Voces del Periodista Diario

Adolfo El joven López Mateos

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

Cuando en 1946 apareció su candidatura al Senado de la República por el Estado de México, Adolfo López Mateos pasó por los filtros del cuestionamiento político por su nacionalidad. Esta polémica se exacerbó al ser nominado por el PRI a la Presidencia de México en 1957.

Registros de aquella época aseguraban que había sido hijo del español Gonzalo Murga. El asunto tenía que ver con la doctrina constitucional, que entonces impedía a hijos de extranjeros ocupar puestos de gobierno relevantes.

Con independencia de esos litigios que tienen que ver más que nada con la pugna electoral, está demostrado que Adolfo López Mateos fue, en el sentido bíblico, Hijo de Madre; doña Elena Mateos.

En octubre de 1957, el mexiquense secretario de Trabajo, López Mateos, fue convocado al despacho presidencial en Palacio Nacional, “a acuerdo” con Adolfo El viejo Ruiz Cortines. El socarrón veracruzano lo tomó del brazo y lo condujo pausadamente a la Galería de Presidentes anexa:

En la intimidad del diálogo, le señaló un mapa mural de México: Por desencuentros entre mexicanos, hace un siglo perdimos la mitad del territorio. (Haciendo circular el brazo derecho sobre la imagen). No permita que la discordia nos robe una pulgada más. La integridad territorial y la dignidad nacional son responsabilidad de todo patriota”.

Fue la peculiar manera en que Adolfo El viejo le comunicó a Adolfo El joven su selección para sucederlo en 1958.

Como creció el territorio mexicano

Cuando seis años después López Mateos entregó la banda presidencial, casi pasó desapercibido un dato: En su sexenio, el territorio nacional había crecido 333 hectáreas; “sin disparar un tiro”, como se dice ahora.

El mexiquense cuestionado por su nacionalidad, convirtió la oración por pasiva y dejó acreditado su incuestionable nacionalismo.

Después de la guerra de despojo de 1847, los Estados Unidos impusieron a México la frontera. En el oriente estaría marcada por el Rio Bravo. Al paso  del tiempo, la ribera se desplazó hacia el sur. El predio de El Chamizal (norte de Chihuahua/ 243 hectáreas) quedó en territorio tejano.

México planteó el reclamo desde el mismo siglo XIX. El 14 de enero de 1964 su razón jurídica se vio reconocida en un acuerdo con Washington. A decir verdad, si el minúsculo y aparentemente insignificante y árido espacio era la Litis, lo que había estado en juego es la dignidad nacional.

Ninguna humillación ante el Imperio

¿Cómo logró Adolfo López Mateos esa reivindicación de cara al Imperio? Con  oficio diplomático de alta escuela. El mexiquense se había ejercido en estas lides en los primeros años cuarenta. Era subsecretario de Relaciones Exteriores el brillante intelectual Jaime Torres Bodet.

No solo: Compulsivo estudioso de la Historia Nacional (su vocación la facilitó un juvenil puesto de bibliotecario), López Mateos había dado con la huella y la obra de El verdadero Hombre de Atlacomulco: Don Isidro Fabela.

Fabela formó parte del cuerpo de colaboradores en materia de Relaciones Exteriores del constitucionalista Venustiano Carranza. A la gestión de eso soberanistas se debe la decisión de Washington de retirar a los marines que el 21 de abril de 1915 tomaron por asalto el puerto de Veracruz, con la mira puesta en la capital de la República.

Medio siglo después, don Isidro Fabela estaba en activo cerca del presidente López Mateos. No había extraviado su espíritu patriótico. Lo demostró en el foro de la Organización de Estados Americano (OEA), reputada como Ministerio de Colonias de los Estados Unidos, dispuesta tal organización a cortar la yugular de la Cuba revolucionaria.

Hasta le echó el ojo a Jaqueline

El presidente de los Estados Unidos era John F. Kennedy. En junio-julio de 1962 Kennedy visitó la Ciudad de México. Fue evidente que en el encuentro de produjo una intensa corriente de empatía entre ambos.

 (La nota de color de esa visita: Kennedy pone la atención en el reloj de muñeca de López Mateos. Bonita prenda. Raudo, López Mateos se despoja del reloj y se lo entrega al visitante. En el protocolo de presentaciones, Kennedy presenta a Jaqueline a López Mateos. El anfitrión: Bella dama. Kennedy: Le devuelvo su reloj, señor Presidente. El visitante defendió su derecho de tanto.)

En ese encuentro se puso a caballo de nuevo el reclamo de México sobre El Chamizal. El 28 de octubre de 1967 Lyndon B. Johnson formalizó la entrega física con las 90 hectáreas agregadas. Pequeñas magnitudes; grandes signos.

Durante su sexenio, a López Mateos tocó poner en operación el Ferrocarril Chihuahua-Pacífico. En el viaje inaugural, el Presidente fue abordado en el Valle de El Fuerte, Sinaloa, por un inquieto grupo de jóvenes, padres de familia y maestros: Demandan apoyo para una extensión universitaria en la ciudad de Los Mochis, donde la escuela pública terminaba en la secundaria.

Algo se deslizó en el parlamento. A las semanas, la comunidad se posesionó de una importante extensión de terrenos rústicos para edificar ahí instalaciones de Educación  Media Superior.

Los terrenos eran reclamados como propiedad por la Compañía Azucarera de Los Mochis. Pero 24 años antes no se llamaba así: Su denominación social era de la United Sugar Companies. Lázaro Cárdenas le expropió las tierras y se les entregó a 36 ejidos.

Cuando se produjo la invasión de    algunos solares, aparecieron abogados de la Sugar reclamando la acción punitiva del gobierno. Los activistas se dirigieron por escrito a la Casa Blanca. Kennedy ordenó al Departamento de Estado intercediera para que los litigantes no metieran más ruido. Aquello era para obra educativa.

¿Hacia dónde vamos, Señor Presidente?

El 27 de septiembre de 1960, el secretario de Hacienda y Crédito Público, Antonio Ortiz Mena, plantó banderas mexicanas en las instalaciones de la canadiense The Mexican Ligh and Power Co.

 Vieja demanda del pueblo mexicano, se dijo, que ahora responde al imperativo de desarrollar una política nacional de industrialización.

Aunque de origen canadiense dicha corporación, algunos representantes del sector privado mexicano pretendieron sonsacar al gobierno de los Estados Unidos para que condenara las expropiaciones. Aquí surgieron los desplegados: ¿Hacia dónde vamos, señor Presidente?

La Casa Blanca no cayó en la perversa gambeta. Resultado de la diplomacia soberana conducida por López Mateos, sin hostilidades pero sin sometimientos medrosos.

El subsecretario de Relaciones Exteriores del gobierno de Manuel Ávila Camacho, don Jaime Torres Bodet, pasó al gabinete de López Mateos como secretario de Educación Pública. Para decirlo pronto, Torres Bodet había transitado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Don Jaime si tenía mucho tiempo para la cultura.

El orgullo de ser mexicano

Al inmenso poeta se debe la instrumentación de la iniciativa que creé la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, proyecto encaminado a apoyar a hijos de familia sin posibilidades económicas ni para comprar un cuaderno.

A don Jaime, agradable, culto y elegante, no le daba por andar en poses para las cámaras de televisión. Confió aquella tarea a otro grande de la cultura y la literatura mexicanas. Don Martín Luis Guzmán.

La obra cumbre que López Mateos y Torres Bodet heredaron a los mexicanos fue la de sus monumentales proyectos museológicos.

Por obvias razones, se menciona en primer lugar el Museo Nacional de Antropología e Historia, máxima expresión de orgullo de nuestros orígenes, de nuestro desarrollo humano y cultural; síntesis de nuestra identidad nacional.

Hubo en aquella forma de gobernar los más elevados valores, los más altos principios, la más valiente voluntad política, la conciencia de servicio y, sobre todo, congruencia.

En estos días parece que la genética es puesta en duda. A los mexiquenses ya no los hacen como antes.

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