Voces del Periodista Diario

Incitación al suicidio como sociedad y como Nación

VOCES OPINIÓN Por: Lic. Mouris Salloum George.

Se percibe cierto tufo irracional en el festín por la estrepitosa derrota del PRI beltroniano el pasado 5 de junio. Los sedicentes dómines del análisis político, que ven el árbol más no el bosque, se enfrascan en un bizantino debate sobre si el resultado electoral fue o no voto de castigo al Presidente.

No es ese el punto. Por supuesto, resultan indefendibles los supuestos por los que las empresas encuestadoras llenaron de júbilo a los priistas a los que los pronosticaron triunfos arrolladores al estilo de la vieja y oxidada “aplanadora”.

Resultan indefendibles, también, los spots con los que el PRI y sus candidatos pretendieron embaucar a los votantes, magnificando los beneficios de las “reformas transformadoras”, invisibles para el gran conglomerado nacional.

Lo cierto es que no le resultó al PRI renacido en 2012 su ofensiva propagandística en campaña que, en el fondo, presentó al Peñismo como la fase superior del populismo echeverrista.

No ese el punto, repetimos: La morbosa celebración de la debacle tricolor deja de lado que los resultados de la votación dominical recorrieron el poder político de la derecha hacia la ultraderecha.

Desde 1976, en que por ríspidas pugnas internas el PAN no pudo acreditar candidato presidencial, juiciosos y lucidos sobrevivientes de la base fundacional del partido denunciaron que esta formación era objeto de una embestida de corte empresarial-fascista.

Del neopanismo a los bárbaros

Hacia la década de los ochenta, cuando el embajador de Ronald Reagan en México, John Gavin, apareció como operador áulico del PAN, esa sospecha se reafirmó con la aparición del neopanismo, que devino bárbaros del norte.

El panista, convertido ahora al Peñismo, Vicente Fox, en esa tendencia, declaró que su gobierno sería uno de los empresarios, por los empresarios y para los empresarios. Peor alineamiento en el corporativismo totalitario no puede haber. El corporativismo, es la marca de la casa santo del fascismo.

Al pecado de embarcar a México en una fratricida guerra, Felipe Calderón agregó una serie de iniciativas de ley que, con la coartada del combate al narco y el terrorismo, dio pie a la inhibición y a la represión de los movimientos sociales, castigando con graves penas de privación de la libertad el solo gesto de cuestionar actos de autoridad pública.

Para mejor ilustrar el tema, baste con recordar que los sexenios  Fox-Calderón, que se enmascararon con un falso humanismo político, son conocidos como los de La Docena Trágica.

Con independencia de las técnicas manipulativas del voto popular al través del uso intensivo, exhaustivo y faccioso de los medios de comunicación social, está el hecho de que la sociedad -para emplear la lapidaria expresión del poeta Javier Sicilia- está hasta la madre del gobierno.

En ese estado colectivo de alienación, se explica que el voto se haya expresado contra el partido en el poder. Ese mismo estado sicológico indujo al votante, incesantemente acosado por la propaganda, a ver instintivamente otras opciones sin reflexionar sobre sus calidades.

Colaboradores de Voces del Periodista, como los ameritados intelectuales James Petras y Noam Chomsky, tienen tiempo advirtiendo que el gobierno estadunidense, está conduciendo a la sociedad norteamericana hacia un Estado Policiaco-Militar.

Si tal fenómeno ocurre en el interior de los Estados Unidos, no es de sorprender que regímenes de corte progresista, incluso de definición socialista, estén siendo derrocados en América del Sur, donde Washington aparece como la mano que mueve la cuna.

Lo que nos esperaría de un Eje Casa Blanca-Los Pinos

Ahora mismo, ahí está el salvaje discurso del candidato republicano a la presidencia, Donald Trump, que tiene como clientes favoritos a los mexicanos transterrados en los Estados Unidos.

Con el vesánico republicano Reagan (impulsor de la Operación Irán-Contra, entre otras canalladas), el PAN inició en los ochenta su vertiginoso ascenso electoral. Y las fatídicas consecuencias están a la vista.

¿Es de alegrar que eventualmente en 2018 coincidan en las presidencias de los Estados Unidos y México un Trump y quien pueda resultar abanderado del PAN?

En términos llanos, sería una incitación al suicidio como sociedad y como nación.

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