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PRI: El tortuoso camino rumbo al precipicio

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

 

¿Cuál es la sinrazón que nos pone en riesgo de retornar a la era del orangután? No aprender de los errores del pasado.

La Historia no es un montón de retazos del que podamos escoger -como de un escaparate de telas- la que más nos guste. La historia no se da por tramos aislados. Es un proceso continuo y abarcador en cuya lectura sólo los más avisados y visionarios saben sacar rendimientos políticos.

En poco más de tres décadas ha desaparecido del escenario político mexicano más de media docena de partidos con registro nacional y una legión de formaciones políticas que no conservaron o no lograron en su primera incursión electoral el favor de los votantes. Para decirlo coloquialmente, fueron remitidos al basurero de la historia.

Aun el PRI, otrora reputado pretenciosamente como invencible, en ese mismo periodo ha recibido una tarjeta amarilla y una roja, en 1988 y 2000. Ya para las elecciones generales de 2006, tuvo que confiar en el Partido Ecologista de México (PVEM), que seis años se había puesto a remolque del PAN.

En los procesos electorales que culminaron el pasado 4 de junio, el PRI tuvo que buscar oxígeno arrimando a su fogón las famélicas sardinas de tres partidos. Sus resultados no son para arrendarle las ganancias.

Ahora, el Partido Encuentro Social (PES), uno de los aliados priistas de 2017, ha anunciado que en 2018 irá con candidato presidencial propio. El mismo PVEM acaba de avisar que considera su eventual incorporación a frente amplio opositor, concebido, por un flanco, contra el PRI y, por el otro, contra Andrés Manuel López Obrador.

Las ratas, dice la conseja popular, son las primeras en abandonar el barco en picada.

El ciclo victorioso del PRI, inaugurado en 1930 -12 triunfos en elecciones presidenciales, 24 de legisladores federales, 360 de gobernador y 54 mil 600 contiendas municipales-, se cerró propiamente en 1994.

No fue fortuito ni espontáneo el declive del “partido casi único”: Hace 28 años, en julio de 1989, sometido al yugo presidencial, Luis Donaldo Colosio fue obligado a entregar la primera gubernatura al PAN en Baja California.

En lo sucesivo, por el método de las concertacesiones, pactado en la Alianza Estratégica (PAN-Salinas de Gortari) de 1988, otros gobiernos estatales fueron dados al partido que, en los 50 años precedentes, no había logrado coronar su brega de eternidad con una gubernatura.

Fue el tortuoso “camino correcto” por el que el PRI, siempre bajo consigna presidencial, terminó por entregar Los Pinos en 2000.

Para 2016, el renacido PRI había sido desplazado ya de la mitad de las entidades de la República. Acaba de reconocer su derrota en Nayarit, está en riesgo su continua  permanencia en Coahuila, y el estado de México se resolverá en los despachos  del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

No hay secreto en ese proceso de decadencia. Parafraseando al clásico, cuando un partido muere, no se precisa la autopsia: Murió por suicidio.

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