Voces del Periodista Diario

Beatriz, nuestra NO Primera Dama, junto al legado de las señoritas bien vestidas

Por: Celeste Salloum y Sáenz de Miera

Ya es 1º de Diciembre, el sexenio y cambio empiezan y con ello, un nuevo rostro ante la imagen pública que dará la mujer en la casa de gobierno de la República. ¿Cuál es la función de la primera dama? Tradicionalmente, presidía el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, pero ahora vemos una brecha que rompe con el esquema de la acompañante centrada únicamente en el papel de buena esposa. Corríamos con la mujer del siglo XX, siempre a la vanguardia y en favor del valor de la mujer, pero ¿íbamos en el eje correcto?

Desde María Antonieta Bretón de Victoria –mujer pulcra, bien educada, estableciendo los límites del decoro en una conversación “apropiada”–, la cual acompañó a nuestro primer presidente, Guadalupe Victoria, se ve el establecimiento de lo que debía ser una “Primera Dama” y su función al lado del gobernante, la cual constaba en acompañar al presidente en sus obras como mandatario y hacer frente en actos públicos, aunque jamás simbolizó convertirse en funcionaria. Entra aquí ese proceso de amaestramiento, probablemente, ya que se basaba en el decreto del Estado Mayor Presidencial ante la presencia de la Primera Dama (adaptado tras ser encaminados por los Estados Unidos en 1877), a lo cual yo llamo (amablemente)  el “Seminario para las señoritas bien vestidas”.

El propio evoluciona, teniendo a Margarita Maza de Juárez como referente, quien apoyó al presidente Juárez hasta que su vida misma se lo impidió; veló siempre por los ideales de su esposo –los cuales eran demasiado revolucionarios para su época–, le cuidó y acompañó incondicionalmente y se mantuvo leal incluso en el momento donde se vio perseguida y con la necesidad de huir, trayendo consigo a seis hijos y esperando a dos más. Fue tal el honor que brindó a Juárez que actualmente su nombre está escrito con letras de oro en el Salón de Sesiones de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión desde el 28 de diciembre de 1966.

Con la extravagante Carmen Romano –esposa del ex presidente, José López Portillo– muchos dicen haber llegado a un paradigma con la Primera Dama mexicana; cumplió con las actividades que le correspondían como esposa del presidente: acompañarlo a ceremonias, festivales, giras de trabajo, inauguración de obras, recibir al cuerpo diplomático, y todo lo que uno se pudiese imaginar. También puso en marcha diversos programas culturales, lo que hace que cumpla, por así decir, con sus funciones con el cargo establecido. Puras frivolidades.

Llena de excesos, Romano aplaude la cultura de desperdicio en quien supone debe empoderar e ilustrar al gobernante de la nación, y así seguimos y seguimos. Logros por aquí, fundaciones medianamente sostenibles por acá, apoyos a una caridad que no existiría si en verdad se tuviese el afán de ayudar; pero, seamos francos, ¿en qué momento pasamos de tener a las señoritas del club bien vestidas a querer tener líderes del falso feminismo? Atreviéndome a ser sincera y expresando lo que muchos no les gustaría, qué extremista fue el cambio y qué drástico el contraste para que tuviéramos a un montón de señoritas corriendo tras la posición de su esposo y, súbitamente, a gaviotas, gavilanes y buitres comiendo de los servicios mal encarados que le dan al país; aplaudiendo a jovencitas para perder el criterio, e incluso, dignidad; trayendo a un “feminismo” extremista y radical que enseña cómo perder el poder de la censura y del ridículo; entorpeciendo el trabajo del dirigente con brebajes de quién sabe qué; o simplemente, vendiendo una cara de preocupación que ni siquiera sus lujos podrían comprar.

Entonces, ¿qué es una “primera dama”? Según Beatriz Gutiérrez Müller, es una forma de llamarse superior, más allá de ser una figura de ejemplo y bondad. Ahora, se rompe con el querer llenar una imagen pública y se reemplaza con llevar la vida con su propia cotidianidad, como probablemente debió de haber sido desde su principio. Nos encontramos, por fin y después de tanto, con una compañera leal al presidente, que le ha brindado cobijo, respeto y apoyo, pero que nos enseña lo esencial desde su forma de presentarse al mundo. Nos encontramos finalmente, con una mujer que se demuestra lealtad y compromiso consigo misma, que no entregará sus compromisos, sueños y metas por el cargo que asume su esposo, que llevará consigo una responsabilidad cultural sin tener la intención de aprovecharse del hombre que le acompaña. Tenemos a una mujer que nos demuestra que para ser libres y dueños de nosotros mismos, no es necesario perder el control o sentido de coherencia; tenemos a una mujer fuera del complejo, llena de sí y de su obra, de sus esperanzas, de su seguridad.

Ahora que es la primera en llevar su cargo (que se niega a pronunciar) con un doctorado, siendo periodista, dando clases en distintas universidades y escribiendo libros sobre historia y filosofía, expande el horizonte ante lo que probablemente se debió enseñar desde los inicios de los propios cargos. Siendo Investigadora nacional en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, anunció la supresión de esta figura protocolaria sin funciones ni responsabilidades concretas. Como dije, tradicionalmente la primera dama preside el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, que dejará de depender de la Presidencia y pasará a depender de la secretaría de estado de Salud. «Tenemos que comenzar a pensar y actuar diferente; pongamos fin a la idea de la primera dama porque en México no queremos que haya mujeres de primera ni de segunda», dijo la misma. Aseguró que quiere «servir a México en todo lo que pueda», pero que su prioridad pasa por seguir siendo profesora universitaria, investigadora y escritora.

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