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Los delincuentes de cuello blanco, ¿dónde están?

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Está tecnológicamente comprobado que un automóvil diseñado con cuatro llantas, no corre eficientemente si le falta una. Si le faltan dos, menos. Si, además, carece de piloto, mejor mandarlo al deshuesadero.

Algo parecido pasa con la “estrategia” de combate al crimen organizado en México.

Hace cuatro décadas estuvimos presentes, en Culiacán, en la puesta en marcha de la Operación Cóndor, que atacaría la producción y comercio ilegal de “substancias prohibidas” en El triangulo dorado, que abarca Sinaloa, Durango y Chihuahua.

Resulta doloroso pero casi ocioso,  repasar -por ser del dominio público- las estadísticas de violencia en un periodo de 30 años, hasta que apenas en 2009 se proclamó finalmente a la rosa de los vientos la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública, tres años después de que, maliciosamente, el panista Felipe Calderón declaró su guerra contra el narco.

Maliciosamente, repetimos, porque algunos suspicaces sospecharon que esa guerra fue un sesgado recurso para darle legitimidad a un mandato no acreditado en las urnas electorales en 2006.

Rodeos al artículo 29 constitucional

En las cuatro décadas transcurridas, los presidentes de la República en turno, que metieron a las fuerzas armadas en ese berenjenal, fueron los primeros transgresores de la Constitución, al no invocar el artículo 29 de la Ley de leyes para tomar esa decisión.

Aún hoy, cuando el país está convertido en un océano de plomo,  sangre, luto, orfandad y viudez, el Congreso de la Unión  pretende que no le encuentra la cuadratura al círculo para votar la Ley de Seguridad Interior, reglamentaria del 29 constitucional, que legalizaría la acción del Ejército y de la Marina Armada en funciones policiacas que corresponden a la autoridad civil en los tres niveles de gobierno.

El abogado californiano de los jefes mafiosos

Partimos esta narrativa de los años setenta, porque fue en su segundo periodo en la Casa Blanca cuando Richard Nixon -quien en su despacho privado en California había sido abogado de conspicuos miembros de la mafia estadunidense- lanzó iniciativas para el combate al narcotráfico… fuera del territorio estadunidense.

Ya para la década de los ochenta, activos de la Agencia Antinarcóticos (DEA) del gobierno de los Estados Unidos, se paseaban como Pedro por su casa en México. Fue en ese periodo en el que la propia DEA armó escándalos en medios periodísticos de la Unión Americana, imputando a mandatarios mexicanos, a miembros del gabinete presidencial y a algunos gobernadores, protección a las bandas del narco.

Nueva necesidad del narco: Ingeniería financiera

Casualmente, en esa década, el narco dio un “salto de calidad” en sus operaciones, mediante la cartelización de aquellas bandas rurales, ya internacionalizadas, que requerían de ingeniería financiera para lavar los descomunales volúmenes de dólares, producto de su actividad.

La escasa o nula escolaridad de los jefes narcos, ahora conocidos como capos, les impedía tamaña hazaña. De ello se encargaron, primero, los ejecutivos de la banca comercial.

Precisamente, fue uno de los presidentes nacionales de la Asociación de Banqueros de México (ABM), el sonorense Arcadio Valenzuela, el primer implicado en ese tipo de ilícitos.

Las previsiones de Sergio García Ramírez

El doctor Sergio García Ramírez, fue el primer procurador federal (1982-1988) que puso la atención en ese punto: El blanqueo de dinero, señalando específicamente los sectores económicos más accesibles a esas operaciones. Rara avis en la galería de responsables mexicanos de la procuración de justicia.

Ya para la primera década del siglo XXI, instancias estadunidenses, entre ellas el Departamento del Tesoro, calculaban en unos 40 mil millones de dólares de excedentes del narco  los que se estaban lavando en México cada año.

En el recorrido, el Banco de México se ha rehusado sistemática y sospechosamente a revelar en qué apartado de la Balanza de Pagos se contabiliza ese flujo de divisas extranjeras.

La maldición de la Iniciativa Mérida

En el tránsito de los gobiernos del republicano George W. Bush al demócrata Barack Obama, sobre todo el panista Felipe Calderón aceptó mansamente la Iniciativa Mérida, reproducción  del Plan Colombia.

Para entonces, de facto, la DEA ya se había hecho del  control de la investigación y la persecución en territorio nacional de los jefes de los cárteles, concentrados en las estructuras Golfo-Zetas, del Pacífico, Beltrán Leyva, Juárez, Arellano Félix y Familia Michoacán. Eran los cárteles predominantes.

Al cruzarse la banda presidencial, Enrique Peña Nieto asumió la cruzada de Calderón, sin extirparle sus podridas e infecciosas excrecencias.

Objetivos cumplidos y el baño de sangre continúa

En el actual sexenio, el Gabinete de Seguridad Nacional se fijó 122 objetivos. Así codificó a los más buscados. Ya al entrar 2017, se blasonó que sólo faltan “unos cuantos” por capturar.

Pero, hasta ayer, el bañó de sangre ha continuado incesante. En medio de la guerra de cifras entre el gobierno que sostiene, como decía Calderón, vamos ganando la guerra, aunque no lo parezca,  y organizaciones no gubernamentales, que replican los reportes oficiales con sus propias estadísticas, la sociedad se pregunta, ¿por qué, después de tanto éxito, la barbarie sigue a galope?

Será porqué, como plantamos a la entrada de estas notas, al vehículo le falta alguna llanta o, peor aún, piloto.

Donde se retratan bandidos de cuello blanco

La figura automotriz la retomamos para subrayar la siguiente lucubración: Ya se entregó al gobierno de los Estados Unidos al recapturado sinaloense Joaquín El Chapo Guzmán Loera, catalogado en algunas partes del mundo como el Enemigo número 1 de varios países o ciudades.

De los grandes capos en México, sólo parecen andar libres algunos cuantos especímenes a los que se les caracteriza más como sicarios que como líderes; entre los que quedan, se sigue citando al también sinaloense Mario Ismael El Mayo Zambada García. Casi una excepción.

La nómina de más de 115 objetivos muertos o encarcelados, podemos encasillarla en la categoría de delincuentes de cuello percudido. ¿Dónde están los delincuentes de cuello blanco?

Es absolutamente probable, que esos delincuentes de cuello blanco aparezcan retratados en las grandes asambleas y convenciones de los jugadores en el mercado bursátil, de las asociaciones bancarias, de las confederaciones de comerciantes e industriales, de las organizaciones  de empresarios turísticos y hasta de selectos clubes sociales. Suele ocurrir.

Son por esas estructuras y sus vasos comunicantes por las que circulan los miles de millones de  dólares que ahora rechinan de limpios. Hasta ahí no llegan los agentes de la DEA, los procuradores mexicanos ni los fiscales de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda.

Algún obispo católico mexicano llegó a decir en memorable ocasión, que las limosnas de los narcotraficantes, se purifican al caer en los cepos o en las cuentas bancarias. Es posible.

A la luz de esas realidades como catedral, sospechamos que al automóvil anticrimen organizado, le hace falta ir al taller mecánico o, de plano, cambiar ya de modelo. Es cuanto.

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