VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George
Algo no cuadra en eso que en México conocíamos como soberanía nacional. Desde cualquier cuadrante que lo veamos, lo que parecería estar fuera de lugar, es la diplomacia del PRI-Gobierno renacido en 2012.
Tomemos este punto de partida: “Acéptese o no la paradoja, las fuerzas armadas son ya un poder fáctico dentro de las instituciones. Su creciente participación, principalmente de los marinos, en escenarios de política interior, crea serias inquietudes sobre el papel que debe corresponderles”. (Jorge Carrillo Olea/ La Jornada/ 22-IV-2016).
En pleno desarrollo de las campañas electorales de 2016 en más de un tercio de las entidades de la Republica, en las que se renovarán doce gubernaturas, desde Tamaulipas, en esa tesitura, partidos de oposición claman por la presencia de las fuerzas armadas federales para proteger a los candidatos, una vez que algunos de ellos están retirándose de la contienda por temor al crimen organizado.
Ese angustioso clamor de los beligerantes electorales, de ser atendido por el gabinete de Seguridad Nacional, puede ofrecernos un 5 de junio con más de la mitad del territorio nacional militarizada.
Huelga decir que Tamaulipas, colindante de Texas (USA), es uno de los estados que más preocupan a Washington. Ahí, el PRI acaba de retirar las primeras tres candidaturas, según declaró el dirigente nacional Manlio Fabio Beltrones, por haberse dejado comprar por los cárteles de la droga.
No son signos que se deban echar en saco roto, so pena de vernos envueltos en consecuencias irreparables.
Sinrazones sobran: La primera que debemos destacar, es que hace menos de tres semanas el Departamento de Estado de los Estados Unidos, con un lenguaje digno de dirigirse a las viejas repúblicas bananeras de la región, dictó al Estado mexicano el peor veredicto que pueda aplicarse a un gobierno amigo en materia de Derechos Humanos.
Parecería que, obligado a terciar en la campaña presidencial, Washington trató de rebasar por la derecha al candidato republicano Donald Trump arrebatándole el agresivo discurso contra México, como si la suplantación retórica mejorara per se las expectativas de la demócrata Hillary Clinton.
Lo sospechoso es que, como si la agenda hubiera sido puesta en reloj rigurosamente sincronizado, horas después El Pentágono envió a México una misión del Comando Norte encabezada por su jefe William, en un acto semejante al pase de revista de las Fuerzas Armadas mexicanas.
La imagen escalofriante que de ese ese espectáculo surgió, es la de los comandantes en jefe del Ejército, general Salvador Cienfuegos, y de la Marina Armada, almirante Vidal Soberón Sáez, recibiendo con fanfarrias al militar estadunidense, al que condecoraron con las órdenes al Mérito Militar y de Distinción Naval, por no quedó claro que atributos por lo que respecta a servicios a México, a no ser por si inclusión compulsiva en ejercicios militares multinacionales.
No se trata de un simple y tendencioso juego de espejos. Si el gobierno mexicano aceptó ser subordinado a los Comandos Sur, primero, y Norte, más tarde, no se requiere más para concluir que no puede darle a México paz por sus propios medios. Grave asunto.