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Cerca de 70.000 familias serán desalojadas por las obras para el Mundial de Fútbol de 2014.

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El Mundial y las Olimpiadas, amparados por la afición nacional al deporte, están justificando una aceleración de la expulsión de la población local de áreas estratégicas, en muchos casos degradando antes los barrios para conseguir la aceptación popular de estas intervenciones.

 

Sólo en Sao Paulo, cerca de 70.000 familias van a ser desalojadas como consecuencia de las obras de preparación para el Mundial de Fútbol de 2014.

brasil2El derecho a la vivienda está siendo sistemáticamente violado en las ciudades sede del Mundial y de las Olimpiadas: la Articulación Nacional de movimientos sociales frente a la Copa estima que serán desalojadas en masa unas 170.000 personas.

“Esta dinámica de apropiación del territorio sigue una lógica global, que une los intereses de grandes empresas multinacionales y del capital financiero internacional para explotar territorios locales con una lógica transnacional, facilitada con cambios legislativos, desalojos forzados y otras acciones que no tienen en cuenta los derechos de la población más vulnerable”, indica Benedito Roberto Barbosa (conocido como Dito), del Centro Gaspar García y de la Unión de Movimientos por la Vivienda.

El Mundial y las Olimpiadas, amparados por la afición nacional al deporte, están justificando una aceleración de la expulsión de la población local de áreas estratégicas, en muchos casos degradando antes los barrios para conseguir la aceptación popular de estas intervenciones.

Brasil3En los barrios de favelas, saben que serán desalojados, pero no cómo ni cuándo.Jailson, de Vila da Paz, una de las comunidades que será desalojada por la construcción de las carreteras de acceso al nuevo estadio del Corinthians en Sao Paulo, indica que “la resistencia de la población local no significa que estemos en contra del desarrollo. Se han olvidado de nosotros durante 16 años, y ahora que llegan los avances a estas zonas, quieren que nos vayamos”.

Los “incentivos” al abandono de la zona son sutiles, pero no dejan duda: primero les cortan la luz, luego empiezan los rumores del desalojo. Inseguridad, amenazas, informaciones falsas, cortes en los servicios básicos, presión política y psicológica, son el pan nuestro de cada día en estas favelas. El Gobierno “no da respuesta a la gente”. ¿Qué hacer?

En estas comunidades, con el apoyo de algunas organizaciones locales e internacionales, la sociedad civil se está organizando para exigir respuestas y visibilizar lo que está ocurriendo. Ellos no se lamentan, sino que hacen un llamamiento a la lucha, a la resistencia. Porque ningún gran acontecimiento puede justificar la violación de los derechos humanos, en ninguna parte del mundo.

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