Voces del Periodista Diario

EU: “El que paga la gaita, marca el compás”

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

No deja de ser patético que México haya sido expuesto a las patas de los caballos en la desbocada carrera estadunidense con destino a la Casa Blanca.

Contra nuestra voluntad, tenemos que recordar que prominentes y deslenguados políticos de la Unión Americana han tomado a título de fe que, al sur del Río Bravo, está su patio trasero, donde el Imperio hace lo que le da su regalada gana.

Nunca en otra campaña presidencial norteamericana como en la actual, México está en el ojo del huracán electoral. Paga, voluntaria o involuntariamente, el costo de la fatalidad geográfica.

No consuela saber que los ciudadanos estadunidenses pueden pasar por un trance similar al de los mexicanos, pero aquellos tienen en su favor la frágil, casi ingenua ilusión de que tienen la opción de decidir con sus votos quién dirigirá desde Washington sus destinos.

Ilusión, repetimos, porque, en última instancia, no son los votos populares los que determinan la delegación del mandato presidencial, sino unos cuantos centenares de delegados electorales -casi un petit comité– que tienen la última palabra, con independencia de cual sea la suma de los votos contados en las urnas el día de la elección, en favor de cada candidato contendiente.

Así lo determina el régimen electoral en la madre de todas las democracias. ¿Qué puede hacer México? Ni el papel de convidado de piedra.

En las elecciones estadunidenses, el que decide es el dinero

No está lejana la ocasión en que el multimillonario magnate norteamericano Warren Buffet, se refociló declarando que el pueblo estadunidense vive una “guerra de clases”. Sí, dijo a renglón seguido, “pero los de mi clase la vamos ganando”.

Ese es el punto. En la feria de encuestas que viven los Estados Unidos, los medios zarandean el fiel de la balanza y unos días amanece puntera la demócrata Hillary Clinton, y horas después le dan la ventaja al republicano Donald Trump.

Aquí, en los medios, especialmente los electrónicos, a los conductores y comentaristas se les va la vida siguiendo los resultados de cada nueva encuesta. Unos reaccionan con medrosa indignación; otros, tienden ya a resignarse y pedir al gobierno mexicano que ponga sus barbas a remojar.

La cuestión es que, atrapados en la instantaneidad noticiosa, no se repara en lo que algunos autorizados colaboradores de Voces del Periodista vienen señalando con puntual tino: La democracia estadunidense baila al son que le toca el dólar.

Dicho a la manera inglesa: El que paga la gaita, marca el compás. Los más serios análisis de la Academia, que sólo por excepción tienen espacio en los medios norteamericanos, más que en las encuestas ponen la vista en las operaciones  cotidianas de los ricotes de aquel país.

Por esas observaciones analíticas, puede saberse algunos pragmáticos adinerados juegan sus fichas lo mismo al rojo que al negro en la ruleta electoral.

Otros asumen definiciones personales o en nombre de sus corporativos y hacen la apuesta específica por alguno de los aspirantes. Al citado Buffet, por ejemplo, no le tiembla la mano a la hora de firmar cheques de donación a la campaña de Clinton.

El ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, que estuvo tentado a contender por la candidatura demócrata, es identificado entre los económicamente poderosos que, según el rumbo de la campaña, juegan con el score  y una vez donan y votan por un partido y a la siguiente por el adversario.

El empresario Carl Icahn, no oculta su preferencia por Trump. Donante del Partido Republicano, ahora lo hace con mejor voluntad, pues es sabido que en las primarias el boquiflojo pelirrojo le ofreció el Departamento del Tesoro en caso de llegar a la Casa Blanca. No sería una despreciable recompensa.

En ese piso de remates electoral, que nada le pide a las bolsas de valores neoyorquinas, lo pertinente hubiera sido que el gobierno mexicano guardara una actitud de cautela.

No lo hizo. Ahora, la parafernalia mediática hace sentir a los compatriotas que están entre la vida y la muerte. Pasado el 3 de noviembre, después del Día de Muertos mexicano, no cambiará para nada nuestro destino manifiesto: Seguiremos a expensa de lo que, para bien o para mal -históricamente para mal- disponga Washington, sea quien sea el nuevo huésped de la Casa Blanca.

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