Voces del Periodista Diario

José Antonio Meade y las dos caras de Jano

El lecho de Procusto

Por Abraham García Ibarra

Aunque José Antonio Meade Kuribreña habla con seguridad bastante de su triunfo el 1 de julio, por lo pronto prefirió arrancar su campaña en nichos relativamente confortables. Escogió Yucatán, Sonora y Sinaloa, estados con gobiernos de factura priista.

Parece una decisión audaz, quién sabe si meditada: Los expertos en estrategia electoral recomiendan en sus manuales que aquellos que aspiran a un encargo de elección popular, deben  centrar su ofensiva proselitista en aquellas zonas donde su partido está en desventaja porque el poder lo ejercen los adversarios de su formación.

Indican esos estrategas, que no se explica darle prioridad a espacios donde el registro electoral histórico del partido postulante tiene garantizados ya sus votos duros. De lo que sigue que deben buscarse “votos nuevos”, ahí donde se localiza la masa electoral remisa.

Cada quien su estrategia, pero una tendencia retórica debe observarse en el discurso de Meade. Particularmente en Yucatán, el candidato del PRI peroró como un militante de la oposición contra el PRI: El compromiso de formar gobierno con gente decente resultó un tanto hiriente para no pocos priistas de cepa que, en automático, se sienten descartados en la próxima administración, en caso de que el ex secretario de Hacienda arribe a Los Pinos. Por algo será.

Que no nazcan bebés en pobreza

No existe una ruptura explicita de Meade con el gobierno que lo hizo candidato, pero algo de eso se ventila en las siete propuestas de campaña. Sólo nos referiremos a dos de sus compromisos que entrañan el reconocimiento, primero,  de una deuda con los gobernados. Verbigracia: Que ningún bebé nazca en pobreza extrema, “con la garantía de derechos a la salud, educación y a una casa digna”. (La sintaxis es del orador).

Sin darle el debido marco conceptual, Meade se comprometió además a defender con su vida los intereses de la nación. Ayer fue más categórico: Convocó a “todas las fuerzas políticas” a unirse en defensa de la soberanía y dignidad de la nación.

Lo obvio en campaña electoral, es que los candidatos, por la fuerza de la necesidad de votos, desdoblen su personalidad.

Hablemos de los “bebés en pobreza extrema”. De agosto de 2015 a septiembre de 2016, Meade despachó como titular de la Secretaría de Desarrollo Social.

Por aquellos días -tenemos a la vista el texto- publicamos algunos datos de la situación del desarrollo humano en México. No agotaremos la recapitulación.

Investigaciones combinadas del Banco Mundial y del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social daban por cierto que en dos años la pobreza en México aumentó en dos millones, al pasar de 53.3 millones a 55.3 millones de mexicanos.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que regentea el mexicano José Ángel Gurria Treviño, a su vez documentó que uno de cuatro niños vive en hogares en que los ingresos son menores a los de la media nacional. Hablamos de 25 por ciento de los niños mexicanos.

La OCDE respaldó sus dichos con una gráfica en la que se indica que México está en penúltimo lugar entre 34 países socios en el rango de pobreza infantil. Se acota en aquel reporte que los gobiernos de esas naciones tienen como prioridad brindar a sus gobernados una alta calidad de vida.

Tres días después, la propia OCDE, en el análisis Midiendo el bienestar en los estados mexicanos, concluye que los resultados de la política social son mediocres. Estábamos en 2016. Poco más de un año Meade estuvo a cargo de Sedesol.

De cómo se ha defendido la “soberanía y la dignidad de la nación”

Meade había pasado, entre 2012 y 2015, por el despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores. En ese periodo, Barack Obama cumplía su segundo mandato presidencial.

Ayer, repetimos, el candidato presidencial llamó a la unidad de las fuerzas políticas para defender la soberanía y la dignidad de México. Sin explayarse, es obvio que se refería a la agresividad de Donald Trump, quien amenazó con militarizar la frontera con México.

Lo que está en el centro de esa cuestión, con el afamado muro como criminal alegoría, lo ha dicho el inquilino de la Casa Blanca, es el problema migratorio.

Sobre ese tema, desde el sexenio de Vicente Fox, respecto de la reforma migratoria en los Estados Unidos, México ha reclamado lo que coloquialmente se llamó la enchilada completa. No logró ni chilaquiles.

Pero el asunto migratorio se mantiene como foco de tensión en las relaciones bilaterales. El discurso del gobierno mexicano está plagado de estadísticas. La principal, sobre el aporte de los mexicanos a la economía de los Estados Unidos. En esa base se sustenta la defensa de nuestros compatriotas contra la amenaza de deportación.

Los datos, sin embargo, reportan que las expulsiones de Trump todavía no superan el record de las expulsiones registradas durante la gestión de Obama: Unos cuatro millones de mexicanos.

Casi tres años, Meade despachó como operario de la Política Exterior de México. “La soberanía y la dignidad de la nación”, ¿no sufrían entonces agravios irreparables, colocado en la humillante condición de patrio trasero?

Cuando el priista Roberto Madrazo Pintado contendió por la presidencia de la República en 2006, la escena electoral se pobló de engomados con la siguiente leyenda: ¿Usted le cree? ¡Yo no! Vale. Es cuanto.

VP/Opinión/EZ

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