Voces del Periodista Diario

La pepena del 18, único credo de los nuevos Cresos

Voces del Director

Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George (*)

Lo peor que, en buena política, el poder público evita hacer, es ofender la inteligencia popular.

Un verdadero estadista como Winston Churchill, en horas de destino advirtió a su pueblo: ¡Sangre, sudor y lágrimas! Con menos dramatismo, cuando al inicio de su mandato Miguel de la Madrid anunció una Economía de guerra, fue claro: Medidas dolorosas, pero necesarias.

Sobre aviso no hay engaño: La gente sabe así a qué atenerse. No es un lo tomas o lo dejas. Pasada la inmediatez de la emergencia, la opción será cambiada en una futura elección.

Ceguera frente a los designios de Donald Trump

Ese modo de hacer política nos viene a tema ahora que, el pasado fin de semana, con su estilo desparpajado, Donald Trump, sin filigranas retóricas, declaró que su gobierno no va más a acuerdos comerciales multinacionales; en lo sucesivo, tratará bilateralmente con los países que más convengan al interés norteamericano: Estados Unidos primero.

El prepotente inquilino de la Casa Blanca habló en el marco del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) celebrado en Da Nang, Vientman. Lanzó la piedra al tejado del Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (ATP), que desde que se instaló en Washington dio por abandonado.

No obstante, siguiendo una línea oblicua, el secretario de Economía mexicano, Edilberto Guajardo, se sumó a la versión de que once gobiernos  firmantes del ATP se mantienen firmes en el pacto, a pesar de las impugnaciones de Canadá; no por casualidad, socio de los Estados Unidos y México en el naufragante Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Navegación incierta, la del gobierno mexicano, porque, ya instalado Trump en la Casa Blanca, Guajardo dejaba de lado la posibilidad de que los Estados Unidos se retiraran del TLCAN y otros colegas en el gabinete económico declaraban con ilusoria autosuficiencia que ni por asomo se pensaba en un Plan B.

Frente al hecho del tamaño de una catedral, todavía en la perspectiva de la reunión de la APEC los negociadores mexicanos se instalaban en su castillo de cristal: México es más grande que el TLCAN.

El propio  Banco de México y las calificadoras extranjeras sostienen que el derrumbe del TLCAN, en el marco de la sucesión presidencial en nuestro país y las elecciones en los Estados Unidos, profundiza la incertidumbre económica y hacen cuentas sobre el impacto que el desenlace de esos dos procesos descargará sobre el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).

Tope en esas expectativas adversas, el gobierno mexicano sigue dando palos de ciego, guiado sólo por el voluntarismo personal.

Única prioridad: La rebatiña de 2018

Pero no sólo los responsables de la conducción del Estado juegan al ilusionismo absurdo. Es hora de que las fuerzas beligerantes, a lomo de las elecciones generales de 2018, son incapaces de tomar conciencia de la gravedad de las circunstancias que ponen a la sociedad mexicana en el eterno suplicio de Sísifo: Trepar la piedra a la cima, sólo para verla rodar de nuevo.

El gobierno porfía en sus spots de seguir contando las cosas que merecen contarse, los legisladores no legislan para responder al clamor de la sociedad; los órganos de procuración e impartición de justicia siguen aferrados a sus usos y costumbres, y partidos y precandidatos presidenciales se enfangan en procaces dimes y diretes.

Están activas todas las alarmas que advierten sobre la recurrencia del terremoto económico sin solución de continuidad. La única preocupación que primó la vida nacional en los recientes días, fue la pugna por el reparto del pastel del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2018.

¿Quién, del establishment, suda por los hallazgos de la Auditoría Superior de la Federación sobre criminales desvíos del gasto federal de 2016? ¿Acaso inquieta a alguien el descubrimiento de la clonación de las tarjetas de débito acreditadas a los damnificados de los sismos de septiembre? No. “La corrupción es un fenómeno cultural”. Y todos contentos.

Al grupo dominante y su fauna de acompañamiento no le conmueven los grandes problemas nacionales, que siguen rompiendo el tejido social. No hay más prioridad que la pepena de 2018. Es el credo de los nuevos Cresos.

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