Voces del Periodista Diario

Donald Trump, un día después

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Es momentos de unirnos en propósitos comunes, de comprometernos con la paz, la justicia, la prosperidad; el respeto y el orgullo de nuestra casa común, que es México”.

Es el mensaje que incesantemente, en lo que va de enero, ha dirigido a los mexicanos Enrique Peña Nieto. Ayer lo repitió, prometiendo velar, por encima de todo, por “los intereses de México”.

Pero las palabras trascritas en el primer párrafo: Paz, justicia, prosperidad, respeto y orgullo por México, las pronunció el mexiquense el día de su toma de posesión como Presidente, el 1 de diciembre de 2012.

El fallido “actor con responsabilidad global”

En aquel discurso se incorporaron dos temas: 1) Mayor participación en el mercado global, y 2) Ser actor con responsabilidad global.

Los dos puntos citados, constituirían los cuadrantes de navegación sexenal en el océano de la globalización, ya encrespados por visibles y negativos presagios.

Por la Secretaría de Relaciones Exteriores han pasado ya dos titulares, removidos para instalar a un tercero.

La participación en el mercado global, es hoy precaria y tambaleante; el compromiso de responsabilidad global, sigue siendo un imperativo muy lejos de la meta.

En el Foro Económico Mundial, reunido en Davos, Suiza -a la vista del Brexit, que resquebraja a la Unión Europea, y la instalación de Donald Trump en la Casa Blanca-, han trascendido voces que dan por concluida la era de la globalización: Debe diseñarse un nuevo orden internacional en el que China parece ya llevar la voz cantante, es la perspectiva.

Durante lo que va del mandato de Peña Nieto, sin embargo, México ha permanecido a remolque de los designios de los Estados Unidos, que apenas parece recuperarse de los remesones de la crisis financiera internacional,  tipificada por los analistas especializados como la Segunda Gran Depresión.

En el marco de ese subversivo fenómeno, los mexicanos pagan la cruda por una borrachera que no se pusieron.

La miopía, el santo y seña de la casa

Desde las elecciones primarias de los partidos Demócrata y Republicano (USA), durante las campañas presidenciales, y ya definida la sucesión en la Casa Blanca, el gobierno mexicano actuó, para decirlo suavemente, con absoluta falta de discreción y de tino.

Investido ya Presidente el magnate republicano, lo único que parece quedarle a México, es buscar, de lo perdido, lo que aparezca.

Cuando sentó reales la crisis financiera interna, los conductores de la política económica estatal, interrogados ex profeso, declararon que no tenían un Plan B para salir del hoyo negro. En efecto, no lo tuvieron.

Es lo mismo que parece ocurrir hoy: No existe un Plan B para enfrentar la temida y temible realidad que pone ante nuestros ojos el arribo de Trump a la Casa Blanca.

Los cancilleres mexicanos se han ocupado en la diplomacia mercantil y han hecho recorrer a Peña Nieto por la rosa de los vientos, tratando de vender a México en el mercado global.

Pero, aun en ese empeño, la economía del país y más concretamente el sector externo, sigue dependiendo del mercado estadunidense en entre 80 y 90 por ciento del volumen y valor de sus exportaciones.

El profético diagnóstico de Irving Louis Horowitz

Si los cancilleres mexicanos se hubieran dado reposo en su trote planetario, pudieron ocupar algunas horas en estudiar las fortalezas y debilidades del Coloso norteño.

Leer, por ejemplo, al historiador estadunidense Irving Louis Horowitz. Este autor analiza el periodo 1956-1976 de la Historia de los Estados Unidos. En el prefacio de la obra, Walter Dean Bunham, subraya la preocupación central de Horowitz, a saber:

El desplazamiento de la política norteamericana hacia la zona crepuscular de ilegalidades oficialmente cometidas, de apatía de las masas y de luchas hobbesianas entre grupos étnicos, raciales y otros intereses, radicalmente polarizados.

El propio Horowitz, ensaya un diagnóstico a partir del asesinato del candidato presidencial demócrata, Robert Kennedy -que siguió a los de John F. Kennedy y Martin Luther King hijo. El crimen contra el candidato presidencial pareció anunciar la muerte del modelo liberal clásico de la política presidencial del siglo XX.

“De ahí en adelante”, dice Horowitz, “la política ya no sería normal, en el sentido de reflejar la voluntad popular, sino que sería parte de la sensación de terror traída a tierras norteamericanas por el malestar general de las guerras extranjeras no apoyadas por los Estados Unidos”.

Horowitz había participado en la campaña de Robert Kennedy, hasta su asesinato en California.

“Esa campaña abortada, también señaló la fragilidad, no sólo de la política democrática, sino de la política con nombres famosos. Esa misma teatralidad ponía de manifiesto la ausencia de la participación ciudadana de las masas en la política”.

Ese diagnóstico ha encajado como anillo al dedo más de medio siglo después en la narrativa de la contienda presidencial de 2016.

La diplomacia dista mucho de montajes mediáticos para parlotear sin ton ni son. Es ejercicio activo, fundado en principios y valores soberanos, como los que le merecieron a México el Premio Nobel de la Paz.

Ya llegó Donald Trump a la Casa Blanca. México no tiene Plan B para salirle al paso a las acechanzas, que no son mera contingencia: Es Destino manifiesto. Es cuanto.

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