Voces del Periodista Diario

Libertad de Prensa, una golondrina no hace verano

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

A días de la conmemoración del 33 aniversario del asesinato de don Manuel Buendía (30-V-1984), y a horas de que en México se repita el ritual del Día de la Libertad de Prensa (7 de junio), es gratificante escuchar una advertencia: Si la prensa calla, la democracia retrocede.

El 31 de mayo de 1984, en medio de la conmoción provocada por el crimen contra don Manuel Buendía, fue de indiscriminada suscripción gremial la expresión: La bala que mató a Buendía, dio en el corazón de la Libertad de Expresión.

Después del asesinato, en mayo pasado, del corresponsal de La Jornada Javier Valdez Cárdenas, en Culiacán, Sinaloa, la estadística de atentados contra periodistas, comunicadores, instalaciones de empresas editoriales, etcétera, ya situaba a México en el rango de uno de los primeros países del mundo más peligrosos para el ejercicio del oficio periodístico.

Es, desde ese macabro balance, que es de tomarse en consideración la propuesta de que debe hacerse una revaloración pública y social de la labor del periodismo mexicano.

Sostuvo esa iniciativa reivindicatoria el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, al anunciar una reactivación de los mecanismos de protección a periodistas y defensores de los derechos humanos.

El periodismo libre, expresó Osorio Chong, no sólo es un derecho constitucional, sino también una mirada crítica que da vida y sustento a la democracia y fortalece la transparencia y la rendición de cuentas.

¿Quién puede estar en desacuerdo con una tesis de esa magnitud y trascendencia?

Lo que el mensaje del secretario de Gobernación revela es que, al menos él, manda señales de voluntad política. Pero una golondrina no hace verano.

Las llagas de la impunidad

El 17 de mayo pasado, el presidente de la República se reunió con la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago). En ese encuentro, el jefe del Ejecutivo federal atestiguó la firma de un convenio de coordinación con Gobernación, por el que los mandatarios estatales se comprometen a proteger a los periodistas.

Según ese papel, sellado con los logos de los estados, los gobernadores asumen el compromiso de crear en cada entidad federativa instancias especializadas, sensibles y capacitadas, para investigar las agresiones contra periodistas y generar protocolos de investigación sobre amenazas que, como lo hemos visto, se cumplen finalmente en la humanidad de los oficiantes del periodismo.

No es por malograr las buenas intenciones, pero, ¿qué periodista cuerdo se atrevería a poner su seguridad e integridad personal y profesional en manos de gobernadores como Miguel Ángel Yunes Linares, Graco Ramírez Garrido Abreu, Quirino Ordaz Coppel o Eruviel Ávila Villegas?

Si en cada criminal  atentado pretende callarse a la prensa y en cada silencio la democracia retrocede, es preciso que el enfoque institucional eleve su mira y se proceda ya a revisar de manera integral las viciadas y discriminatorias relaciones Estado-Medios de Comunicación.

Por supuesto, ese es un proceso de dilatadas expectativas, pero así son las políticas de Estado que pretenden ir a la raíz de los problemas, que no se resuelven con placebos de ocasión que no funcionan en las llagas de la impunidad.

No hay otro camino si tenemos las metas claras y autenticidad en su consecución.

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