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EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Esa demandante exclamación se le escuchó a Vicente Fox cuando, al iniciar su mandato, quiso ampliar su audiencia activando un programa radiofónico conducido por él.

Huelga decir que Fox, tipificado en su triunfante campaña presidencial como el producto más acabado de la mercadotecnia, a medio sexenio se había descarrillado. Pasó a los clásicos cierta respuesta que dio al requerimiento de que intercediera en un conflicto entre concesionarios de televisión: “Y yo, ¿por qué?”

Concluido el periodo presidencial y en trámite de disolución su primer matrimonio eclesiástico, un diagnóstico ordenado por la Sacra Rota Romana dictaminó que el guanajuatense, entre otros traumas, padecía de narcisismo.

Ocupado en su agenda postpresidencial, Fox solía exigir, “como en los Estados Unidos”, que se le diera tratamiento “de Presidente”. Hace unos días, una conductora de Televisa que lo entrevistó, le hizo esa anómala concesión: “Presidente” para acá, “Presidente para allá…”.

Resulta notorio que Fox es presa de la nostalgia pinolera. Sería un asunto frívolo, si no fuera porque, a la primera provocación, quiere seguir apareciendo como factótum en todo lo que se relaciona con la investidura presidencial, pretensión que lo indujo a abandonar el PAN para afiliarse al Peñismo.

A diferencia del bajo perfil que ha adoptado Ernesto Zedillo Ponce de León y en cierta medida en  meses recientes Carlos Salinas de Gortari, Fox sigue reclamando para sí los primeros planos mediáticos.

Todo un chivo en cristalería

Asume Fox, como Felipe Calderón, actitudes beligerantes en la campaña presidencial de los Estados Unidos, se entromete en la política interna de los países latinoamericanos, expresamente en Venezuela; es protagonista en asuntos relacionados con las drogas y se erige en sinodal incontestable de toda decisión gubernamental.

Hace apenas unas semanas, se pronunció en favor de la candidatura presidencial independiente de su ex canciller Jorge Castañeda sólo para, al correr de los días, cambiar de camiseta y afiliarse a la precandidatura presidencial panista de Margarita Zavala Gómez del Campo de Calderón, mientras agrede ferozmente a otros precandidatos que no son de su agrado.

Como chivo en cristalería, Fox no tiene escaparate aborrecido. Ahora, se le promueve como conductor de una barra televisiva de una cadena metropolitana.

Muy respetable el derecho a la Libertad de Expresión, pero no es lo mismo que lo ejerza, si tal posibilidad tuviera, un ciudadano medianamente cuerdo que un ex presidente que pide a gritos una camisa de fuerza, que bien podría pagarse con el o.5 por ciento del monto de la pensión que los contribuyentes pagan a los ex presidentes de la República.

Pero la esquizofrenia política es la pandemia de moda. ¡Qué le vamos a hacer!

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