Estados Unidos llega este martes a un momento crítico en la carrera hacia la Casa Blanca. Si se confirma lo que las encuestas anuncian, nadie a estas alturas es capaz de frenar la carrera imparable de Donald Trump hacia la candidatura presidencial republicana.
Trump ha ganado tres de las cuatro votaciones desde que empezó el mes pasado la temporada de primarias y suma ya 82 delegados, frente a los 17 de Ted Cruz, el candidato del Tea Party y de los cristianos de extrema derecha, y los 16 delegados de Marco Rubio, el candidato favorito del “establishment” conservador.
Hoy se celebran votaciones republicanas en 13 estados, con un total de 670 delegados en juego, casi la mitad de los 1,327 delegados que se necesitan para ser elegido este verano candidato presidencial por esa formación conservadora.
Hay motivos suficientes para que gobernadores, congresistas y dirigentes del GOP (Great Old Party) estén asustados por lo que ha pasado en la carrera republicana y por lo que pueda suceder hoy. Las encuestas coinciden en que Trump, el mismo que se niega a condenar el apoyo expreso que le han dado el Ku Klux Klan o el Partido Nazi Americano, podría imponerse en hasta doce estados y sumar entre 240 y 300 delegados, lo que haría casi imposible que alguien le pudiera arrebatar la candidatura.
Texas. Cruz, que al menos puede presumir de haber ganado en New Hampshire (lo que no puede decir Rubio, su otro adversario de origen cubano), parte como favorito en el estado donde es senador, Texas, con diferencia el estado más importante del Supermartes ya que aporta hasta 155.
El sueño guajiro de Cruz es que, gracias a las nuevas reglas de juego, logre allí más del 50 por ciento de los votos, por lo que se llevaría los 155 delegados. En caso de una victoria menor a ese porcentaje, tendría que repartir los delegados con sus otros rivales de forma proporcional al número de votos obtenidos por cada uno de ellos.
Para Rubio, la situación es mucho más crítica. Se agarra al clavo ardiendo de una victoria en Virginia, que aporta 49 delegados y donde los sondeos de opinión vaticinaban su victoria… hasta que la victoria aplastante de Trump en Carolina del Sur dio un nuevo impulso a la popularidad del magnate. Para la mayoría de los pesos pesados del partido, una derrota del senador por Florida en el único estado donde mantiene la esperanza de ganar significaría no sólo el fin de su carrera presidencial, sino el momento de coger el toro por los cuernos y buscar de urgencia un “plan B”.
“Otro candidato”. Ese “plan B” lo señaló el senador Ben Sasse, quien, desde su cuenta en Twitter, declaró que “si la estrella del reality show es nominado”, animará a sus compañeros de partido a “buscar un tercer candidato, una opción conservadora y constitucionalista”.
De momento, la propuesta está en el aire, pero a partir del Supermartes muchos podrían tenerla en cuenta si Trump arrasa.