Voces del Periodista Diario

Tras sismos, San Gregorio Atlapulco no volverá a ser el mismo

Por Adolfo Sánchez Venegas

CIUDAD DE MÉXICO (Notimex) 30 de abril de 2018.- El tiempo parece que se detiene en el pueblo San Gregorio Atlapulco. Han transcurrido más de siete meses del terremoto del 19 de septiembre y esta región de la delegación Xochimilco, al sur de Ciudad de México se encuentra aún cubierta por nubes de polvo que son generadas por la reconstrucción de decenas de viviendas que resultaron afectadas.

El ambiente polvoriento, seco, que irrita ojos y garganta se mezcla con el paso de “mototaxis”, a cuyos choferes no les importa si golpean a una persona o a un carro, ya que son los nuevos dueños de las calles de esta zona donde los vecinos conviven cada día con perros callejeros que toman el sol sobre las banquetas ocupadas por comercios ambulantes que venden pollo, copias de discos y videos, ropa, juguetes y dulces.

En esta región que fue castigada por la fuerza de la naturaleza, donde antes hubo casas ahora sólo quedan terrenos que son resguardados por bardas de alambre o de madera, y en algunos de ellos se empieza a acumular la basura.

El abandono de decenas de predios es notorio, pues muchos colonos de este pueblo se fueron a otro lado mientras transcurren los trabajos de reconstrucción.

Para algunos de los habitantes de este poblado de la delegación Xochimilco, San Gregorio jamás se va a recuperar: “Vivimos de la jodida”, afirma Andrea García Flores.

La señora, que se cubre el pelo con una gorra de béisbol, nació en este pueblo hace 55 años, explica que lo que pasó hace siete meses fue devastador, pero en  el proceso de reconstrucción, la situación es alarmante, puesto que se han “dado muchas cosas raras”.

Con los ojos llorosos, dice: “Después del sismo, las autoridades delegacionales y capitalinas me informaron que de acuerdo al dictamen, mi casa debería ser demolida y los mandé al diablo”.

“Vinieron después los especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y me aseguraron que el inmueble estaba en condiciones adecuadas, sólo había que reforzarlo y que mi hogar podría seguir en pie por lo menos otros 40 años”, narra.

Andrea comenta que de acuerdo con el grupo de expertos, la caída de las casas se debió a una falla del terreno, la cual se generó por la excesiva extracción de agua de los pozos que hay en San Gregorio.

La ayuda para los damnificados nunca llegó aquí. Han dicho muchas mentiras, quieren ocultar lo que está pasando”, señala la vecina de Xochimilco.

Doña Andrea relata su viacrucis en un negocio que se dedica a la venta de vísceras, donde el vuelo de las moscas es interrumpido con un plumero. El olor de la panza, el hígado, el corazón y el chicharrón prensado es penetrante.

En ese local, don Abelardo Guerra, de 77 años de edad, quien desde que vio extraños en el centro del pueblo los seguía con la vista, se suma a la conversación: “La gente es bien cerrada, veo a un pueblo devastado y no será lo que era”.

La extracción de agua de los pozos que hay en nuestro pueblo, de acuerdo a los planos que nos enseñaron los geólogos de la UNAM, están provocando fallas, hundimientos de casas y desastres.

Abelardo acusa que las autoridades delegacionales y capitalinas sólo dan limosnas: “Nos hemos acostumbrado a las dádivas, ya no tenemos orgullo ni dignidad“.

Felipe de Jesús Godoy accede a salir de su casa que está en reconstrucción y relata: “La ayuda nunca llegó, supuestamente iban a dar 120 mil pesos a los que tuvieron pérdida total y sólo les dieron 30 mil pesos y a otros 15 mil”.

Comenta que la situación es crítica y la ayuda que se repartió, no se sabe que paso con ella: “El delegado Avelino Méndez se lava las manos y no quiere venir por este lado, no quiere comprometerse con nosotros, anda en otras cosas con su partido de Morena y está más preocupado por la campaña de López Obrador y de Claudia Sheinbaum.

Son puras promesas lo que dicen, por lo que los vecinos preferimos reconstruir por nuestra cuenta las casas”, señala.

Algunos afectados como José Páez relatan que algunas personas recibieron sólo 15 mil pesos; sin embargo, afirma: “La tonelada de varilla anda por los 16 mil pesos y aún falta lo demás”

La poca actividad que se registra en el pueblo se debe en gran parte a que los niños regresaron a la primaria y los adultos salen de la zona a trabajar.

Jaime Hernández González y dos personas que están colocando varilla de media pulgada en su casa que está en reconstrucción platica: “La delegación nos dio sólo dos bultos de cemento y eso no alcanza para nada“.

A unos metros de su hogar, que se localiza en la calle de Insurgentes 11, la Fundación México Unido está levantando casas antisísmicas por las que pedirán  250 mil pesos a pagar en 20 años.

Un cortejo fúnebre sale de la Iglesia de San Gregorio y camina por la avenida principal. Todos guardan silencio, hasta los adormilados perros y los frenéticos microbuseros. Los ambulantes apagan la música. Por unos minutos los albañiles dejan de trabajar y se quitan el sombrero como una muestra de respeto.

Las casas de color chillante casi están terminadas. Sus nuevos moradores se dan su vuelta para ver cómo van los trabajos. Una señora, quien no quiso dar su nombre, dice que la suya es de cuatro recamaras. A nuestro lado habrá otras iguales, pero de diferente color, una más se encuentran en obra negra y otras son más pequeñas.

La gente apenas habla, sólo se saluda moviendo la cabeza y siguen su camino. Quieren llegar a donde están los suyos.

El señor Cándido Garrido, con más de 30 años de vivir en San Gregorio, expresa: “Nos hemos vuelto gente indolente; el 3 de marzo ya estaban organizando la fiesta del pueblo, cuando unos meses atrás vivíamos una enorme tragedia.

De la tragedia se han beneficiado sólo unos cuantos. A esos les han dado todo tipo de apoyo para reconstruir sus casas porque son amigos del delegado o de algún funcionario del gobierno capitalino, y el resto está en el olvido, no les dan nada, pero es que la gente también está acostumbrada a que se les dé todo gratis, ya no lo quieren buscar con su trabajo”, comenta.

Acompañado de su inquieta nieta habla de quienes son los beneficiados de la ayuda: “Nada más vea que tipo de construcción que tienen algunos ahora y compárelas con las casas de otros, en donde sólo hay tierras y piedras”.

El amiguismo en San Gregorio es para unos cuantos, los demás son como si no existieran, esa es la realidad. Ya no somos los mismos, el sismo de septiembre nos marcó a todos para siempre”, asevera.

VP/Metropolitana/EZ

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