Voces del Periodista Diario

Las mentiras de Blair y Bush

VOCES OPINIÓN Por: Lic. Mouris Salloum George.

Cuando las cosas ya no tienen remedio, los rancheros mexicanos suelen decir: Después de conejo ido, pedradas al matorral.

Aplica la sabiduría ranchera a lo que en estas horas en el Primer Mundo equivale el Reporte Chilcot sobre la participación del Reino Unido en la invasión de Irak en 2003.

“Chilcot”, es sir John Chilcot, diplomático británico y asesor de la reina Isabel, quien en 2009 aceptó investigar las circunstancias en que el primer ministro Tony Blair se embarcó en la aventura del presidente estadunidense George W. Bush contra el régimen de Saddam Hussein.

En su contenido nuclear, el Reporte Chilcot reconoce que gran parte de la población del Reino Unido se oponía a la guerra de Bush en Medio Oriente. Movilizaciones hasta de un millón de personas dieron testimonio de esa repulsa.

Tras analizar 150 mil documento y tomar declaración a 150 testigos, el Reporte señala que la decisión de Blair se sustentó en una “Inteligencia distorsionada que no ha sido puesta en cuestión, pero debiera serlo”.

“Gran Bretaña se unió a la invasión de Irak en 2003 -‘un gran fracaso’, dice la conclusión-, sin que todas las opciones pacíficas hubiesen sido agotadas”.

Saddam Hussein no representaba una amenaza al Reino Unido, ni había pruebas suficientes de que Irak poseía armas de destrucción masiva (argumento esgrimido por Washington), sostiene la investigación.

El ex primer ministro no puede ser acusado en su país por crímenes de guerra, pero la Corte Penal Internacional analiza el reporte comentado para discernir si puede demandar a Blair, toda vez que pudo inducir al Parlamento a cometer un error (al aprobar la intervención en Irak), en cuyo caso su crimen es perseguible.

“Tengo más arrepentimientos de los que muchos creen”, declaró Tony Blair.

Del renacido Bush todo se puede esperar. (Lo de renacido, viene de su supuesta rehabilitación de su adicción al alcohol y las drogas, que dejan más taras que la guerra misma).

Con toda cachaza, el ex presidente norteamericano dijo no haber leído el reporte Chilcot, pero, en todo caso declaró, “el mundo está mejor sin Hussein”. Y que quedó tan campante.

Privilegio de ser grande, no pensar

Cierto clásico del estudio de la Comunicación Masiva, Marshall MacLuhan, tiene un preciso diagnóstico para esos casos: El privilegio de ser grande, es no pensar.

Vale la cita en virtud de que, cuando empieza a actuar el juicio de la historia, los hombres de poder descargan sobre sus asesores las responsabilidades de sus fechorías. Nada resuelve la Humanidad con que Blair se finja arrepentido.

La tragedia del Medio Oriente se ha dimensionado al grado de que, hasta el propio papa Francisco afirma que, aunque quiera achicarse la monstruosa realidad, estamos en el umbral de la Tercera Guerra Mundial, la nuclear.

Desde los sucesos que se tomaron como coartada para desencadenar la conflagración en Medio Oriente, Voces del Periodista ha publicado serias investigaciones de reconocidos académicos internacionalistas, que sostienen que  los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York, fueron una rigurosa y perversa operación prefabricada por los aparatos de inteligencia aliados a fin de lanzarse sobre el petróleo y el gas de aquella región.

Los atroces saldos de esa aventura bélica han sido contabilizados puntualmente por nuestra publicación impresa y las correspondientes digitales.

Duele reproducir el macabro balance hasta estos días. Pero hemos sido también testigos de que el azote sobre los indefensos pueblos medio-orientales, se ha revertido como búmeran a las metrópolis que no hallan hoy cómo librarse del fenómeno de los desplazados que saltan las fronteras europeas en busca de atemperar la crisis humanitaria.

El reciente Brixit que ha sacudido a la Unión Europea y disloca el régimen económico globalizado, encuentra en el interior del Reino Unido su propia dramática expresión de desintegración.

Blair quiso ser titán; terminó en enano

El insospechable escritor Robert Fisk, colaborador del diario inglés The Independent, ha preguntado en horas recientes: ¿Dónde están los titanes ahora?

“Con frecuencia he hecho esta pregunta”, dice Fisk: “Hoy me doy cuenta de que Tony Blair quería ser un titán. Allá, al lado de los Churchill, los Roosevelt, los Tito y, me atrevo a sugerir, los Stalin. Hombres que hicieron mover la Tierra. Tal vez por eso el logro de John Chilcot no fue probar que Blair fue un criminal de guerra, sino que era un enano”.

Acota el escritor: Hay una deshonestidad subyacente en la reflexión de Chilcot sobre la deshonestidad de Blair. La evidencia de armas de destrucción masiva (AMD) no era bastante sólida, pero aún así, según lor Blair, valió la pena deshacerse de Saddam Hussein…

Si Blair hubiera sido sincero sobre los peligros de las AMD, él y Bush habrían invadido una nación que sin duda las posee y alardea de ello: Corea del Norte. “Y sabemos porqué: Porque Corea del Norte en verdad las posee. Lord Blair y Bush jamás habrían considerado una aventura contra el amado Kim Jong-un”.

Por esa misma razón, reflexiona Fisk, Blair nunca hubiera propugnado la invasión de una nación musulmana retacada de extremistas islámicos, que acuchillan, fusilan y queman en la hoguera a sus enemigos infieles y hace pruebas con ADM: Pakistán.

Continúa Fisk: “El pobre de Saddam dijo la verdad -que no tenía AMD- y por eso se condenó a sí mismo y a los pobres iraquíes a morir en masa. Y de eso se trata, ¿cierto? Los árabes de Irak, y ahora de Siria, soportan un desastre humano en escala sin precedente a causa de las mentiras de Blair y Bush”.

A los iraquíes no les permitieron aportar evidencia; los musulmanes y cristianos muertos en Irak no tuvieron a nadie que defendiera la integridad de sus vidas. Si alguien hubiera presentado su caso, el informe Chilcot jamás se habría concluido, asegura Fisk.

Finalizamos por nuestra parte: Sí el Reporte Chilcot no tiene consecuencias jurídicas, ¿de qué sirven los dos millones 600 mil palabras con las que se escribió?

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