Voces del Periodista Diario

Transamos y no avanzamos

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

 

Bajo ese rubro, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) identifica y denuncia la disolvente peste de la corrupción en México.

Entre las periódicas y serias investigaciones que ofrece el IMCO al público, una la dedica a estudiar los impactos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Asegura que en los estados de la República la operación de ese instrumento ha profundizado la desigualdad socioeconómica.

En materia de competitividad de México en el contexto de la economía global, los reportes del IMCO no convocan, para nada, al optimismo.

Obviamente, la primera reacción del gobierno porfía en pintar color de rosa el sistema económico mexicano y cuan atractivo resulta a los inversionistas extranjeros.

Hemos planteado en otras ocasiones que el despegue de algunas economías asiáticas se sustenta en la producción de talentos propios, con base en políticas públicas para el impulso de la Ciencia y Tecnología, y el celo de los gobiernos por retener en sus territorios a esos cuadros aplicados a la investigación para el desarrollo.

En anterior entrega consignamos la penosa situación por la que pasan jóvenes mexicanos que han luchado por obtener titulo en licenciaturas y posgrados, pero en el mercado laboral interno han sufrido mermas en sus ingresos que van, en el primer caso, de 12 a ocho mil pesos al mes; en el segundo, de 24 mil a 14 mil pesos mensuales.

Contrastamos esa deprimente situación con los privilegios de que gozan los mandos de la alta burocracia pública -improductiva, dicho sea de paso- premiada con sueldos y prestaciones por entre 150 mil y 300 mil pesos mensuales.

El desprecio a la ciencia y la tecnología

Recientemente, el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (Conacyt) presentó su Informe general del estado de la ciencia, la tecnología y la innovación 2015.

Para ponerse a llorar: 41.6 por ciento de la población formada en disciplinas de ciencia y tecnología, está desempleada. De ese indicador, 86.8 corresponde al nivel de licenciatura, 12.1 a maestría y 1.1 a doctorado. Estamos hablando de un universo de 11.4 millones de individuos.

En el comentario anterior sobre los tabuladores a la baja para profesionales mexicanos, expusimos que la instrumentación del modelo tecnocrático neoliberal fue concebida para hacer de México una sociedad de servidumbre. Concluimos que la discriminación de los egresados de la universidad pública configura una expresión de darwinismo social.

Obviamente, ese fenómeno excluyente hace víctima a la clase trabajadora, manual a intelectual de la ciudad y el campo, en su conjunto. No deja de ser irracional, sin embargo, que los talentos formados para la investigación y el desarrollo científico y tecnológico pasen por el mismo proceso discriminatorio.

Ese fenómeno es un resultado de causa-efecto. Si tenemos un grupo dominante, arrogante e incompetente, en el campo de la productividad administrativa, ¿cómo esperar que se preocupe por privilegiar aquellos talentos, únicos que pueden conducir a México a mejores estadios de competitividad internacional?

Para ello se requiere visión de Estado. Pero estamos sometidos a una oligarquía que, como lo advertimos en los primeros párrafos de estas notas, chapotea en la corrupción. Lo dice el IMCO: Transamos pero no avanzamos. Da pena ajena.

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