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Miriam Chimal y el miedo de encontrar al COVID-19 en el Metro

Por Gabriela Soto

CIUDAD DE MÉXICO (Notimex) 09 de mayo de 2020.- Cada día, al salir de casa, Miriam Chimal Ramírez teme contagiarse de COVID-19, el coronavirus que ha matado a miles de personas en el mundo. Es un sentimiento que surge del amor que le tiene a su familia. Le preocupa enfermarse e infectarlos.

A diferencia de millones de trabajadores en la Ciudad de México, ella no puede optar por quedarse en casa a resguardarse del virus al que tanto le teme.

Su labor como operadora de vagones del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro beneficia a población: moviliza a miles de personas de su casa al trabajo, en medio de una pandemia que acecha a la gigantesca Ciudad de México.

Ella enfrenta al enemigo con un cubrebocas, una encomienda a Dios y su osadía.

“Con valentía”, dice, “la estoy sobrellevando con valentía porque no es fácil venir aquí y ante tantos usuarios que vayas a decir en cualquier momento: ‘me voy a enfermar’, y más que tengo un hijo en casa. Sí te quedas como: ‘qué pasó’. Pero la he enfrentado con valentía, con madurez, con protección, hago todo lo posible por cuidarme”.

“He sentido miedo cuando he escuchado de gente cercana que sus familiares han estado enfermos. Yo no conozco realmente a ninguna persona directamente, pero no quiero conocerla, así me siento tranquila.

“Sí, me da mucho miedo y más cuando ves la situación como se pone aquí, de repente veías un mundo de gente y ahorita por toda esta situación ves muy poquita gente y sí se siente feo”, agrega.

Miriam Chimal camina por el anden de la estación Pantitlán de la Línea 1 o “rosa”, como algunos le llaman. El vacío, la ausencia de personas, es notorio en las escaleras, en los andenes, en los vagones.

Esta terminal es una de las más concurridas de la Ciudad de México porque en ella transitan miles de usuarios, pues convergen cuatro líneas: 1, 5, 9 y A. Pero hoy, en tiempos de COVID-19, la escena es de contraste.

Esa soledad que Miriam observa le infunde miedo. Sabe que el virus, que tiene a casi el 80 por ciento de la población de la Ciudad de México encerrada en casa, puede ser mortal. Ella teme enfermar y contagiar a su hijo Miguel Ángel, de 16 años de edad, y a sus dos hermanos, uno de ellos con más de 50 años que padece un malestar en los riñones.

Seguramente esta fotografía que ahora se fija en los ojos de Miriam debe ser irrepetible en sus 12 años de servicio en el Metro.

Cuando inició esta aventura en la cabina de los vagones fue difícil porque su hijo Miguel Ángel apenas tenía cuatro años de edad y ella trabajaba en el horario vespertino, el más difícil para empatar con las actividades y necesidades de un pequeño.

“Fue difícil porque cuando entra a la primaria le dejan tareas, manualidades. Y su papá trabaja tiempo completo, llegaba hasta las ocho o nueve de la noche. Entonces sí fue difícil, pero no imposible. A la fecha mi hijo ha sabido salir adelante y hacer sus actividades solo”, asegura.

Aún así, la conducción de trenes pasó a ser parte de su existencia, a la que le ha dedicado un tercio de su vida. Es un oficio técnico en el que sólo el 29 por ciento son mujeres, según datos ofrecidos por el área de comunicación del STC.

“Es adaptarte a un nuevo material. Se te da un curso, se te prepara, hay cosas en que los trenes van siendo un sistema nuevo, en el cual dices: no le entiendo. Con el apoyo se realiza lo que se le tenga que realizar al tren y ya no se te hace difícil. En la actualidad ya no hay nada difícil”, expresa.

Mientras la mujer joven de cabello castaño y tez morena habla, sus compañeros van a la cabina de los vagones o permanecen en el cubículo de la terminal.

VP/Metropolitana/EZ

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