Voces del Periodista Diario

Los condenados de la Tierra

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Una expresión de Enrique Peña Nieto, pronunciada en el diálogo con Los 300 el pasado 2 de septiembre, queda en registro para alivio de quienes tiene a su cargo la política de Comunicación Social de la Presidencia de la República. Dijo el mexiquense que no gobierna para ganar popularidad.

Eso está muy bien, habida cuenta que a los responsables de las áreas de imagen, opinión pública y mercadotecnia de Los Pinos, les tiemblan las corvas y sudan la gota gorda cuando revisan  resultados de encuestas promovidas por agencias no alineadas que no dejan bien parada la figura presidencial. Pueden, pues, dormir tranquilos esos funcionarios y empleados.

De hecho, ayer se produjo una especie de exoneración a voceros y comunicadores de Los Pinos que se mortifican particularmente cuando las opiniones sobre el desempeño presidencial no resultan favorables. Sienten, esos colaboradores, que podrían no estar haciendo su tarea con eficacia. No hay tal.

Afirmó el Presidente que las voces críticas “siempre serán bienvenidas”. También “son bienvenidas” las voces opositoras que a veces descalifican: “En la democracia caben todas las expresiones… cabe la libertad de expresión y cabe la opinión disidente”. Lo suscribimos.

Donde encontramos una suerte de acertijo en ese mensaje presidencial escuchado desde la capital de Zacatecas, es en las siguientes líneas. Después de asegurar que sus decisiones de orden político, sujetas a enormes polémicas, las ha tomado pensando en México y “en el futuro que tendrá”, Peña Nieto subrayó: Quizá hoy no se terminen de entender, pero estoy seguro que llegará el momento que se comprenda el por qué de cada decisión.

Esa apuesta al porvenir de Peña Nieto, nos trae aires literarios de Federico Nietszche: “Los que comprendan mi Zaratustra, serán a lo sumo los únicos que podrán leerme. ¿Acaso puedo ser confundido con quienes ahora son comprendidos? Me pertenece el pasado mañana. Hay quien nace póstumo”. (Ese soy yo).

Nietszche pensaba en la posteridad y en la permanencia de su obra. Pero el alemán era un filósofo. Se podía conceder ciertas licencias.

Las limitaciones del diálogo con los jóvenes

Peña Nieto, al cambiar el formato del evento al día siguiente de la entrega del informe de gobierno, quiso reunirse especialmente con jóvenes. Ahí les confió que no gobernaba para ganar popularidad.

Acaso entre esos jóvenes halla aquellos que pronto asuman responsabilidades individuales o colectivas propias y entonces puedan entender -y comprender- el alcance y el acierto de las decisiones políticas que ahora toma el Presidente y por las cuales asume plenamente consciente su responsabilidad.

Pero en ese momento, en Palacio Nacional, cara a cara con su anfitrión, se encontraban sólo 300 jóvenes. La cuestión es que en la actual generación, en edades de 15 a 29 años, encuadran algo más de 30 millones de mexicanos.

Entre esa multitud juvenil se ubican casi ocho millones codificados como ninis en virtud de que no estudian ni trabajan: Los que no tienen oportunidades de matrícula en los centros de educación superior o los que no tienen oportunidad de buscarla porque están ocupados en aportar algo a la manutención de sus familias.

En un rango inferior -dicho a la medida de su edad- se encuentran más tres millones de niños y adolescentes mexicanos que no tienen acceso a la educación básica o la abandonan porque han pasado a formar parte del mercado laboral infantil, expuestos a las más ruines  prácticas de explotación, sobre todo en reservaciones rurales, donde son reclutados por el crimen organizado que los convierten en Los niños del narco.

Ese es el punto: Los Ninis y Los niños del narco son producto-víctimas  acumulado durante cuatro décadas por un modelo de gobierno de importación, cuya meta y fin ha sido extinguir el Estado benefactor y su imperativo central: La Justicia Social. Y lo ha logrado con creces.

Los que, en razón de edad, estamos de salida, podemos discernir  aquí y ahora sobre la colosal dificultad que implica atender los justos reclamos  de casi 123 millones de compatriotas.

Los marginados, los excluidos deliberadamente –Los condenados de la Tierra-, que han visto germinar la alfalfa y a los caballos famélicos, no están en condiciones físicas ni sicológicas de esperar las décadas venideras para entender las decisiones política que hoy toman sus gobernantes. Esa es la gran cuestión. Es cuanto.

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