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ANABEL ORTÍZ, ÚNICA CAMPEONA MUNDIAL MEXICANA CON DOS HIJAS

Anabel Ortiz Morales

México, 26 Ago. (Notimex).- Anabel Ortiz Morales es la única campeona mundial mexicana con dos hijas, a quienes considera como sus mayores tesoros en la vida y su principal motivación en el boxeo, ellas son Danae y Evelyn.

Después de un retiro de un año, Anabel “Avispa” Ortiz regresa al boxeo para viajar a Japón, donde venció a Etsuko Tada, una sólida monarca con diez defensas del cinturón paja de la Asociación Mundial de Boxeo, por decisión en 10 rounds, para arrebatarle el cinturón.

La llaman “La Avispa” por su rapidez al pelear, y en su rostro moreno aparece una sonrisa al recordar la hazaña de destronar a Etsuko en su país.

En entrevista con Notimex, Anabel habla de sus inicios en el boxeo, de su gusto por el deporte de los puños y de sus facultades que la han llevado a la conquista de una corona mundial, que piensa defender el mayor número de ocasiones, a fin de asegurar el patrimonio de sus pequeñas.

 “Este triunfo ante Etsuko Tada es para mí como un tanque de oxígeno. Gané el campeonato mundial después de casi un año de inactividad y en momentos en que me pensaba retirar. En ese lapso se me cayeron cuatro peleas y pensé que lo mejor era dedicarme a otra cosa.

 “Mi manager Rubén Lira fue quien me hizo continuar, me dijo: ‘Ya viene una buena oportunidad, si no te dan la pelea de campeonato entonces sí, retírate’. Acepté y ahora sí, no hubo posposición ni cancelación”.

 “Cuando llegué a Tokio iba muerta de sueño. Lira no me dejó dormir, me dijo que me lo iba a permitir hasta que llegara la noche para acostumbrarme al horario japonés. Por fortuna pronto me acoplé”.

Ortiz reconoció que Lira fue base de su coronación ante Etsuko Tada, pues “me entrenó muy bien, controló mi peso estupendamente en los días previos al combate y en la pelea calmó mis ansias, mi furia”.

 “La Avispa” también platicó que al terminar el combate estaba segura de que había sido mejor que la invicta asiática, quien hacía la décima defensa de su trono.

 “Pero también pensaba que por pelear en casa de ella le podían dar la decisión. Dieron el primer voto y vi que los japoneses aplaudían, luego no entendí nada, pero comprendí que había ganado cuando Lira dio un gran salto y gritó abrazándome”.

Esa corona es la consumación de su dedicación al deporte de los puños, afición que sintió desde su infancia con peleas ante niños en la escuela primaria “Luis Gutiérrez”, y que siguió en la secundaria “Antonio Caso”, en Lomas de Sotelo, en la capital mexicana.

 “Desde los cinco años practiqué karate, pero no me gustó, y después un amigo me llevó a un gimnasio de boxeo en el que encontré el deporte de mi vida. Me di cuenta que tenía facultades para destacar y gané en dos ocasiones el torneo Guantes de Oro en la Arena México”, recordó.

En esta etapa amateur y después de 150 peleas, aún adolescente, Anabel se embarazó y con Danae debutó como madre a los 17 años.

 “Me retiré 12 meses, tuve el apoyo de mis padres Esther y Mateo para cuidar a mi bebita, después regresé al gimnasio para incursionar en el boxeo profesional para ganar dinero y poder mantener a Danae.

Anabel seguiría su carrera sobre el ring en el terreno de paga. Debutó en 2007, y en su tercera pelea ganó su primer cinturón, el de la República Mexicana, tras vencer a Delia López en Tepic, Nayarit, en lo que sería el despunte de su carrera sobre el ring.

Sin embargo, volvió a embarazarse después de ganar el cinturón nacional y paró otro año para cambiar pañales de nuevo con el nacimiento de Evelyn.

 “Mis hijas trajeron torta bajo el brazo porque a mi regreso obtuve mi primera corona mundial, la de peso mínimo del WBC, con una victoria ante Carina Moreno, y que defendí ante Nanako Kikuchi en Tokio, para perderlo contra Naoko Fujioka en la capital de Japón”, narró con tristeza.

El boxeo, como todos los deportes, da revancha y por ello regresó a la sala de prácticas después de firmar la pelea ante Etsuko Tada por ocho mil dólares, y contra todos los pronósticos recuperó un cinturón mundial.

 “Mis hijas son una motivación, soy madre soltera y tengo que esforzarme más. Las tuve muy joven, pero le echo ganas para que tengan lo que yo no tuve”, mencionó mientras abraza a sus tesoros en el gimnasio “Pancho Rosales”, en el que se prepara para sus guerras en el ring.

Ahora como campeona, Anabel espera ganar más dinero, mejores bolsas y alcanzar las cantidades millonarias que obtuvieron Ana María Torres y Jackie Nava, las mejor pagadas en el boxeo mexicano y que hicieron pausas en sus carreras también por maternidad.

Por el momento, el objetivo de “La Avispa” Ortíz es enfrentar otra vez a la mexiquense Yessica “Kika” Chávez, a quien “le gané en amateur, y otra vez la revancha contra Ibeth Zamora”.

Pero Anabel también gusta de pelear en el extranjero: “Me sube la adrenalina, me gusta arriesgar, lo difícil. Me levanta más pelear fuera, con menos presión que pelear en México”.

Respecto al futuro del boxeo femenil, destacó que las peleas de mujeres se anuncian en turnos estelares, y “sólo falta que nos paguen igual que a los hombres, a todas nos cuesta llegar arriba”.

En lo personal, su meta es darles educación a sus hijas Danae y Evelyn, pues “tengo que entrenar duro, conservar el cinturón mundial para que mis hijas vistan, calcen. Valen la pena los sacrificios para que no les falte nada”, concluyó.

Anabel Ortíz firmó contrato con la empresa Kameda, la cual llevará en adelante su carrera, y a su retiro espera regresar a las aulas donde dejó truncada la preparatoria, pues “me gustaría ser médico forense”, finalizó.

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