Voces del Periodista Diario

¿Descansa en paz don Eugenio Garza Sada?

El lecho de Procusto

Por Abraham García Ibarra

Ahora, la marca Town & Country puede identificar la oferta de automóviles usados. Pero no siempre fue así: Hacia los años setenta-ochenta era un privilegio de ciertos señoritos mexicanos aparecer en las páginas de una publicación norteamericana del mismo nombre.

Alguna edición de esa publicación se dedicó exclusivamente a reseñar las caras y frívolas hazañas de ciertos herederos de ex hacendados y capitalistas nativos que despilfarraban por la rosa de los vientos la heredad de generaciones fundacionales.

A los Juniors de los grandes constructores de la Sultana del Norte se les daba el rango de Rockefellers mexicanos. Era la época de oro, de mucho oro, de los socios del Grupo Monterrey.

Desde finales del siglo XIX y principios del XX los titanes de Nuevo León habían logrado levantar el coloso norteño aplicándose, sobre todo, al desarrollo industrial.

Todo cambió a partir de un 17 de septiembre

Las familias custodias de Monterrey eran las más ácidas detractoras del Estado mexicano. Sin embargo, en momentos de crisis económica, eran las primeras beneficiarias de la discrecionalidad del gobierno de la República que abría sus arcas generosamente al través de la Secretaría de Hacienda y la banca de desarrollo; para el caso, Nacional Financiera y el Banco Nacional de Obras Públicas y Servicios.

De algún magnate regio en su trato directo con José López Portillo se escuchó por aquellos días la expresión: Si nos toca otro como éste, ya la hicimos. Se aproximaba la sucesión presidencial de 1982.

Las cosas habían empezado a cambiar, sin embargo, en septiembre de 1973 durante la gestión presidencial de Luis Echeverría. El día 17, en un intento de secuestro fue asesinado el patriarca del Grupo Monterrey, don Eugenio Garza Sada, entre otras cosas fundador en 1943 del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM).

El crimen se imputó a un comando de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Contra esa hipótesis, la ciudadana regiomontana  Irma Salinas escribió su propia teoría en el libro Nostro Grupo, en el que sostuvo que el crimen contra don Eugenio fue obra de una conjura de algunos socios de la cúpula empresarial.

En los funerales de don Eugenio Garza Sada se pronunciaron graves diatribas contra Echeverría. Dos años después, abortó la Conspiración de Chipinque, suburbios de Monterrey, presuntamente para derrocar al Presidente.

Negociaciones Garza Sada-Echeverría ¿un móvil?

Al decantarse aquel suceso, que cumple 44 años, se empezó a acreditar otro tipo de argumentos: Garza Sada, que entonces era el líder del corporativo Valores Industriales de Monterrey, S. A. de C. V. habría entrado en algún tipo de negociación con Luis Echeverría, poniendo en toma y daca servicios por contraprestaciones convenientes para ambas partes.

Echeverría impulsaba el proyecto de la Siderúrgica Lázaro Cárdenas Michoacán -en complemento estaría Peña Colorada, Colima-  para el que se requería tecnología de punta. Disponía de estos hallazgos de la Fundidora de Monterrey.

En la permuta, el gobierno daría facilidades para que el Grupo Monterrey accediera preferentemente al mercado de China, con cuyo régimen el gobierno mexicano abría un nuevo trato de intercambio comercial.

Después de seis sexenios de ensayo neoliberal, habría que preguntarse, si aquel crimen, visto desde los intereses empresariales de Monterrey, valió el precio.

La pregunta vale porque, en casi medio siglo, Monterrey ha perdido su hegemonía industrial y la conversión de la economía regional en bancaria financiera ha venido causando una continua mortandad o transferencia de dominio de las principales firmas regias productivas en manos de las trasnacionales.

Lavado de dinero y beneficencia pública

De acuerdo con diversos estudios sobre la decadencia del Grupo Monterrey, una de las conclusiones remite al supuesto de que la capital de Nuevo León se ha convertido en una de las principales plazas de lavado de dinero, en cuyo caso los primeros clientes fueron los  jefes de los cárteles del Golfo y de Juárez.

Investigaciones sobre ese fenómeno, con un poco más que mala leche coligen que, desaparecida o venida a menos la generación de Town & Country, sus descendientes, si bien siguen recibiendo algunos favores fiscales y posiciones de mando en la administración del Centro, se gratifican con otros  productos crematísticos como los que genera la Beneficencia  Pública confiada a entes como la Lotería Nacional y Pronósticos Deportivos, cuyas mayores bolsas remite la Diosa fortuna a aquella capital.

Por esa y otras razones, es de lamentar la desaparición de aquellas generaciones que, con base en la cultura del esfuerzo, hicieron de Monterrey un referente obligado en el mundo económico. Es difícil imaginar que don Eugenio Garza Sada descanse en paz. Es cuanto.

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