Voces del Periodista Diario

A nadie preocupa el naufragio el federalismo fiscal

Ruta México

Por Álvaro Aragón Ayala

Todo el espectro político mexicano parece rehén de las perspectivas electoreras de 2021 y 2024. Con la vista puesta en su ombligo, las dirigencias nacionales de los partidos y sus representaciones legislativas, no parecen darse cuenta de que, en lo económico, México hace piruetas en el filo de la navaja.

Como si fuera asunto de mero trámite y no un fatal mandato jurídico, los integrantes del Congreso de la Unión apenas si se dieron cuenta de que el pasado 2 de abril se presentaron ante la Legislatura federal los Pre-Criterios de Política Económica para 20120.

Apenas concluido el primer trimestre, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, con previsiones del Banco de México, al presentar aquel documento, en algunos renglones de las llamadas variables fundamentales de la macroeconomía aventura algunas hipótesis: Crecimiento económico para 2020, un estimado máximo de 1.83 por ciento (muy lejos del 4 por ciento pretendido como promedio anual para el sexenio).

En cuanto al tipo de cambio, se fija en 20.26 peso-dólar. De plano, el precio de la mezcla de crudo mexicana se deja entre corchetes.

Terminado el primer semestre de 2019, lo que hemos observado esa una absurda guerra de estadísticas, mientras que en el llano la raza no la ve llegar.

Gobernadores, expuesto a oficios de tinieblas del centro

Estamos a veinte días de que el presidente Andrés Manuel López Obrador presente a la Sesión General del Congreso de la Unión su primer informa sobre el estado que guarda la nación. Ni para qué especular sobre sus potenciales contenidos.

Lo que importa al país en su conjunto, y no sólo a los agentes económicos y políticos, es lo que se conocerá una semana después: La presentación de los definitivos criterios de política económica, siempre acompañados por los proyectos de una nueva Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de la Federación.

Como suele ocurrir con esos temas primordiales, la formulación de esas expectativas queda en manos de aquellos que ejercen, como los tecnócratas, un oficio de tinieblas.

En esa oscuridad, los mandatarios de las 32 entidades federativas se mueven como pilotos de noche. Por más que quisieran sabe qué les reserva a sus estados en el gasto programable y específicamente el gasto federalizado, no hay guía que los conduzca al través del túnel.

La Conferencia Nacional de Gobernadores nada de muertito y los jefes del ejecutivo que pretenden actuar por la libre tienen perdido el derecho de picaporte en las moradas del poder de los nuevos hacendistas.

Lo que naufraga en ese turbulento océano es el llamado federalismo fiscal. Maniatados en su capacidad de ejercer autónomamente una política recaudatoria, los gobernadores ni siquiera son escuchados por quienes trazan la carta de navegación hacia el ya cercano 2020.

En las cámaras del Congreso de la Unión sólo se ve grilla en la pugna por las directivas para el segundo año del primer periodo de la LXLIII Legislatura federal. Ni modo: la cultura de los usos y costumbres no es derogable como sería deseable en la cuarta transformación. Así de grueso el asunto.

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