Heredero del periodismo y de la novela negra, Leonardo Padura, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, se caracteriza no solo por hacer de La Habana su universo literario, sino también por mezclar la investigación histórica con el género policiaco. Su personaje ‘Mario Conde’, una suerte de alter ego, es de los detectives más entrañables en el idioma español. Al margen de ello ha publicado títulos que lo han llevado a recibir reconocimientos como el Roger Caillios, el Dashiell Hammett y el de la Crítica en Cuba.
El hombre que amaba a los perros. Tusquets.
En 2004, a la muerte de su mujer, Iván, aspirante a escritor y ahora responsable de un paupérrimo gabinete veterinario de La Habana, vuelve los ojos hacia un episodio de su vida, ocurrido en 1977, cuando conoció a un enigmático hombre que paseaba por la playa en compañía de dos hermosos galgos rusos. Tras varios encuentros, ‘el hombre que amaba a los perros’, le confesó historias relacionadas con Ramón Mercader, el asesino de Trotski. Así, el narrador reconstruye el destierro impuesto por Stalin al revolucionario ruso en 1929 y los avatares del de su asesino. Ambas historias completan su sentido cuando sobre ellas proyecta Iván sus avatares vitales e intelectuales en la Cuba contemporánea y su destructiva relación con el hombre que amaba a los perros.
Aquello estaba deseando ocurrir. Tusquets.
El nuevo libro del narrador cubano ofrece una selección de sus cuentos. El universo habanero de las novelas de Leonardo Padura ya es inconfundible, pero hasta ahora sus numerosos relatos nunca se habían recogido en un solo volumen. Son historias magníficas de soldados que vuelven de Angola a La Habana y recalan en Madrid, de jóvenes estudiantes seducidos por boleros y por cantantes de antiguo esplendor, relatos de amor y erotismo, de amistad y de descubrimientos, o de formación en la atmósfera caribeña de una ciudad cargada de personajes y de vidas por contar.
La novela de mi vida. Tusquets.
Delatado a la policía, expulsado de su puesto en la universidad y tras dieciocho años en el exilio, Fernando Terry decide volver por un mes a La Habana, atraído por la posibilidad de dar al fin con la autobiografía desaparecida, La novela de mi vida, del poeta José María Heredia, al que dedicó su tesis doctoral. De paso, se enfrentará de una vez con las sospechas que han ido alimentando su rencor. A la historia de ese reencuentro y a la busca del codiciado manuscrito, se suman alternativamente dos planos temporales más: el de la vida de Heredia a comienzos del siglo xix, en los años de la Colonia, y el de los últimos días de su hijo José de Jesús de Heredia, masón, a principios del XX. Paulatinamente, las vidas de los personajes y sus peripecias van creando paralelismos insospechados.
Adiós, Hemingway. Tusquets.
En la memoria del detective Mario Conde, protagonista de una serie de novelas policiacas de Padura, todavía brilla el recuerdo de su visita a Cojímar de la mano de su abuelo. Aquella tarde de 1960, en el pequeño pueblo de pescadores, el niño tuvo la ocasión de ver a Hemingway en persona y, movido por una extraña fascinación, se atrevió a saludarlo. Cuarenta años más tarde, abandonado su cargo de teniente y dedicado a vender libros de segunda mano, se ve empujado a regresar a Finca Vigía, la casa museo de Hemingway en las afueras de La Habana, para enfrentarse a un extraño caso: en el jardín de la propiedad han sido descubiertos los restos de un hombre que, según la autopsia, murió hace cuarenta años de dos tiros en el pecho. Junto al cadáver aparecerá también una placa del FBI.
Con información de Aristegui Noticias