Voces del Periodista Diario

Pantalla Nómada / La muerte y los cineastas

Noviembre en México siempre inicia con fantasía y tradición. Con un festejo sonoro, antiguo, devoto, colorido. Lo que para otros puede pasar por una festividad inaudita, es para nosotros un jolgorio de vitalidad espiritual. La celebración a la muerte es la gran fiesta negra mexicana, la esperada por muchos a lo largo del año.

Un cineasta admirable como Chris Marker supo ver la singularidad de esta conmemoración y lo expresó así: “Cuando el Día de muertos se acerca, máscaras y esqueletos bailan siempre la danza de la Muerte conjurada, de la Muerte domesticada, de la Muerte familiar, y México entero se convierte en la Casa de los Muertos”.

La muerte en México tiene visibilidad, tiene presencia única e irrepetible. Cosa distinta en otras sociedades, donde no se le evoca sino se le evita. Octavio Paz dejó escrito que para una persona de Nueva York, París o Londres, la muerte es palabra que no se pronuncia “porque quema los labios”. En cambio el mexicano, “la frecuenta, la burla, duerme con ella, la festeja”.

En la historia del cine, la muerte ha sido figura frecuente. Y son muchos los cineastas los que incluso le han “dado vida” en la pantalla. Desde los directores de los grandes estudios, pasando por los autores de películas serie B hasta los realizadores del circunscrito cine de arte, todos la han animado para nosotros padecerla, sentirla, imaginarla, temerla.

Quien precisamente la vio como algo inquietante fue un cineasta de la talla de Ingmar Bergman, en cuya obra la muerte se multiplica y alcanza su epítome en El séptimo sello (1957), filme en el que le otorga cuerpo y rostro. Mientras rodaba esta película, un miedo acechaba al director sueco: “Mi temor a la muerte – esta infantil fijación mía- era, en aquél entonces, abrumadora. Me sentía yo mismo en contacto con la muerte día y noche, y mi temor era tremendo. Cuando terminé la película mi temor se había ido”.

No fue así para Sergei Eisenstein, quien durante su estancia en nuestro país quedó prendido de la huesuda. En su malogrado filme ¡Qué viva México! desfila un repertorio de calaveras y en su libro El sentido del cine (1942) alude a “la sabiduría de México sobre la muerte” en relación con la unidad circular que conforman muerte y vida, y sobre todo, el goce de ese círculo. El cineasta letón se dio cuenta que aquí el Día de muertos es el de mayor regocijo y diversión; la ocasión en que México “provoca a la muerte y se ríe de ella”.

La muerte da sentido y determina la vida. Así lo pensó Pier Paolo Pasolini, quien por azares de la vida halló la muerte precisamente un Día de muertos. El director italiano, asesinado un 2 de noviembre, aseguraba que una vez que la vida termina es que ésta adquiere sentido. Hasta antes, el sentido de la vida “está suspendido y por lo tanto es ambiguo”, decía.

Condición ineludible para cualquiera, la muerte es una figura que nos aguarda apenas nacemos. Jean Cocteau lo tuvo presente: “Desde el día de mi nacimiento, mi muerte comenzó su caminata. Está caminando hacia mí, sin apresurarse”, escribió.

El cineasta, pintor y poeta francés sabía que para confrontar nuestra mortalidad solo bastaba mirar al espejo todos los días para observar a la muerte en forma de “abejas que trabajan en una colmena de cristal”.

Cocteau reconoció implícitamente que la etapa finita de la existencia se alinea con una perspectiva temporal. Es el tiempo quien nos recuerda siempre nuestra finitud. Y otro gran cineasta estuvo siempre consciente de ello.

Para Federico Fellini el tiempo era muerte, “porque la muerte se oculta en los relojes”, decía. No obstante, también supo descubrir la sabiduría que conlleva el trance de perecer.

noma2

“Liberados de la guadaña de la Parca, nos enteramos de que el dolor es conocimiento y que todo conocimiento es dolor”.

Colocarla en una historia, hacer percibir la muerte de manera seria para nosotros, ha sido tarea demandante para los directores. El tailandés Apichatpong Weerasethakul habla así sobre el desafío de este propósito al momento de realizar su premiada El tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas (2010): “Lo interesante para mí fue cómo hacer una película que hablara de la muerte -este tema universal del que se ha hablado mucho- y al mismo tiempo hacerla lo suficientemente abstracta para dar al público la libertad de usar su imaginación”.

Está claro que en algunos solo como un tema, en otros como una verdadera obsesión, la muerte para muchos cineastas ha sido motivo de reflexión y en algunos casos fuente para alimentar su obra. Ya sea bajo la forma de elemento extraño, traumático o espeluznante, los realizadores han hecho uso de esa Potencia, de ese Enigma, tanto para hacernos más conscientes de ello como para ellos hacer mayor conciencia de la Gran Dama que no tiene parentesco. La misma que en los siguientes días provocará aquí el festejo entre máscaras, ofrendas y cempasúchil.

 

Con información de La Jornada

Articulos relacionados

Prevén tormentas de fuertes a intensas en casi todo el país

Redacción Voces del Periodista

La ONU pide crear una comisión para investigar las violaciones de derechos humanos en Gaza e Israel

Redacción Voces del Periodista

Renuncian cuatro altos funcionarios del Departamento de Estado de EU