Voces del Periodista Diario

Pronto -no se la pierda- en pantallas, La Candidata

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Dejó impreso el sabio Marshall MacLuhan que El privilegio de ser grande, es no pensar. Lo suscribimos.

En el México neoliberal, los privilegios de los grandes es no tener el deber de hacer un ajuste de cuentas con su propio pasado.

El más grande privilegio de los grandes, sin embargo, es no rendir cuentas ni a la familia, ni a sus socios y menos al fisco. Ya ve usted que ha pasado con la afamada ley 3 de 3.

Pongamos por caso: La norma legal establece que aquellos corporativos que especulan en el mercado bursátil, tienen la obligación de reportar a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) un reporte periódico sobre el estado que guardan sus finanzas. A algunos les vale. No hay sanción en serio.

En asuntos de Estado, en el llano se espera y se exige al menos un elemental ejercicio de autocrítica. El precepto, así sea voluntario, no está inscrito en el código de la plutocracia.

Pretensiones de minimaximato

Viene a tema ese asunto porque, echado el PRI de Los Pinos en 2000, en el marco de la Docena trágica, un corporativo de medios llenó el vacío de liderazgos partidistas y se propuso, con éxito, usurpar la gestión de una candidatura presidencial, y se ufanó de ello: Si se pone el huevo, hay que cacarearlo.

Con el antecedente de Lázaro Cárdenas, quien echó abajo las pretensiones de Maximato, en la década de los setenta se atajó la intención de ejercer un minimaximato.

Dicen los aspirantes al poder político a quienes ya lo ejercieron: Tu ya la bailaste, deja que otro la baile.

Encaja ese reclamo a Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox Quesada y Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa.

Ya la bailaron, pero todo indica que les sobró suela y banda  para seguirla bailando.

En su momento, Fox Quesada y Calderón Hinojosa reclamaron respeto a la autonomía de su investidura. Con justa razón constitucional: El artículo 80 de la Carta fundamental prescribe: “Se deposita el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo, en un solo individuo que se denominará ‘Presidente de los Estados Unidos Mexicanos’”.

Fox Quesada, sin embargo, instituyó de facto la Presidencia en condominio, a cargo de “la pareja presidencial”. Restauró, además, el título de Primera Dama. Pero esa es otra historia.

Lo que vemos en estos días, es un par de chivos en cristalería aspirando a la condición de factótum en la sucesión presidencial de 2018. Incluso, andan alborotando gallineros extranjeros.

Retomemos la suplantación de los partidos por un corporativo de medios que posicionó candidato y blasonó de haber conquistado por primera vez la Presidencia de México.

Después de cuatro años en que el balance de aquel ensayo resulta evidente y gravemente cuestionable, para no decir negativo, la puja por Los Pinos ha quedado a expensas de pescadores a río revuelto.

En ese turbulento escenario, el gran elector de facto de 2012, relevado de todo imperativo de autocrítica, ataca de nuevo.

Ha convocado ya al casting (antes se le llamaban en español audiciones) para elegir el elenco de una nueva superserie que entraría a grabación en el segundo semestre de 2016 y estaría al aire en pantallas en 2017.

Le tenemos noticias a la legión de machitos que aspiran a la sucesión de Enrique Peña Nieto.

La gran obra se llamará La Candidata. Es cuanto, en espera de ponerle nombre a la candidata.

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