Voces del Periodista Diario

Para Presidente no se estudia

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

 

Descartada la misión de servicio que la doctrina política dictaba a los aspirantes a cargos públicos, arrumbada la vocación de gobernar y aun la de administrar;  con un Estado presa de la ingobernabilidad y un erario desfondado por el raquitismo fiscal y la deuda; con una comunidad nacional desclasada, desalentada y atrapada en los grilletes impuestos a la capilaridad y la movilidad social, ¿qué le queda a quien el 1 de diciembre de 2018 asuma la presidencia de México?

Si en vez de directivos y grillos de partido, si en lugar de burócratas enquistados en la Administración Pública donde forman una apoltronada casta dorada México tuviera auténticos líderes -con uno bastaría-, la respuesta sería que el futuro jefe del Ejecutivo asumiría ipso facto el imperativo de convocar a un gobierno de salvación nacional.

El paisaje, sin embargo, está plagado de pretendientes que no tienen más que su impresentable escalafón en el sector público, direcciones de sus partidos, gubernaturas de cuyos palacios sus titulares emigran a las cárceles o al exilio y francotiradores  que blasonan de independientes para, a la hora de la verdad,  vender sus declinaciones al mejor postor.

Como en alguna sucesión presidencial llegó a decir el cacique guerrerense Rubén Figueroa Figueroa, la caballada está muy flaca.

Salinas y Zedillo, una aproximación al estadista

“Para Presidente no se estudia”, comentó en su oportunidad John F. Kennedy. No hay más academia que la que acredita un disciplinado, a veces abnegado, tránsito y buen desempeño en la institución gubernamental. La experiencia previa y el ejercicio del poder descubren verdaderos estadistas.

Con independencia del rumbo que imprimieron al país, se puede aventurar que, en el periodo neoliberal, sólo Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo ejercieron el mando con noción de hombres de Estado, así renegaran del que les dio formación pública para suplantarlo por otro cuya eficacia deja mucho a deber.

Salinas de Gortari, de origen   ilegítimo, no obstante se apoderó del control y, disolviendo el viejo corporativismo clientelar lo sustituyo con otro de facturas plutocrática.

Al atacar la organización social tradicional, fuente del voto popular tricolor, Salinas de Gortari operó para concentrar en la presidencia todo el poder, medrando con las facultades metaconstitucionales ya aceptadas por el la clase política y los grupos de poder real, y le agregó las propias sin compadecerse de militantes de su partido a los que aplicó tabla raza en buena parte de los estados de la República y en su propio gabinete.

Salinas de Gortari domesticó al único partido de oposición real, el PAN, que disponía de una estructura orgánica fundada en casi cinco décadas de brega de eternidad, a la que renunció con la coartada de co-gobernar México.

El “sistema métrico sexenal” le impuso la fatalidad a Salinas de Gortari. Dejó dos Estados; uno que se negaba a morir y otro atorado en el embrión.

Aun en conflicto con su antecesor, Zedillo le dio continuidad a las líneas nucleares del modelo neoliberal y de su audacia política conocieron los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Tribunal Constitucional, que podó a su antojo en una operación que los hombres de la judicatura tipificaron como un Golpe de Estado judicial.

Arribado a Los Pinos como suplente del asesinado Luis Donaldo Colosio, Zedillo no tuvo reparo en reconocer que su triunfo en agosto de 1994 fue producto de una campaña inequitativa. Para 1997 auspició una nueva correlación de fuerzas en el Congreso de la Unión y en los estados, incluyendo el Distrito Federal. Fueron las elecciones intermedias aviso de la alternancia en Los Pinos en 2000.

Mal que bien, Zedillo superó su crisis inaugural del maquinado Error de diciembre de 1994. Profundizada las reformas estructurales, saneó las finanzas públicas para dejarle a su sucesor, Vicente Fox, un amplio margen de acción para al menos mantener las variables macroeconómicas estables.

Fue, la de Zedillo, la gestión que, en términos de eficacia, cerró el ciclo de expectativas del Estado neoliberal. En ese punto, llegó el caos.

Un asesor personal de Fox: Jesús de Nazaret

El Yo, ¿por qué? de Fox le puso marca a las cabañitas pinoleras. Antes de hospedarse en Los Pinos, el 3 de julio de 2000 algunos intelectuales orgánicos saludaron el guanajuatense, celebrando que la presidencia sería desolemnizada.

Fue el momento de implantación de la presidencia-chunga, identificada como la Presidencia en condominio, por el empoderamiento de la directora general de Comunicación Social, Marta Sahagún, a la que pronto hizo su esposa y precandidata para el 2006.

Un signo nada más para ilustrar la presidencia caricatura. Apenas un mes después de las elecciones presidenciales, en agosto de 2000, vía desplegado público, Fox conoció una carta dirigida a él.

El remitente le felicitaba por su ascenso y se ofrecía como asesor personal para ayudarle a construir un “México sin pobreza, sin violencia, sin corrupción, sin impunidad, con seguridad y tranquilidad para todas las familias y con oportunidades iguales para todos”. El remitente “firmó”: Jesús de Nazaret, el mismo cuya réplica exhibió Fox en su “verdadera toma de protesta” en el Auditorio Nacional el 2 de diciembre de 2000.

No fue casual ese irreverente lance. Carente de equipo propio, o desplazados algunos de aquellos que apoyaron su candidatura, Fox se tomó la ocurrencia de contratar agencias “cazadoras de talento” para formar lo que él mismo llamó su gabinetazo.

Un éxito: La economía de la tamalera

Para el segundo año de su mandato, Fox, en entrevista a medios confesó su primer bache en su relación con el Congreso de la Unión a cuyos operadores pretendió presionar mediáticamente para sacar adelante sus Criterios de Política Económica y las leyes correspondientes, entre éstas la del Presupuesto de Egresos de la Federación.

Para la segunda legislatura de su sexenio, Fox creyó contar con la eficiencia operativa de Elba Esther Gordillo como coordinadora de la bancada del PRI en San Lázaro. Su socia fue defenestrada en una intriga urdida por sus pares Manlio Fabio Beltrones Rivera y Emilio Guayffet Chemor.

Los que al finalizar el sexenio en 2006 analizaron la política económica de Fox, se mofaron de éste asegurando que el mayor éxito en esa asignatura fue instituir La economía de la tamalera, refiriéndose a la impulso presupuestal a miles de changarros que a  la larga terminaron en narcotienditas en los suburbios de las zonas metropolitanas.

Imbatible, el Jinete en la tormenta

Rumbo a la elección presidencial de 2006, algunos ingenuos creían que, después de Fox, no podía haber algo peor. Y lo hubo: Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa. El michoacano se pintó solo: Llegó a Los Pinos, dijo, aiga sido como aiga sido.

Desde su campaña presidencial y durante su mandato, Calderón quiso amenizar sus eventos con el corrido de El hijo desobediente. Después, gustaba pasearse por la rosa de los vientos presentándose en los foros económicos mundiales como un Jinete en la tormenta.

Fox nunca supo de la doctrina del PAN. Calderón, que había sido jefe nacional del partido sí. Por eso aderezaba su discurso con la oferta del humanismo político. Terminó denunciado en la Corte Penal Internacional bajo imputaciones de genocidio y crímenes de lesa humanidad.

A decir de Calderón, le entregó a Enrique Peña Nieto un buque de gran calado para que México siguiera navegando viento en popa en las turbulentas aguas de un océano globalizado. (Je je je).

Así llegó el mexiquense Peña Nieto a Los Pinos. Con esto está dicho todo.

Última opción: La Virgen de Guadalupe

¿Dónde está el piloto? Es una pregunta que se hacen los mexicanos un día sí y otro también.

Rumbo a 2018, en el llano la pregunta es, ¿quién podrá sacar al buey de la barranca?

Si la caballada está flaca, lo único que le queda al infelizaje mexicano es postular a la Virgen de Guadalupe como candidata independiente. A ver si el INE la registra. Es cuanto.

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