Voces del Periodista Diario

La muerte, al desnudo; se han analizado 3,600 cadáveres en 2015

En el Instituto de Ciencias Forenses (Incifo), la muerte es el trabajo cotidiano; aquí laboran médicos que no curan, pero sí investigan las causas del deceso de miles de mexicanos, e incluso, extranjeros.

Doña Leonor está en una de las 12 planchas metálicas del anfiteatro, un lugar de aproximadamente 15 x 6 metros, alumbrado con luz blanca, en donde reina un ambiente silencioso y frío. Ella tiene cabello cano a la altura de los hombros y denota unos 50 años de edad.

Su cuerpo rígido está desnudo y cubierto únicamente en el pubis con una sábana azul cielo lo cual permite ver la tonalidad amoratada de su piel, que ha tomado ese color debido a que falleció hace casi 30 horas.

En uno de los extremos de la plancha hay una tarja con una manguera negra y en la parte superior cuelga del techo una lámpara de quirófano, además se observa una báscula para pesar los órganos, la cual tiene una ligera mancha de sangre.

Al fondo, en un hueco, está una pila de sábanas azules con el logotipo del Incifo y sobre unas tarjas pegadas a la pared hay serruchos y botes para colocar agujas y hojas de bisturí, además de cintas métricas y tres cuadernos de registro en donde los técnicos hacen anotaciones de cada cadáver que ingresa, como medidas y condiciones del cuerpo.

Doña Leonor tiene una herida que va desde el cuello hasta debajo del ombligo, la cual está suturada con hilo grueso blanco que se ha teñido de color rojizo por el ligero escurrir de los fluidos corporales. La necropsia ha concluido y entra el fotógrafo, quien hace el registro del cuerpo previo y posterior al procedimiento de necropsia, indica Felipe Edmundo Takajashi Medina, director del Incifo.

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Asimismo, el médico forense Takajashi Medina refiere que primero se realiza una revisión externa del cuerpo y se describen las lesiones (en caso de existir), así como los signos de enfermedad.

En cuanto el cadáver ingresa al anfiteatro se fotografía y se lava para quitar escurrimientos de sangre o de otros fluidos y se vuelve a retratar para registrar lesiones y señas particulares. A continuación, se toman medidas (estatura, peso, perímetro torácico y abdominal) y se examina en el siguiente orden: cráneo, cuello, tórax y abdomen.

La cavidad craneal se abre de la parte posterior de la oreja hacia la contralateral pasando por arriba del cráneo; después se levanta el cuero cabelludo y se hacen dos colgajos, de manera que queda al descubierto el hueso y se corta ya sea con sierra eléctrica striker, serrote o  segueta. Luego, se desprende la calota o bóveda (parte superior) y queda al descubierto el cerebro, se cortan las meninges, se extrae la materia gris y se lava, fotografía, pesa y se corta para revisarlo.

Posteriormente se hace una incisión vertical del mentón hacia el pubis, el cual permite visualizar toda el área quirúrgica, es decir, el interior de la persona. A continuación se revisan las estructuras del cuello (laringe, faringe, tráquea, esófago, arteria carótida y vena yugular) así como la lengua y la boca (encías y mejillas).

Después se hace un corte en las costillas con un instrumento llamado costotomo (una especie de pinzas con filo) y se quita el esternón, por lo que quedan al descubierto los órganos torácicos: pulmones y corazón; se extraen, lavan, pesan, y se fijan fotográficamente.

Enseguida se examina la parte abdominal: hígado, bazo, vesícula, páncreas y riñones; sin embargo, si es un cadáver femenino también se revisa el útero. Después se toman las muestras de no más de cinco centímetros (en caso de ser necesario) para enviarlas al laboratorio pertinente. Los órganos se regresan al cuerpo, se sutura y se vuelve a lavar.

Si el cuerpo es desconocido, interviene el odontólogo, el antropólogo, el dactiloscopista, así como personal de genética, para armar un expediente e identificarlo. Luego se coloca en la cámara de refrigeración, pero si no es reclamado en un lapso de tres semanas, se envía a la fosa común.

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Alrededor de doña Leonor, cuatro estudiantes de medicina forense, guiados por su profesor, realizan las mediciones de sus extremidades, en tanto que una antropóloga realiza el registro. A continuación, el fotógrafo  hace tomas de la mano acompañada de una ficha con números y los dedos manchados con tinta negra, signo de la dactiloscopia realizada.

Al concluir, los estudiantes meten el cuerpo en una bolsa de tela café y colocan otro cuerpo muy delgado (al parecer femenino) embolsado a un lado de doña Leonor, el cual es descubierto para que el fotógrafo registre algunas señas particulares; en la espalda se observan manchas de sangre. Una vez terminada la labor, se vuelve a cerrar la cubierta.

Ausencio Peña Mendoza, técnico del Incifo, abre una cámara de refrigeración que se mantiene a 4ºC o menos, pues es lo requerido por la ley de Salud; hay dos racks con 24 compartimientos en donde se colocan los cadáveres usando un montacargas; todos los espacios están llenos e incluso hay cuerpos en camillas.

En la sala de reconocimiento está un cadáver masculino de aproximadamente 25 años de edad, en tanto que en una habitación conjunta, espera otro cuerpo muy delgado. Tiene la boca abierta y se logra vere no tiene los dientes frontales. La perito odontóloga Fabiola Gutiérrez Sánchez se acerca a él y lo examina con un instrumento metálico alargado llamado retractor.

No sólo en esta temporada la muerte está cerca de los terrenales, ella trabaja los 365 días del año razón por la que instituciones como ésta se equiparan con ella en jornada laboral.

 

 

 

Con información de Excélsior

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