Voces del Periodista Diario

2018: Ese juego cruel continuará eternamente

El lecho de Procusto

Por Abraham García Ibarra

Cuando prima en México la estampa de una República desvertebrada, no hay por dónde ni cómo esperar que, en momentos en que se acelera la pugna por la presidencia, la lucha de los contrarios se enrumbe por cauces civilizatorios.

No puede ser de otra manera, aquí donde el Estado flota a la deriva en una inocultable crisis institucional desencadenada por los mismos que tienen la responsabilidad de hacer que el entramado constitucional opere en la dirección para el que fue diseñado.

Se trata, obviamente, de la formación de los poderes públicos a la que han sido convocados unos 90 millones de mexicanos con derecho al voto electoral acreditado, para decidir la delegación de su voluntad en más de tres mil aspirantes a la titularidad en puestos de elección constitucional.

18 magníficos encarnan “el privilegio de mandar”

En estricto rigor, lo que vemos es una perversión de la democracia representativa que, sin embargo, queda expuesta al humor de no más de once consejeros y siete magistrados electorales federales.

El grotesco espectáculo de estos días semeja el desenfrenado galope de una manada acéfala que no responde a riendas legales, mucho menos a los valores elementales que deben regir toda buena política.

En el demencial tropel trastabillan todos por igual: Una canalla que no tiene más fin que el poder por el poder mismo -representado por las tesorerías públicas-, sin compadecerse de la honda tragedia nacional que tiene postrada e indignada a la comunidad toda.

No hay fuerza política beligerante que entienda que la democracia no es otra cosa la sociedad justa en acción. Rezar para su santo, es el credo de una legión de cresos en la pugna por el botín.

Si el ¡quítate tu para ponerme yo! es la declaración “de principios” que identifica a los opositores, los que detentan el poder no cantan mal las rancheras.

Cínico juego de tapados y desencampuchados

El inane y cínico juego de tapados y desencampuchados de los operadores del Partido Revolucionario Institucional (PRI), es un insulto a la inteligencia de los mexicanos. Lo que deja de manifiesto que la voluntad popular les vale.

Si el tricolor, como partido del gobierno, no respeta ni a sus propios militantes -a los que se deja en espera de la voz del oráculo-, lo que indica ese perverso método de operación, es que no se desea una democracia de ciudadanos, sino de lacayos.

Por supuesto, nada se puede esperar de los sedicentes árbitros electorales para enmendar la plana. Hay una expresión de corte rural que pregunta: ¿cuando se ha visto que la puerca suelte la mazorca que trae en el hocico?

Al cuidado del amo engorda el caballo

Cada uno de los magistrados electorales federales gana más que lo que se asigna a cada uno de los propios ministros de la Suprema Corte de Justicia: Cuatro millones 681 mil pesos al año.

Cada uno de los consejeros electorales federales, dos millones 997 mil pesos anuales.

Cuando cientos de miles de empleados y trabajadores mexicanos están condenados a resignarse a una percepción de no más 33 mil pesos al año por cabeza, ¿en qué cabeza cabe que los árbitros electorales desoigan la voz del amo benefactor?

Basta con saber que fueron los pastores del PRI, cada cual en su momento y en sus respectivas cámaras legislativas, los que endosaron los rentables nombramientos a esa casta de privilegiados.

Lo dijo en su ocasión el sociólogo Roberto Michels: Cuando las democracias han alcanzado cierto grado de desarrollo, experimentan una transformación gradual, y adoptan el espíritu aristocrático y en muchos casos las formas aristocráticas, contra las cuales habían luchado antes con tanta fiereza.

Surgen entonces nuevos acusadores para denunciar a los traidores… Es probable que ese juego cruel continúe eternamente.

Ese es el diagnóstico más certero que se puede hacer de nuestra democracia “representativa”. Es cuanto.

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