Voces del Periodista Diario

Macabra danza del caos

Voces del Director

Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George (*)

Después de hablarse de ella durante 20 años, es llegada la hora de preguntar si se da por cerrada y fallida la transición democrática que, desde su embrión, quedó en mera alternancia.

Si en el imaginario popular, el resultado de cada elección se resuelve entre el algoritmo y las sentencias “definitivas e inatacables” de los magistrados electorales, también es pertinente cuestionar el monstruoso dispendio de dinero público en esos procesos.

En el quid de ambos planteamientos parece estar una conspiración silenciosa contra el sistema de partidos; imperativo de toda democracia real.

Para entendernos mejor: Durante su campaña presidencial, López Portillo fue emplazado por el sector empresarial, exigiéndole actos de autoridad para frenar lo que los hombres de negocios veían como movimientos subversivos.

El candidato respondió que uno de los vicios de la democracia “es el corporativismo”. Gobernar para los gremios, razonó, es colocarnos en el umbral del fascismo.

Desde sus primeras producciones intelectuales, Jesús Reyes Heroles acreditó el estudio de los sistemas políticos antiguos y contemporáneos del mundo, entre los que analizo los regímenes totalitarios.

Cuando López Portillo y Reyes Heroles convergieron en el eje Los Pinos-Gobernación y reflexionaron sobre las crisis que interrumpieron la estabilidad mexicana, convinieron en el proyecto de Reforma Política de 1977.

Fue el periodo en el que el pensador tuxpeño advirtió sobre “el despertar del México bronco”. En consecuencia -con la Amnistía y la institucionalización de movimientos que habían optado por la lucha armada- se abrió la participación electoral a minorías políticas que habían permanecido proscritas.

Reyes Heroles subrayó el objetivo de la Reforma como la consolidación del sistema de partidos.

Diez años después del “terremoto político” del 88, en las elecciones federales intermedias del 97 empezó a cambiar la correlación de fuerzas electorales.

Parecía cumplido el fin de la reforma. Parafraseando a López Portillo, al correr de la “transición” apareció el vicio de la democracia: La partidocracia, que tuvo su más nefasta curva en el Pacto por México, en el que el PRI, el PAN y el PRD aplicaron la caciquil prepotencia: “Aquí nomás mis chicharrones truenan”.

Con vistas al 18, la degradación de la partidocracia se retrata en las rupturas internas de los tres partidos “mayores”, cuyas costuras han sido reventadas por sus propias disidencias.

Si el sistema de partidos se pudrió desde las entrañas mismas de los partidos pactistas, el Congreso de la Unión le dio en 2014 la puntilla, con la legislación de las candidaturas independientes.

Para decirlo pronto, por la Presidencia solicitaron registro más de 80 independientes; para la Ciudad de México, 13. Aquí se les llama candidatos “sin partido”.

Se ha trazado así el “camino correcto” hacia el caos. El 18 es de pronóstico reservado.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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