Voces del Periodista Diario

Autoengaño y autocomplacencia

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

 

 

Modérele, mi presidente, le advertía su personal de la dirección de Imagen y Opinión Pública. ¿A qué?, respondía el jefe. A los datos sobre beneficiarios de Oportunidades. Colérico, el Presidente replicaba: “Dile a los que duden que vayan a contarlos”.

Vicente Fox fue un candidato presidencial construido por la mercadotecnia. Hasta la fecha, es un obsesivo adicto a los medios electrónicos. Es del dominio público que padece de narcisismo.

Su antecesor, Ernesto Zedillo Ponce de León, era el reverso. Con cierto aire de arrogancia era reacio al llamado al acicalamiento para aparecer en las pantallas de la televisión. Lo hacia por excepción.

Dos, tres, cuatro montajes televisivos diarios, repetidos incesantemente en las barras noticiosas, hacen una realidad virtual.

Contra ese modelo publicitario -“en vivo, en directo y todo color”-, está ahora la instantaneidad de las redes sociales, obra también de la tecnología informática, que en segundos desvirtúan, hasta la insana burla, la intencionalidad de los estrategas de imagen pública.

La campaña presidencial del candidato Enrique Peña Nieto se basó preferentemente en el uso intensivo y exhaustivo de la mercadotecnia.

Peña Nieto debió haberse sentido bastante satisfecho con los resultados de esa estrategia pues, ya en Los Pinos, nombró a su coordinador, Aurelio Nuño Mayer, primero jefe de la Oficina de la Presidencia de la República y más tarde secretario de Educación Pública.

Todo por servir se agota. La mayoría de las encuestas de 2016 reporta que la aprobación de la gestión presidencial se encuentra en incontenible picada.

Es que, entre la realidad virtual y la realidad verdadera, en el recorrido del mensaje público del emisor al receptor se cruzan la suspicacia y el escepticismo, cuyo saldo final se abona a la falta de credibilidad.

El 1 de diciembre de 2012, el buque insignia de la flota programática para el sexenio fue el afamado México en paz. Baste retomar la reciente expresión de hastío, de hartazgo en voz del general secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos Zepeda, para poner en entredicho la eficacia de la operación pacificadora.

Si lo dicen los periodistas confinados en el “círculo rojo”, si lo denuncian con fines electoreros los partidos de oposición, etcétera, los operarios de la estrategia de seguridad pública se sienten autorizados a descalificar  juicios y prejuicios de los detractores. En vez de reflexionar, se regodean en la autocomplacencia.

Inegi: Saldos de cuatro años de gobierno

Pero si lo afirma el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi, en cuya denominación se suprimió “Informática”), las cosas tienen que, deben de tomarse en serio.

Ayer, el Inegi dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Transparencia y Acceso a la Información. Sólo en el apartado de Seguridad y Narcotráfico, el sondeo reportó que 75 por ciento de los consultados desconfía de los datos gubernamentales.

Se destaca ese resultado, habida cuenta que, como quedó indicado, el México en paz fue primero entre los ejes rectores del plan sexenal de gobierno.

Pero, en materia de desconfianza, ésta alcanza a los apartados “desempeño de los gobiernos”, 75 por ciento; “uso de los recursos públicos”, 76 por ciento y “estado de la economía”, 72 por ciento.

A finales del sexenio de Felipe Calderón, en reunión del gabinete de Seguridad Pública, Alejandro Martí se llevó “la de ocho” con la siguiente exigencia: “Si no pueden, ¡Renuncien!”.

Por supuesto, nadie renunció. Más de 170 mil muertos y 30 mil desaparecidos son el macabro saldo actual de una guerra sin gloria ni punto final.

¿Renunciar a los placeres vicarios que ofrece una plaza burocrática? Alguna vez, un ejidatario se lo dijo al presidente Miguel Alemán, ¿Cuándo  se ha visto que una puerca suelte la mazorca que trae en el hocico? Es cuanto.

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