Voces del Periodista Diario

Ferias como cotos del crimen organizado

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

¿De qué helipuerto despegó la aeronave y a qué base regresó?

Cuando es convicción generalizada que México pasa por un proceso de militarización, la lógica indica que opera un permanente monitoreo del tráfico aéreo para autorizar y vigilar despegue, vuelo y aterrizaje de todo aparato que invada y cruce cielos mexicanos.

El colmo se ha presentado en estas horas: Un helicóptero de características aún no precisadas, planeó sobre los terrenos de la Feria Internacional del Caballo de Texcoco, Estado de México, y dispersó miles de volantes amenazantes a destinatarios identificados sólo por sus alias.

No es un suceso fácil de digerir: El Estado de México es tierra nativa del presidente Enrique Peña Nieto; la entidad pasa hoy por una pugna electoral en la que la mayoría de los beligerantes intercambia acusaciones de guerra sucia.

Es un secreto a voces que eventos instituidos para exaltar culturas regionales y a la vez practicar el mercadeo de productos típicos de diversa naturaleza y factura, han sido tomados a título de franquicia por toda clase de intereses facciosos.

La tradicional Feria Nacional de San Marcos, en Aguascalientes, es conocida ya desde hace varios años como La feria de san narco. Por el mismo barniz pasa la Feria Nacional de León, Guanajuato.

La Feria Nacional de Pirotecnia, también en el Estado de México, es electrizante noticia por las tragedias que un día sí, y otro también, se suceden en su calendario y entorno.

La semana pasada, la Feria de Cuernavaca, fue centro del conflicto político entre el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, y el alcalde del municipio capital, Cuauhtémoc Blanco. Desde el Palacio de Gobierno estatal se denunció que el festival es objeto de disputa  entre bandas del crimen organizado.

Ahora fueron volantes; mañana puede ser metralla

Tocó el turno a Texcoco, Edomex, gobernado por el alcalde ex perredista Higinio Martínez. Aquí fue donde hizo su irrupción el misterioso helicóptero, cuyas amenazas fueron suscritas por una autodenominada La Familia Unida.

El secretario general de Gobierno de Eruviel Ávila Villegas, José Mazur Quiroga  se conformó con declarar a bote pronto: No hay denuncia formal sobre ese hecho. Y se quedó tan campante.

En Texcoco, hace unas semanas se suspendió también de última hora un evento musical popular; decisión que dejó más preguntas que respuestas.

El punto es que, en esos que se presumen ajustes de cuentas entre bandas armadas en disputa por territorios, se congregan miles de personas lugareñas y otros miles de visitantes, que en cada lance son convertidas en potenciales víctimas inocentes de esos choques.

Festivales de ese tipo (sobre todo porque corren apuestas en dinero efectivo a granel), deben pasar por permisos o licencias, cuya facultad corresponde a la Dirección General de Juegos y Sorteos de la secretaría federal de Gobernación.

Por la misma razón, las corporaciones de Seguridad federal o estatales deben desplazar activos para la preservación del orden. Y responsabilidad similar toca a las dependencias de Protección Civil.

Lo ocurrido en Texcoco, configura un inadmisible acto de provocación y desafío de la delincuencia organizada a esas autoridades. Tan bien organizada que, como si se tratara a escala de un juguete de control remoto, puede contratar un helicóptero operado por seres de carne y hueso, cuya huella parece perdida entre las nubes.

Ahora fue un helicóptero. Mañana pueden ser drones. Ahora fueron volantes. Mañana puede ser metralla.

En la crispada situación electoral del Estado de México, es inexplicable que el gobierno no tome las providencias del caso. Y, a no tomarlas, se agrega el hecho de que se quede pasmado.

¿De quién fue la omisión? ¿A quién fincarle responsabilidades por negligencia o ineptitud? La ley de la selva, es de suyo peligrosa. En tiempos de guerra sucia, imposible medir futuras consecuencias.

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Redacción Voces del Periodista