Voces del Periodista Diario

El canibalismo corroe las entrañas del PAN

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

“Bienaventurados sean los olvidadizos” -decía Nietzsche-, “ya que vuelven a tropezar con la misma piedra”.

Ese oscuro objeto del deseo: El Poder político, como dice otro clásico de los dioses, “ciega a los que quiere perder”.

Esas máximas filosóficas aplican en estos días a dirigentes y militantes del Partido Acción Nacional (PAN).

Hace apenas cinco meses, presas de euforia por los resultados electorales del 5 de junio, los dirigentes azules proclamaban que el PAN estaba de regreso. Por supuesto, a Los Pinos en 2018.

El más vehemente exponente de esa proclama era el queretano jefe nacional del partido Ricardo Anaya Cortés. Ahora, comparte tiempos de spot con el dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza; ambos con Andrés Manuel López Obrador como blanco del deporte nacional de “¡Tírenle al negro!”.

Apenas unos días después del 5 de junio, con los pies bien puestos en la tierra, el chihuahuense ahora gobernador en funciones, Javier Corral Jurado advirtió que no era recomendable comerse la torta antes del recreo.

Corral Jurado dijo que tanto los gobernadores surgidos de los procesos del 5 de junio como los que ya estaban despachando debieran pasar la prueba del ensayo y el error, y acreditar resultados de su gestión antes de cantar vísperas de 2018.

El hueso pinolero, sin embargo, es demasiado apetitoso como para ponerse reflexionar sobre la perspectiva antes de tratar de quemar etapas.

Ya son cuatro en pugna por la candidatura presidencial

Es lo que esta sucediendo ahora mismo en el PAN. Doce años después de haberse apoderado en 2000 de Los Pinos, algo de fascinación empujó a sus cuadros nacionales a tratar de agandallarse de la candidatura presidencial.

El presidente Felipe Calderón quiso la candidatura para su secretario de Hacienda Ernesto Arroyo Cordero. Su secretaria de Educación, Josefina Vázquez Mota la quiso para ella, se sublevó y de alzó con la misma, sólo para terminar sembrada a la vera del camino. El PAN se quedó sin miel y sin jícara.

Seis años antes ocurrió algo similar: Lo mismo, pero más barato. Vicente Fox trató de endosar en testamento la presidencia en condominio a su mujer, “la señora Marta”; hubo rebelión en la granja y el guanajuatense optó por su secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda.

Ni Marta ni Santiago. Calderón le jugó rudo a su jefe, pero llegó a Los Pinos aiga sido como aiga sido. Hoy a su vez el michoacano hace su brega de eternidad inmediatista y apuesta por su esposa Margarita Zavala Gómez del Campo.

De lo que resulta que Ricardo Anaya Cortés y doña Margarita le juegan las contras al tercero en discordia: El gobernador de Puebla Rafael Moreno Valle.

Sin embargo, echa su cuarto a espadas el ex gobernador de Baja California (primero en la biografía del PAN) y senador en activo Ernesto Ruffo Appel. Y ya son cuatro. Más los que se acumulen esta semana.

Cualquiera diría que esos eventos son prueba de la vocación democrática del PAN que, según su decir, no depende del dedazo del Presidente de la República.

Si no es la pugna doctrinaria, ¿qué será, será…?

Pero hay algo más que decir: Por su explosiva conflictividad interna, hace cuatro décadas el PAN se hundió en una gran crisis que le impidió participar con candidato propio en la sucesión presidencial de 1976.

Fue la elección en que el priista José López Portillo se alzó con el más alto registro electoral que recuerda  la historia del PRI.

Pero la pugna de 1976 tuvo que ver con valores y principios de orden doctrinario en un momento en que el partido era acosado por acechanzas de naturaleza fascista-empresarial.

En los noventa, la ruptura tuvo como protagonista al Foro Doctrinario y Democrático que cuestionó el relativismo moral del neopanismo.

La actual expresión de canibalismo en el interior del PAN nada tiene que ver con los principios fundacionales del partido ni con la democracia. Es simple y llanamente la pugna del poder por el poder mismo. Es cuanto.

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