianos
Las crisis humanitaria y de Seguridad Pública por las que cruza la entidad no dan pie a exponer la supervivencia personal y familiar al servicio de la grilla partidista. Primero comer que ser cristiano, recomienda la conseja popular.
Es un asunto de suyo delicado: El Estado de México es la entidad con más densidad electoral en la República. Si bien hasta febrero-marzo de 2017 el Registro Federal de Electores pondrá a disposición de los partidos el listado nominal de ciudadanos empadronados, algunos cálculos estiman que el potencial de votantes alcanza más de 10 millones de individuos.
Más grave aún: Aun la más inconsistente hipótesis dan por hecho que los partidos nacionales -y por supuesto los precandidatos presidenciales para el 18- echarán en Edomex toda la carne al asador para fincar la plataforma de sus expectativas con miras a la sucesión presidencial.
Conociéndose el hecho de que el presidente Enrique Peña Nieto es nativo y ex gobernador del Estado de México, se le reconoce su condición de factótum en el proceso electoral en marcha.
Los consejeros del órgano electoral estatal no gozan de buena fama pública. De ello sigue que, aun con la intervención coordinada del Instituto Nacional Electoral, que tampoco goza de credibilidad, lo que se juega en Edomex es no sólo la legalidad formal, siempre manipulable, sino la legitimidad.
Si no se acredita legitimidad en los resultados electorales mexiquenses del 17, lo que resulte del 18 será de pronóstico reservado. No es hora de jugar con fuego.