Voces del Periodista Diario

El Nobel de la “Pax Anglo-norteamericana”

Por Diego Pappalardo

Para una corriente de la opinión mundial, la concesión del “Nobel de la Paz” responde siempre al “punto de vista occidental”, el cual no pocas veces está reñido con la verdad de los hechos.

En otras palabras: se otorga principalmente la premiación en función de la perspectiva y los intereses mundiales de aquellos cenáculos influyentes y poderosos dominantes en Occidente.

Por lo cual, estrictamente hablando, el “Nobel de la Paz” implica para sus impulsores, la “bendición” y la “gratitud” de la “pax anglo-norteamericana” en sus variantes diferentes.

Tal es el caso paradigmático de, por ejemplo, Mijaíl Gorbachov, quien, como lo atestigua la Historia, habiendo desempeñado, en concordancia plena con el globalismo geofinanciero y geopolítico occidental, el papel de desmontador de la URSS obtuvo el Nobel en 1990,  un año antes de la caída del sistema de contrapoder soviético.

Fue precisamente Gorbachov quien abogó para que el “Nobel de la Paz” de 2021 le sea entregado a un amigo y compañero de trabajo suyo, me refiero al periodista ruso, Dmitry Muratov.

Éste que recibe el rótulo artificial de “hombre de la prensa libre” es el editor en jefe del periódico Novaya Gazeta, erigido en 1993 por la empresa Research and Technology Corporation (RTC), con sede en Holanda – compañía actualmente liquidada- y por Gorbachov.

El antiguo presidente de la URSS continúa siendo uno de los propietarios del medio, junto a la Oficina editorial y el empresario Alexander Lebedev.

En su momento, este medio recibió dinero mediante el uso de canales oficiales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Holanda y forma parte del proyecto Exchange, que es un tejido internacional de medios informativos de moldura liberal-globalista y que fue ideado y es esponsorizado por los estados de los Países Bajos, EE.UU. y República Checa y por fundaciones de la talla de la Open Society.

Igualmente, Novaya Gazeta participa del Proyecto de Informes sobre la Delincuencia Organizada y la Corrupción (OCCRP) que cuenta entre sus patrocinadores a la agencia USAID, Oficina de Relaciones Exteriores del Reino Unido y a fundaciones como la  ya nombrada Open Society y Rockefeller Brothers.

Evidentemente, esta premiación de compromiso no está exenta de implicancias propias de la competencia geopolítica que se desarrolla en la arena global y en el intento de replanteamiento liberal porque, como está claro, tanto Muratov como Novaya Gazeta son representaciones de un sector de la izquierda liberal rusa que, a su vez, está conectado a los intereses corporativos financieros y políticos centrados en la esfera anglo-norteamericana.

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