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Empedrando el camino al infierno

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Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George (*)

No nos parece inapropiado afirmar que la carrera 2018 rumbo a Los Pinos semeja la cabalgata de una manada acéfala y no hay jinete con autoridad que haga tascar el freno a las encabritadas cabalgaduras.

Las precampañas presidenciales arrancaron con tres aspirantes que tienen cincho su nominación por sus coaliciones: Por orden de aparición en tiempo y espacio, López Obrador, Meade y Anaya.

Al tropel se suma el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez, que acredita el número de firmas requeridas a los independientes.

Sin hacer tendenciosos juicios de valor sobre los beligerantes ni atenernos a los cambiantes resultados de encuestas sobre intención del voto, a escasos seis meses de la cita a las urnas, se pueden trazar algunos escenarios, a saber:

1) Peña Nieto convoca a gobernadores a contribuir a un proceso en “plena normalidad democrática”.

2) El PRI echa toda la carne al asador por la nómina que encabezará Meade.

3) Dada la virulenta ofensiva orquestada contra el tabasqueño, el sistema se inclinaría eventualmente por la opción de Anaya;

4) Un inaceptable resultado de la elección presidencial, tentaría al establishment a una salida tipo Honduras, donde la controvertida reelección presidencial está siendo sonsacada por la OEA.

Primera acotación: Peña Nieto hizo su exhorto en reciente reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores. ¿Puede confiarse en una respuesta positiva de mandatarios como Graco Ramírez o Miguel Ángel Yunes?

En al menos dos estados hubo cambio de gobernador en junio pasado y los magistrados electorales federales no se animaron a revertir los resultados impugnados. Los dos contendientes reconocidos son hoy socios de la Conago.

A mayor abundamiento, en el 18, nueve entidades de la República cambian gobernador. Dados los “usos y costumbres”, imposible esperar que los gobernadores salientes saquen las manos de su propia sucesión.

Entre los potenciales escenarios propuestos, el más peliagudo y alarmante es el cuarto. Habida cuenta que el Estado no cuenta con fuerza civil para disuadir pacíficamente a los inconformes con los resultados de la elección presidencial, tendría que recurrir a los aparatos de represión federal.

El punto es el siguiente: Peña Nieto propone la sucesión presidencial en un marco de “normalidad democrática”.

El día que el Presidente hizo su juiciosa conminación, iniciaron su precampaña los aspirantes nombrados: en las mismas horas, en San Lázaro, diputados de la oposición “reventaron” la sesión plenaria en protesta porque sus impugnaciones a un erizado dictamen no fueron escuchadas.

Desde principios de semana, el Senado fue puesto bajo acoso de los opositores a la Ley de Seguridad Interior, metida con calzador por sus impulsores.

Si en el trascendente proceso de formación de leyes no tiene cabida la “normalidad democrática”, ¿puede haberla en 50 mil casillas electorales, en las calles y las plazas públicas? De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.

(*) Director General del Club de Periodistas de México

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