Voces del Periodista Diario

Días de hachís y alcohol de Iñárritu en España

Luz de día. Parque del Buen Retiro. Madrid. Despierta El Negro, algo desorientado. Los propietarios del piso de Pinar de Chamartín, donde se quedaban él y su pandilla mexicana, eran los padres de su amigo El Voska. El trato era que se podían quedar tres días. Terminaron quedándose meses. Pero cuando los progenitores de Alberto Remírez, El Voska, venían, tenían que partir. No había fondos para un hotel. El Negro era un chico de 19 años al que sus padres habían bautizado Alejandro. Sus apellidos: González Iñárritu [el hoy multipremiado con el Oscar por Birdman]. Entonces solo era un chico morenísimo, pelo ensortijado y dientes blancos enormes que ni soñaba con escribir las mejores páginas del cine contemporáneo. “Dormí mucho al raso… Comíamos atún y pan”, ha dicho González Iñárritu de ese momento. El Voska añade más detalles de las penurias: “Eran momentos en que llegamos a recoger tomates o limones del suelo”… “Robó comida”, describe el respetado escritor y periodista mexicano Guillermo Osorno. Pasan hambre. Lo peor de dormir con el cielo por sábana era el amanecer. Fundido a blanco.

[Crónica reconstruye, con sus mejores amigos, el viaje iniciático de González Iñárritu en 1983, sus penurias, sus locuras acompañado de sus “cuates”, quienes le acompañarían toda la vida… ].

Llega a Madrid

Calle Caleruega. Noche. Verano de 1983. Un grupo de despendolados muchachos mexicanos llega al barrio de Pinar de Chamartín. Se caen por el whisky y las cervezas. Horas antes habían elegido entre comer y beber. A JimmyEl Voska y El Negro se les mueven las esquinas. Están en pleno viaje iniciático. Por Europa y África, aunque casi todo su periplo se viviría en España. La mayor parte en Madrid. Se perderían entre Malasaña y Sol. Con sus amigos, con los que crecería, a los que sigue abrazando. El portero del edificio descubre a Jimmy y a El Negro durmiendo en el sofá de la entrada. Los otros habían optado por dar cabezadas en un coche. Les comienza a correr a escobazos.

Flashback. Acapulco. Un chico moreno, chilango [así llaman a los oriundos del DF mexicano] escapa con una bellísima chica de origen hebreo. Adolescentes ambos. Suena en su cabeza Elton John como música de fondo [Theme: “The First Kiss”]. “Qué les importaba el mundo si tenían amor, sol y estrellas”. Esta frase resumía la idea de la película que inspiró a Alejandro González Iñárritu en su primera huida. EraFriends de Lewis Gilbert [de 1971, titulada en España Algo más que amigos, con banda sonora de Sir Elton]. Lo cuenta así Osorno: “La correría de González Iñárritu abarcó una semana en Acapulco, una romántica noche de despedida y un pedregoso regreso a Ciudad de México que desembocó en una amenaza de muerte cuando su novia volvió a casa y el padre la desheredó”.

José Álvarez, íntimo amigo de González Iñárritu, y como él, director de cine y de radio, me cuenta más detalles: “El Negro, la neta [verdad], tuvo una vida amorosa complicada. Y eso que entonces era tímido pero grande, alto. Conquistó varias novias. La que tú refieres creo que era una muchacha judía llamada Lizette. Se escapó con ella y fue un drama familiar. Sufrió. Fue una relación tormentosa. La familia de ella no lo quería, al Negro. Lizette era guapa, de pelo castaño, de tez blanca. Me acuerdo porque yo salía con su amiga chilena, Carmen. La novia de Alejandro vivía en la colonia de San Ángel, barrio aristocrático… Éramos niños. Eran otros tiempos”.

Escapando en barco

Las habladurías dicen que después de este romance fue expulsado del colegio, que también hubo una mujer mayor por medio… Ninguno de sus amigos rememora esto. Pero sí que comenzó una travesía en buque y carreteras varias. Primero hizo una exploración de dos meses, con entre 17 y 18 años, en un barco. Partió desde el puerto de Tampico. “Fui en un pesquero, fregando suelos. Así crucé el Atlántico y llegué a Barcelona”, ha relatado Iñárritu, hablando siempre sucintamente de este asunto. Tenía menos de 400 dólares que le sirvieron para ver España y querer volver. Así sería.

Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Junio de 1983. Los mejores amigos de González Iñárritu estaban despidiendo al único de ellos que se podía pagar sus billetes de avión. Era El Voska, clave en este viaje. “El día que yo me iba a Madrid, pues ellos saldrían días después en barco, al estar en el control, los que estaban en inspección de documentación me dicen que traía vencida mi cartilla militar y no iba a poder viajar. Yo pensaba, “nunca lo voy a arreglar a tiempo”. El Negro me dijo: “Yo conozco a alguien”. Comenzó a correr. Lo seguimos por el aeropuerto y nos saltamos los filtros de seguridad. Los militares nos seguían. Llegamos a una oficinita donde estaba un oficial responsable. “Así que ustedes son los que se han saltado los filtros. ¡Arrestados!”, nos dijo. Eran cargos graves, delitos federales contra la aviación. El Negro entonces primero actuaba, después pensaba. Todos nos íbamos presos… Pero finalmente, apareció un conocido que nos rescató. ¡Ese día se iba a acabar nuestro viaje!” Finalmente, El Voska voló 24 horas más tarde. “El Negro y Jimmy Zambernardi irían en un buque con destino a Bilbao. Salieron del puerto de Veracruz”.

Discoteca Pachá. Medianoche. Cerca del metro Tribunal, Madrid. El Shadow [sombra en inglés] y Calavera están en la entrada. “Nos íbamos la siguiente mañana. Yo ya no tenía ni una peseta. Era nuestra despedida. De pronto siento un brazo. El Calavera lo ve y está a punto de golpearle. Le detengo”, lo dice nostálgico, Carlos Clausell, apodado Shadow. “Reconozco a El Negro y a Jimmy”. Se apretujan. “Somos amigos desde chamacos [pequeños]. Le había enviado cartas para que viniera, pero no las había recibido. Fue pura casualidad”. Se perdió el viaje del día siguiente. Siguieron juntos por meses gracias a El Calavera. Nadie lo confirma pero sería hijo de un conocido narco colombiano. Sin amigos, hizo una alianza tácita con estos mexicanos de piel cetrina y buena labia. Se convirtieron en una hermandad con el colombiano como su banquero. Los charritos se arruinaban día sí y día también. Se completa la pandilla salvaje: El NegroShadow, Jimmy, Calavera, Voska, El Gallo [Javier Curiel]…

Más aventuras se suceden

Toman por asalto las discotecas de moda. E incluso, como completa Osorno, “[Iñárritu se] pelea con homosexuales que quieren forzarlo a tener sexo”. Locuras en la nocturnidad de su odisea.

El Negro se hace muy amigo de El Calavera. De repente insinúa que lo genial sería irse en coche a Ámsterdam. ¡Y compra un coche!”, relata Shadow. Desde Madrid, pasando por Francia, Bélgica… Hay nubes en la memoria de los involucrados por el tiempo transcurrido y, quizá, la mezcla de alcohol, hachís, maría y falta de sueño. Las fechas y destinos —País Vasco, Levante, Navarra…— son cuasi imposibles de determinar, si acaso que era 1983. Todos los entrevistados cruzan tiempos y momentos. Se vuelven a quedar sin dinero. Nada de nada. Y se dirigen a La Torre de Esteban Hambrán, un pueblo de Toledo.

La policía los comienza a perseguir. “Se había corrido la voz de que éramos gánster. Teníamos la apariencia, claro. Pero como El Negro es extremadamente simpático, consiguió trabajo en la vendimia”. Se puso a pisar uvas y ganar dinero.

La separación de El Calavera fue en la frontera con Marruecos. Acababan de ver “crueles peleas en Ceuta” [Osorno, dixit]. Y ésta era una escala. Lo dejaban atrás y quedarían en reencontrarse en Torremolinos en unos días. En su ruta entran en un país muy distinto al actual. “Cuando había mucha gente en un bus, los bajaban a martillazos. Nos asaltaron varias veces con cuchillos. Felizmente, El Negro se escondió nuestros únicos 30 dólares en sus tenis”, asegura el Shadow. “Nos salvó un comerciante de cerámicas que nos invitó a un palacete que tenía en Marrakech, en pleno Ramadán”. Él, la astucia y el humo del hachís fueron sus mejores aliados.

Acaban por contratar de bailarín a González Iñárritu en una discoteca de Torremolinos. “Se pone a moverse como Michael Jackson y moja a toda la clientela VIP”, dura apenas horas en el puesto. El final de las esperanzas de sus amigos. Acababan de regresar de Marruecos. Comenzaba la búsqueda de El Calavera. “Pasamos la noche en sleeping bags [bolsas de dormir] cerca de Puerto Banús, ya nos habíamos acostumbrado a dormir sin techo”. Hallaron al colombiano en una calle de fiestas. Celebraron el reencuentro. Poco después se iría. “No lo volveríamos a ver y eso que lo buscamos”. Es el único desaparecido hoy de la pandilla salvaje de Madrid.

El regreso

“Mi madre lloraba como María Magdalena”, soltó González Iñárritu… Él detiene a un vecino apellidado Santa Olalla del edificio de Pinar de Chamartín. Los mexicanos eran ya los más odiados del vecindario. Habían despertado a todos, intentado seducir a sus hijas —muy especialmente a Blanca, alias Brooke Shields—, desesperando al portero, quemando ruedas con el mítico Mercedes Benz del padre de su amigo El Voska… González Iñárritu y amigos habían perdido el barco de vuelta a México. Apelando a su encanto le pidió 2 mil dólares. “Le dijo que se irían a Nueva York con ese dinero. ¡Y se lo dio!” Volvieron a su vida en México. A construirla y reconstruirla… Su viaje más desconocido —ahora reconstruido a retazos— es quizá la mejor película no filmada de El Negro. La resaca de todo lo vivido.

El viaje le cambió la vida

Epílogo. González Iñárritu quedó marcado por su experiencia española. Se lo confesó a sus amigos y hasta al psicólogo de su equipo de futbol. El Negro le entregó páginas y páginas con sus dudas existenciales. Babel se filmó en parte en homenaje a su paso por Marruecos y Ceuta. Biutiful tiene por escenario Barcelona… Los miembros de La pandilla salvaje de Madrid son todos exitosos. Alberto Remírez, El Voska, es ingeniero. Es socio con Jimmy Zambernardi en un negocio de hoteles boutique. Carlos Clausell, El Shadow, es un renombrado artista multidisciplinar. El Gallo, Javier Curiel, es dueño de un poderoso bufete… “El viaje fue una transformación, la universidad de la vida. Aprendimos el valor del dinero. Entonces no había celulares salvadores”, dice Remírez… Cuando Iñárritu era ya un famoso locutor de radio, llevó a México a los más famosos grupos españoles: Nacha Pop, Danza Invisible y Radio Futura. Hubo un concierto con los primeros de 50 mil personas… En su filme Amores perros suena Nacha Pop, “Lucha de Gigantes”. “Me da miedo la enormidad/ donde nadie oye mi voz”.Y así..

 

Con información de Milenio

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