Voces del Periodista Diario

¡Bájense! de los carros y los caballos de los nuevos faraones

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

De los mandatos del Concilio Vaticano II (1962-1965), hubo dos consecuencias notables. Una de ellas, fue la gestación, especialmente en América Latina, de la Teología de la Liberación, anatematizada y combatida por Washington como marxismo recalentado. Tenía, tiene ese movimiento, signos de revolución social.

La segunda, fue una suerte de revolución profiláctica en la Santa Sede, acometida por el obispo Albino Luciani. Investido papa, adoptó el nombre de Juan Pablo I. Limpiar la casa, se propuso el pontífice, empezando por una profunda auditoría a las estructuras financieras vaticanas.

Haberlo hecho: Elegido a finales de agosto de 1978, sólo duró 33 días en su apostolado. El 28 de septiembre amaneció muerto en la recámara pontificia. Una línea de investigación sospechó de envenenamiento.

Estuvimos el 28 de septiembre pasado atentos a la agenda de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) en espera de alguna señal de luto por aquel intrigante suceso. Al menos públicamente no la detectamos.

La jerarquía católica estuvo muy ocupada en los días de septiembre organizado movilizaciones clericales contra el poder civil por una iniciativa -atorada desde antes en el Congreso de la Unión- para legalizar los matrimonios igualitarios.

La otra cuestión que ocupó a la CEM fue la ola de crímenes contra sus ministros; por lo menos dos homicidios (Veracruz y Michoacán), en menos de un mes en confusas circunstancias.

La política por encima de la Pastoral

Materia de esta entrega es el activismo político de la Iglesia católica antes y después de las elecciones del pasado 5 de junio. Algunos obispos hicieron alarde de su contribución a la derrota del PRI. Los resultados favorecieron al que antaño de presentaba como “el partido de los católicos”.

Hace escasos siete meses visitó  México el primer papa latinoamericano, Francisco. Los especialistas en cuestiones eclesiásticas, al hacer la lectura de sus mensajes, interpretaron que su finalidad fue recordar a los guías del catolicismo mexicano el papel misionero que los obliga.

En una apretada síntesis, según lo entendemos, pediría Francisco a los jerarcas católicos dar prioridad a la Pastoral por encima de la Política. Por lo dicho antes, todo indica que las conminaciones pontificias han sido como las llamadas a misa. El clero está inmerso en la muy mundana actividad electoral.

Desde las primeras semanas de su papado, Francisco dio indicios de que conocía profundamente el Vía Crusis al que está sometida la sociedad mexicana, víctima de las inhumanas estructuras de la desigualdad y de la violencia criminal e institucional.

Por eso, uno de sus llamados a la jerarquía fue a la cohesión y a la solidaridad, y a no perder tiempo y energías en cosas secundarias, en habladurías e intrigas.

El llamado pontificio no fue del agrado de la Arquidiócesis Primada de México, que ipso facto respondió enojada a ese exhorto.

Reproducimos unas líneas del mensaje de Francisco en la Catedral Metropolitana. “Sean por lo tanto”, recomendó,  “obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso. No le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla y la mundanidad…

No se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos por debajo de la mesa; no pongan su confianza en los ‘carros y caballos’ de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la ‘columna de fuego’, que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar, sin hacer grande rumor”.

“Sin hacer grande rumor”. Si mal no recordamos, el Papa Francisco no habló en latín (arrinconado ya por el Concilio Vaticano II). Habló en claro español, latinoamericano como es. ¿Qué es lo que no entendieron los obispos mexicanos? Es cuanto.

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