Voces del Periodista Diario

Morelos: Caciquismo y vandalismo jurídico

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

 

 

 

Si México no es un Estado fallido, se le parece mucho. Por Estado fallido, debe de entenderse aquél donde el Estado de Derecho perdió toda su vigencia y el orden constitucional ha sido endosado al poder caciquil.

Morelos, en manos del tabasqueño Graco Ramírez Garrido Abreu, es la expresión más odiosa y salvaje de esa degradación de la vida pública mexicana.

El sátrapa tabasqueño ha convertido a Morelos en su ínsula barataria. Lo ha hecho, exhibiendo cínico alarde de la protección de Los Pinos.

Cuando México es desgarrado por la ingobernabilidad, el último bastión de la constitucionalidad es la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El máximo tribunal debiera ser resguardado para funciones de la más alta prioridad nacional.

La Corte para venganzas personales de Graco

Sin embargo, el Poder Judicial de la Federación ha tenido  que salir al paso a  las venganzas personales urdidas por Ramírez Garrido Abreu, quien no soporta la mínima resistencia a sus desmanes.

Esta vez, la Corte se ha visto obligada a parar en seco no sólo al Poder Ejecutivo de Morelos, sino a sus lacayos de los poderes Legislativo y Judicial coludidos en la persecución del alcalde del municipio capital de Morelos, Cuernavaca, Cuauhtémoc Blanco.

Dos tentativas han sido frenadas: La destitución de Blanco, primero, y apenas el fin de semana pasado el juicio político con el propósito de procesarlo judicialmente.

En el caso más reciente, al través del recurso de controversia constitucional por la que el procedimiento punitivo contra el alcalde de Cuernavaca queda en puntos suspensivos.

Breve historia del origen del conflicto

Dada la terquedad en ese caso de vandalismo jurídico, el caso merece una breve recapitulación.

Desde su toma de posesión como gobernador de Morelos, nominado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) el tabasqueño se imaginó Presidente de México en 2018. Para tal efecto, diseñó una sucesión estatal que blindara su retirada como gobernador, construyendo la figura de un delfín.

El mejor secuaz que encontró para ese fin, fue su coordinador de campaña electoral Jorge Messeguer Guillén. Lo nombró secretario de Gobierno.

Cegado por su prepotencia, el tabasqueño quiso atrincherar a Messeguer Guillén como alcalde de Cuernavaca en junio de 2015.

Al tabasqueño, quien creyó que la contienda se daría sólo entre las filiales morelenses del fáctico Pacto por México (PRI-PAN-PRD), le saltó la liebre.

Un partido con registro local, el Social Demócrata, contrató a Blanco como su candidato. Se menospreciaron las expectativas del ex futbolista. La campaña fue marcada por un mano a mano entre el perredista y la priista Maricela Velázquez, quienes se acusaron mutuamente de estar al servicio del crimen organizado.

Messeguer Guillén, fue refundido en el cuarto lugar en los resultados electorales. “Yo no voy a robar”, anunció el tepiteño en su campaña. “¡Me los chingué! exclamó insolente cuando se reconoció su triunfo.

En ese momento, Blanco selló su suerte. A la hora de tomar posesión, Ramírez Garrido Abreu quiso someterlo a su control mediante la implantación del mando único policiaco.

El alcalde objetó los primeros días ese control, pero dio señales de conciliación que no le valieron. El tabasqueño empezó a mover al Congreso del Estado en su contra pretendiendo su destitución.

(En ese tránsito, Ramírez Garrido Abreu volvió a la cargada. Nombró a Messeguer secretario de Vialidad y Transporte de su gabinete. “El supersecretario”, lo bautizaron los medios. Apenas meses después, el propio Congreso estaba exigiendo la destitución del delfín).

Los tres poderes, “como un solo hombre”

A Ramírez Garrido Abreu le falló la primera  operación legislativa en la instancia jurisdiccional federal.  Obcecado, emprendió la segunda vía fast track: La “procedencia” de juicio político, cuestionando incluso la elegibilidad de Blanco como alcalde.

Expedido el viciado mandato de la Legislatura, entró en acción el Tribunal Superior de Justicia del Estado. En sesión extraordinaria de sólo diez minutos, una mansa presidenta, María del Carmen Verónica Cuevas, se hizo acompañar por los magistrados Elda Flores y Manuel Díaz Carbajal (primera y tercera salas) para iniciar el proceso.

Entró a la Corte el recurso de controversia constitucional. El pasado fin de semana, ministro ponente Javier Láynez Potisek dictó un fallo salomónico: El Tribunal morelense puede continuar el juicio, pero no puede ejecutar fallo alguno en tanto el pleno de la Corte no dicte sentencia definitiva.

La República fragmentada por la impunidad

El caso del tabasqueño gobernador de Morelos se inserta en el atrabiliario modelo de ejercicio del poder de la mayoría de los gobernadores que ha estado en funciones en el actual sexenio: La transgresión sistemática de la ley, el nepotismo, el saqueo  del erario público, cacería de adversarios reales o imaginarios, etcétera. Todo, al amparo de la impunidad.

Ayer se empezaron a difundir respuestas de Enrique Peña Nieto a interpelaciones por escrito de senadores del PAN. En el tema de la crisis de seguridad, el Presidente culpó genéricamente a “autoridades locales”. Pero no clarifica acciones de la Federación para rectificar ese estado de cosas.

Desde esa perspectiva, gobernadores como Ramírez Garrido Abreu pueden continuar impunes sus felonías porque, en sus virreinatos, nomás sus chicharrones truenan. Al diablo con el Estado de Derecho. Es cuanto.

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