Voces del Periodista Diario

Palabras de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, en la entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos

Saludo con mucho gusto a la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, María del Rosario Piedra Ibarra, y al encargado de despacho de la secretaría técnica del Consejo Consultivo de la CNDH, Marco Alejandro Hernández Legaspi, gracias por tu presencia; así como a los galardonados, la doctora Rosa María Álvarez González, Rosita muchas felicidades, te saludo con cariño y al ingeniero Eduardo Cruz Moguel.

Saludo también con mucho afecto a los funcionarios de esta secretaría, a las familias de los galardonados y a mi queridísimo Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos.

Es un honor para mí estar presente en esta ceremonia de entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos en representación del señor presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

Las luchas sociales que la historia lleva en la memoria son aquellas que exigieron el reconocimiento de la igualdad, de la libertad y de la justicia. En la historia de la humanidad, han habido ciertos grupos de personas cuya dignidad humana ha sido sistemáticamente atropellada, por su origen étnico, su religión, su género, su raza, su nacionalidad o sus opiniones políticas.

La resistencia a esta discriminación sistemática originó movimientos sociales alrededor del mundo, que se negaron a aceptar esta discriminación como parte de la realidad y apostaron por sociedades más garantistas y justas.

Estos movimientos impulsaron acciones globales y regionales que llevaron a la adopción de tratados internacionales de derechos humanos que identificaban en cada persona, en cada uno de nosotros, a un titular de esos derechos. Se estableció como premisa fundamental de los Estados democráticos que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos.

En México existen muchas personas que han emprendido luchas contundentes e incansables por la defensa de los derechos humanos, algunas los defendían cuando todavía siquiera los nombrábamos como tales y cuando incluso se ponía en duda el valor intrínseco de ellos. A estas defensoras, a estos defensores debemos un eterno agradecimiento por su claridad, por su fortaleza y sobre todo por su valentía.

Por eso, me honra enormemente tener la oportunidad de entregar este premio nacional a una de estas personas defensoras, a Rosa María Álvarez González; ella defendió los derechos humanos de las mujeres frente a un México sordo e indolente, su labor de promoción y defensa de los derechos humanos ha sido destacada y sin duda, digna de este reconocimiento.

Desde el inicio de su carrera, ella ha centrado su labor en el reconocimiento de violaciones a los derechos humanos, fue pionera en la introducción de la conceptualización de la violencia de género cuando todavía era puesta en duda y recibida con sospecha.

Y como los frentes para la defensa de los derechos humanos son muy diversos, su frente principal de la lucha ha sido la academia, como experta en derecho de familia, violencia en contra de las mujeres, género y derechos humanos, ha aportado de manera significativa al avance de estos temas y ha difundido este conocimiento como coordinadora del diplomado sobre Violencia Familiar y Derechos Humanos que se viene impartiendo en la Universidad.

Yo recuerdo a Rosa María Álvarez González invitarme anualmente a participar en este diplomado, con una conferencia que yo llamaba magistral, era solamente una plática mi querida Rosita, cuando yo estaba como ministra de la Suprema Corte, para compartir con el auditorio, con tus alumnos y alumnas las tesis recientes sobre violencia contra las mujeres y otros temas de violencia familiar en las cuales participamos tú y yo. Muchas gracias.

Tan solo en 2016, Rosita, para mí y para muchos de nosotros, recibió el premio de Mérito Académico de la UNAM por 35 años de incansable labor académica, entre muchas razones porque ha promovido el estudio multidisciplinario en materia de violencia de género, reuniendo a diferentes exponentes para demostrar cómo el derecho se nutre de la interacción de diversos actores políticos.

Gracias a los esfuerzos de mujeres como nuestra galardonada, se formuló el concepto de feminicidio y éste se convirtió en parte de una metodología vital para el análisis de casos de asesinatos de mujeres.

Hoy como todos sabemos, después de la sentencia de la corte Mariana Lima, toda muerte violenta de mujeres debe ser investigada en principio como feminicidio.

Como consecuencia de ello quiero destacar también la invitación que le hicieron de parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para participar en 2009, como jueza ad hoc en el caso “Campo Algodonero”.

La sentencia que resultó de este caso es emblemática ya que en ella, por primera vez, se señaló la responsabilidad del Estado mexicano por obstaculizar el acceso a la justicia de las víctimas de feminicidio.

Esta sentencia de caso Campo Algodonero sin duda es un parteaguas y un punto de inflexión para la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres en nuestro país y la doctora aquí presente, Rosa María Álvarez, fue una de las mujeres que impulsó este precedente histórico.

Yo recuerdo haber leído la sentencia de Campo Algodonero y recuerdo la comparecencia del entonces procurador del estado de Chihuahua, en donde, cuando se le preguntó ¿Por qué no se habían investigado estos casos de feminicidio de dos menores de edad y de una jovencita, también? La respuesta, imagínense, de un feminicidio de una niña de 14 años y otra de 17, 14 años y otra de 17 y la otra de 20, la respuesta de este procurador ante la Corte Interamericana, fue que no se había investigado porque las mujeres se vestían provocativamente, porque las mujeres acudían en la noche a centros nocturnos, a bares, porque quién sabe quiénes eran sus amistades y porque al final, él directamente les imputaba que prácticamente eran las causantes de sus muertes.

Verdaderamente lamentable, lamentable la comparecencia, la defensa que se hizo del Estado mexicano ante la corte con esos argumentos, pero ahí están plasmados y cualquiera de ustedes pueden accesar a estos argumentos si se vestían o no provocativamente, si salían de noche, por qué salían de noche, si asistían a un bar o no, una niña de 14 años (inaudible) y finalmente porque su conducta y sus amistades fueron la causa determinante de su homicidio.

La sentencia de Campo Algodonero fue un parteaguas, ya les había dicho, por eso es que este punto de inflexión y mi reconocimiento a la doctora, pero fue precisamente como una de las primeras defensoras que lucharon por estos derechos y en contra de esta violencia, por este reconocimiento de los derechos de las mujeres.

Agradezco su trabajo, lo reconozco, que haya abierto las puertas a varias generaciones de mujeres feministas, de mujeres periodistas, activistas, abogadas, trabajadoras sociales y más, que hoy encabezan la lucha por la igualdad en México, así que le debemos ser punta de lanza, a nuestra querida homenajeada.

Quiero también destacar que el día de hoy, se entrega una mención honorífica al ingeniero Eduardo Cruz Moguel, presidente y fundador de la organización “PAS”, para la prevención del abuso sexual infantil. Muy querido Eduardo, tu trabajo de sensibilización y educación para la prevención y atención del abuso sexual es invaluable.

El ingeniero Moguel es un defensor que ha buscado resolver los problemas de derechos humanos más concretos y especializados, para contribuir a la garantía progresiva de todos los derechos, por ello, en el contexto de la entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos, se le hace gran reconocimiento y yo en lo personal un agradecimiento por tu trabajo, mi querido Eduardo.

Te agradezco el trabajo, pero también tu compromiso y los resultados de los años de trabajo de los dos, de ambos galardonados, en nombre de todos los mexicanos y mexicanas, porque gracias a todos aquellos mexicanos y mexicanas que como ellos, se esfuerzan en cambiar su realidad del mundo, podemos aspirar a ser una sociedad mejor.

Convoco desde aquí a todas las mexicanas y mexicanos a unirnos en esta lucha por construir una cultura de derechos los humanos. Propongo crear un frente de defensa en contra de las visiones que dividen, de los mensajes de odio e intolerancia, del fenómeno del egoísmo, del aislamiento y de la violencia.

Lo podemos lograr, lo podemos lograr con una sociedad civil organizada y presente en todos los rincones de la nación, no olvidemos los principios más profundos y esenciales que permiten la paz en nuestra sociedad, pongamos al frente el respeto irrestricto a la dignidad humana de todas las personas.

Señoras y señores podemos construir puentes, podemos alzar la voz, podemos defender los valores de solidaridad y compasión, podemos intervenir cuando una persona vulnerable es acosada, cuando hay discriminación o explotación en todos los espacios de nuestras vidas; los grandes cambios se inician con pequeñas acciones.

Es posible un mundo con una humanidad mejor, alberguemos esa seguridad en lo más profundo de nuestras convicciones y sobre todo, luchemos por un mundo de justicia e igualdad en el que los derechos humanos sean la divisa, la divisa compartida.

Muchas, muchas gracias y muchas felicidades.

Articulos relacionados

Senado recibe cuatro peticiones para consulta popular

Editor Web

LA TESORERÍA AMPLÍAN SU HORARIO

Más de 5 mil millones de pesos recuperan adultos mayores de su Ahorro para el Retiro