Voces del Periodista Diario

No es geográfica, es fatalidad republicana

A final de cuentas, ¿qué provecho le hace a México que el presidente en turno pretenda privilegiar su vínculo personal con su homólogo de los Estados Unidos, por encima de las relaciones de Estado?

Mouris Salloum George*

QUE SE RECUERDE, EN JULIO DE 1961 don Adolfo López Mateos recibió en la Ciudad de México a su par, el demócrata John F. Kennedy.

EN EFECTO, LAS CRÓNICAS registraron gestos de empatía mutua. Después de todo, meses antes Kennedy había anunciado la Alianza para el Progreso (ALPRO) que condensaba una nueva diplomacia de Washington hacia América Latina.

La ALPRO fue disuelta diez años después por el republicano Richard M. Nixon, quien, en cambio, impuso compulsivamente a los Estados de la región su estrategia para el combate a las drogas que no aplicó en el territorio de su propio país. Al contrario, la convirtió en una política interna de Estado.

El republicano Ronald Reagan ejerció un plan de sistemáticas hostilidades contra la gestión de José López Portillo y Miguel de la Madrid.

¿Qué dejó a los mexicanos “El espíritu de Houston”

En 1988 se produjo la primera crisis de credibilidad sobre la elección presidencial. Carlos Salinas de Gortari trató de superarla pactando concesiones internas a cambio de legitimidad de gestión.

En noviembre 22 de ese mismo año, siendo aún presidente electo, Salinas de Gortari concertó el primer encuentro con el republicano George H. W. Bush, también en etapa de transición presidencial, al amparo de El espíritu de Houston.

Para entonces, el Departamento de Estado tenía un propósito: Vencer la resistencia de México a exponer el petróleo en la mesa de negociaciones bilaterales. México, desde entonces, tenía en la orden del día la demanda de una nueva política migratoria por parte de la Casa Blanca.

Lo que resultó de aquel encuentro espiritual fue el inicio de las negociaciones, en 1992, del Tratado de Libre Comercio. Salinas de Gortari metió de contrabando en ese texto la cláusula de los hidrocarburos mexicanos. Nuestros trabajadores indocumentados continuaron sin protección.

2002: El encuentro de dos vaqueros

En febrero de 2002, en el rancho de San Cristóbal, Guanajuato, se registró lo que coloquialmente se conoció como El encuentro de dos vaqueros: El panista Vicente Fox, y el republicano George W. Bush hijo.

Meses después, Fox embrocó a México en la Alianza Energética de América del Norte. No se le dio, sin embargo, La enchilada completa,según se bautizó la demanda de la reforma migratoria estadunidense.

A Felipe Calderón le tocó tratar con el mismo presidente republicano. Éste nos asestó la Iniciativa Mérida. El panista correspondió con la primera Reforma Energética y, en los últimos meses de su mandato, dio su firma a Hillary Clinton en el Acuerdo para la Exploración y Explotación de Yacimientos de Hidrocarburos Transfronterizos.

A Enrique Peña Nieto le correspondió lidiar mansamente con Barack Obama. En su doble mandato, éste impuso record en la deportación de mexicanos.

El propio Peña Nieto coincidió con los primeros 22 meses del periodo del republicano Donald Trump.

El incendiario anaranjado ganó la elección presidencial con la promesa de construir el muro en la frontera con México, para mantener a raya a los malos hombres mexicanos. Porfía en su capricho hasta hoy.

La emergencia nacional que humilla y amenaza a México

Con dos ingredientes, sin embargo: Aún como presidente electo, el republicano puso a disposición de Peña Nieto a sus soldados. Los míos no tienen miedo, blasonó. En el segundo semestre de 2018, frente a la crisis migratoria que él mismo exacerbó, hizo la declaratoria de Emergencia Nacional alegando inseguridad en la frontera con México.

En tratándose de presidentes republicanos estadunidenses, no sirve aquello de que vale más malo por conocido, que bueno por conocer. No es mero asunto de fatalidad geográfica. Es cuestión de leer en el catálogo doctrinario del Partido Republicano y sus praxis “diplomática”. Parece que todavía no termina el aprendizaje.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

En materia de respeto a la soberanía nacional, que la Constitución mexicana deposita en el pueblo, siempre es bueno recordar que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

Los que no niegan la cruz de su parroquia

Mouris Salloum George*

DESDE QUE EL CONSTITUYENTE mexicano instituyó el régimen republicano y la democracia representativa, los poderes fácticos que detenta el grupo dominante han dejado al pueblo como convidado de piedra en la toma de las grandes decisiones nacionales.

EL ASUNTO VIENE A TEMA a propósito de la consulta sobre el Plan Nacional de Desarrollo para el actual sexenio que, por supuesto, reserva un capítulo a la Política Exterior.

El mexicano fue Estado parte, fundacional de la Organización de las Naciones Unidas en 1945. En 1948, fue firmante de la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA).

La OEA no puede intervenir en asuntos soberanos de sus miembros

En ese segundo documento se establecen las facultades de la OEA, ninguna de las cuales autoriza su intervención en asuntos de la jurisdicción interna de los Estados parte.

El mismo texto compromete a la OEA en la defensa de la soberanía, la integridad territorial y la independencia de las naciones latinoamericanas; al respeto al principio de no intervención y a la solución pacífica de las controversias entre los Estados firmantes.

Casi desde los primeros años de su fundación, la OEA fue descalificada —por su vocación injerencista— como la agencia de colonias del Departamento de Estado (USA); la mano del gato imperial en América Latina.

Luis Almagro se calza el antifaz de templario

Esa tendencia se ha radicalizado, sin embargo, durante la gestión del uruguayo Luis Almagro como secretario general de la OEA. Aparentando cumplir con la Carta, Almagro se ha disfrazado de templario en su cruzada contra el régimen bolivariano de Venezuela.

Particularmente después de terminar su mandato presidencial, el panista michoacano Felipe Calderón se ha visto acompañando a otros ex presidentes de la región (Colombia y Perú) en la embestida contra el Estado venezolano.

Ahora sabemos que el jefe nacional del PAN, el también michoacano Marko Cortés, se ha acaramelado con Luis Almagro, pero ahora para demandarle que intervenga en México.

De acuerdo con la película que está en cartelera en estos días, Cortés ha solicitado a Almagro tomar nota de que el presidente Andrés Manuel López Obrador pretende reelegirse en 2024. El móvil es obvio.

         Es una subcultura azul que prevalece después de que, durante dos sexenios, el PAN ocupó la presidencia de México.

La “nueva doctrina” la patentó Manuel de Jesús Clouthier

Hace 36 años, en abril de 1983, el empresario Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, de la mano del embajador de los Estados Unidos John Gavin, se apersonó en Salt Lake, Utah, para denunciar que, en las elecciones de 1982, al PAN le fue robada la Presidencia.

Entonces, Clouthier demandó en los Estados Unidos la intervención internacional para impedir que México fuera secuestrado por anarquistas. Dos años después, Clouthier pretendió ser gobernador de Sinaloa por el PAN. En 1988, el PAN lo nominó a la presidencia de la República. También perdió.

Vicente FoxFelipe CalderónKarlo Cortés… son de aquellos que no niegan la cruz de su parroquia. Cada quien su credo.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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