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Del relativismo moral al cinismo a secas

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Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George (*)

De las viejas consejas populares viene aquello de que, cuando alguien está en aprietos, se encuentra metido en un laberinto, de difícil pero no imposible escape.

Cuando Washington decidió anexarse nuestro país, completo y de una vez por todas, en los años setenta-ochenta espías de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en la estación de la Avenida de la Reforma, empezaron a formular argumentos propiciatorios. Uno de ellos escribió México en la encrucijada.

Del laberinto, con un poco de instinto y paciencia, puede salirse. “La encrucijada”, a final de cuentas, ofrece opciones de ruta. Es cuestión de saber elegir.

En la trampa del callejón sin salida

Donde la cosa se pone peliaguda, es cuando alguien queda atrapado en un Callejón sin salida. Aquí pueden resultar inútiles hasta El cuerno de chivo o una granada de fragmentación. Al Chapo Guzmán le fallaron los túneles del alcantarillado.

En el callejón sin salida, es la imagen que difunde el gobierno mexicano en medio de la anarquía que envuelve la Sucesión Presidencial de 2018.

Es absolutamente probable que, la sucesión misma, se resuelva conforme al interés y conveniencia del grupo dominante, toda vez que cuenta con los servicios de los bien engrasados Instituto Nacional Electoral y Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

En 1988, la Comisión Federal Electoral y los Colegios Electorales de las cámaras del Congreso federal emplearon el costal de mañas para encontrar una salida: El golpe de Estado técnico.

De 2000 a 2012, los consejeros y magistrados federales demostraron que, en eso de los ardides revestidos de imparcialidad y legalidad, todo es posible para suplantar, usurpar y detentar un poder que no se legitimó en las urnas ni en el ejercicio de la función pública.

No es ese el punto, sabido como se sabe, que la voluntad popular es una doncella a la que se puede seducir de las mejores maneras, o violar a la mala.

Se rompieron los embragues que movían a México

El punto es que todo conspira contra y desde las propias entrañas del gobierno para violentar la estabilidad política interna, exacerbada de por si por la volatilidad y la incertidumbre, que son el santo y seña de la economía nacional.

De la exaltación de ineptitudes hemos pasado a la consagración de la impotencia porque no aparece, ni por asomo, el caporal que pueda sacar al buey de la barranca.

Para Mover a México fue la oferta de campaña de 2012. Cinco años después, México se mueve, sí, pero como manada acéfala, con búfalos que dentro de cada partido están en pie de estampida en espera de que aparezca el nuevo dispensador de favores; a toda costa y a cualquier costo.

¿Qué hay de aquello de pensar en las nuevas generaciones? ¡Pamplinas! Aquí hay que pensar en las próximas elecciones. Una plataforma electoral, un plan de salvación nacional, voluntad política de estadista,  gobernar con la ley, administrar con eficiencia siquiera. Eso es populismo.

No hay quienes, en el establishment, en las nomenclaturas partidistas, en las poderosas asociaciones de los hombres de negocios, piensen en el infelizaje.

Ni siquiera se disimula el asalto a Los Pinos. La peor expresión de canibalismo se ve en el prometido auxilio a los millones de víctimas de la furia de la Naturaleza. Darles a los damnificados plásticos sin fondos, pasa de ser una innecesaria crueldad a la condición de una suicida imbecilidad.

¡Qué le vamos a hacer! El relativismo moral ha llegado a su fase superior: El cinismo a secas.

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